martes, 12 de noviembre de 2013



La Muerte De San José

Dice un dicho: cual es la vida tal es la muerte. La vida de san José es la vida de mayor amor después de la Virgen María y en unión con ella. Sí, después del amor de María no hay amor de hombre mortal que haya subido a tanta altura y perfección como el de San José, muy por encima del amor de todos los ángeles y santos y el más cercano al sublime amor de la Virgen. Un amor semejantísimo al de María, pues tenía un alma semejantísima a la de ella  como dice San Bernardo.. Podemos decir que toda su vida fue puro, perfecto y cabal amor. Su muerte tuvo que ser puro amor.

No sabemos cuando ni cómo murió San José. Nada nos dice le Evangelio, como tampoco nos dice nada da la muerte de al Virgen María. Todos los entendidos dicen que murió antes de la vida pública de Jesús, pero sin poder precisar más la fecha, pues no aparece San José en ningún momento de la misma y cuando muere encomienda a su madre al apóstol San Juan, lo que no hiciera si todavía estuviese vivo su esposo San José.

Nada sabemos de la fecha, nada sabemos de los detalles de su muerte. Guiados por la enseñanza de los místicos y por los más nobles sentimientos y conjeturas podemos afirmar lo siguiente. San José murió de amor, de lo que había vivido. San Juan de la Cruz, hablando de las almas que han llegado al grado de matrimonio espiritual en el camino de la santidad: escribe: “De adonde es de saber que el morir natural de las almas que llegan a este alto estado, aunque la condición de su muerte en cuanto al natural es semejante a la de los demás, pero en la causa y en el modo de la muerte hay mucha diferencia…Estos, aunque en enfermedad mueran o en cumplimiento de edad, no las arranca el alma sino algún ímpetu y encuentro de amor, mucho más sentido que los pasados y más poderosos y valeroso, pues pudo romper la tela y llevarse la joya del alma…, su muerte es muy suave y muy dulce, más que les fue toda la vida, pues mueren con más subidos ímpetus y encuentros sabrosos de amor, siendo ellos como el cisne que canta más dulcemente cuando muere” (Ll 1,30).          

De un ímpetu poderoso y fuerte de amor murió San José, máxime estando con él su amadísimo Hijo y su queridísima esposa, más que capaces de arrancar el alma en un encuentro de amor, porque allí estaban ellos acompañándole y despidiéndole.¿Quién será capaz de imaginar la tierna despedida de su padre y esposo San José y los dulces consuelos que le darían, sabiendo los abismos de amor mutuo que había en los corazones de los tres? Se amaban íntima, tierna y extremadamente con dulcísimo amor. Purísimo amor. En la representación de la muerte de San José siempre aparecen los dos desvelados por él, dándole lo mejor de su corazón ¡y era tanto!

San José murió en brazos de Jesús, su Hijo. Tomó, pues, Jesús en sus brazos al agonizante José y reclinando este su cabeza sobre el pecho amoroso de su Hijo, entregó su espíritu al Señor por la vehemencia de un ímpetu de amor celestial.  ¡Qué muerte más dulce! ¡Qué felicidad! ¡Qué amor! Los brazos de Jesús, que acogieron  a su padre en los últimos momentos fueron  su mejor tesoro y el mejor y más dulce don. El que le había acogido en los suyos de niño tantas veces siente el calor de los brazos de su Hijo Jesús en sí mismo.. Le cerró los ojos con sus propias manos y celebró su entierro junto con María la esposo de José con filiales lágrimas –había  llorado por su amigo Lázaro muerto-  y le dio digna sepultura en el sepulcro de sus antepasados.

Juan Gersón describe con estas palabras esos últimos momentos de la vida de San José. “Había de llegar el día que te preparase con la muerte / la vida eterna, ¡oh justo José! descendiente ínclito de David. / Está Cristo con su madre piadosa, a quienes había servido de oficio, / y consuelan con rostro plácido al que se va./ Aunque el amor natural se colmase hasta  el límite / de lágrimas nacidas de lo más íntimo, y es necesario creerlo así, / que Jesús lloró a su padre y la Virgen benigna a su esposo, / esta se inclinó sobre el lecho amado de su fiel custodio / y abrazándole, le besa con labios puros. Esposo mío, exclama, / ¿te me vas? ¿Me abandonas y dejas viuda para padecer terriblemente? / Se haga con todo el querer de Dios; amado mío, adiós. / Nada temas, pues Jesús te colocará en un sitio tranquilo. / Inmediatamente José descansó con una muerte preciosa”. (josefina, dist. 12).

A Santa Teresa se le atribuye el dicho de que San José murió de puro amor de Dios. Así lo afirma también San Francisco de Sales: San José, “un justo que tanto había amado en la vida, sólo podía morir de amor; de donde sucedió que no pudiendo su alma  amar  a su querido Jesús entre las distracciones de esta vida con toda la intensidad y fuerza apetecibles, y habiendo cumplido el servicio a que había sido destinado, no le faltaba  sino decir al Padre celestial: Oh Padre, ya he cumplido la obra que me confiaste (Job 17,4)” (Tratado del amor de Dios, l. VII, c. 13)

Y este es el sentir de todos los autores y devotos de san José. San José murió de un ímpetu de amor divino. Y por esta muerte preciosa de amor en brazos de Jesús y María, San José es patrono y abogado de la buena muerte. Él vela especialmente por los moribundos. Patrono de la Iglesia universal, lo es particularmente de estos miembros de la misma que están a punto de partir para el encuentro con el Padre. Les ayuda, les protege, les asiste, les consuela en esos momento tan duros para la naturaleza. Es un consuelo saber y creer que tenemos un poderoso y buenísimo abogado en aquella hora especial de partir para el Padre.     


                                                                                  P. Román Llamas, ocd

jueves, 24 de octubre de 2013

María y José, primeros modelos del amor puro

 



25 octubre – España. Consagración de la Catedral de Toledo a María (1075)
   
 
Nuestra sociedad se ha desprendido de la verdad primera sobre el hombre, la verdad de lo que son el hombre y la mujer como personas. Por consiguiente, ella es incapaz de comprender la forma exacta  lo que es realmente el don de las personas en el matrimonio  (…).

El ser humano no es lo que la publicidad  y los medios modernos presentan. Es mucho más que eso, como unidad sicofísica, compuesto de alma y cuerpo como persona. Es mucho más que eso por su vocación de amor, lo que le introduce como hombre y como mujer en la dimensión del “gran misterio”.

María  fue la primera que accedió a esta dimensión y ella introdujo también a su esposo, José. Ellos se convierten así en los primeros modelos del amor por el que la Iglesia no cesa de pedir la gracia, por la juventud, por los esposos y por las familias.
 
 
Papa Juan Pablo II :
Carta a las Familias, 2 febrero 1994

miércoles, 9 de octubre de 2013

La actitud de José



No se puede comprender la misión de María sin contemplar y entender a José su esposo. María tuvo la gran dicha de contemplar al Ángel de Dios anunciar su misión en el mundo pero José debió esperar a que el Ángel le hablara en sueños y le diera una explicación de lo que a sus ojos parecía merecedor de un repudio público que él considero y meditó pero que no llevó a cabo.

Es José quien se enfrenta a un CONFLICTO. Tienes razones humanas suficientes y pruebas evidentes, pese a ello desde su corazón medita y otorga una mirada de compasión a su esposa que le ha sido presuntamente infiel. Es anterior a la visita del Ángel en sueños la compasión de José. Lo es antes de cualquier explicación divina y sobrenatural. Él no era duro de corazón como los judíos en el desierto cuando Moisés tuvo que tolerar que los hombres pudieran separarse de sus mujeres por ser hombres de corazón endurecido.

Antes del nacimiento de Jesús de Nazaret está la ACTITUD de José. Antes de su nacimiento José deja sin razón de ser la consideración de Moisés pues demuestra que el corazón puede ser compasivo con la mujer que presuntamente le ha sido infiel.

El camino que marca José ante el CONFLICTO tiene varios elementos a considerar:

1.       SILENCIO: el conflicto no lo hace público.

2.       MEDITACIÓN: el conflicto lo medita en el corazón.

3.       COMPASIÓN: adopta la actitud de la compasión.

Desde hace siglos la necesidad de lo público imperó frente a la privacidad y lo público tiene la soberanía de conocer lo privado para considerar su conveniencia al interés general. 

El silencio o sigilo. La meditación o reflexión. La compasión y misericordia.

Dios puso en el camino de los padres de Jesús, su propio Hijo, un conflicto. Y a través de José marcó las pautas de cómo un creyente, un cristiano debe enfrentarse al mismo.

¿Qué nos aporta la actitud de José?

jueves, 25 de julio de 2013

REGHIERA PER LA FAMIGLIA

PREGHIERA PER LA FAMIGLIA



Padre del cielo,
Tu ci hai dato un modello di vita
nella famiglia di Nazareth,
aiutaci, o Padre buono,
a fare della nostra famiglia
un'altra Nazareth, dove regnano
l'amore, la pace e la gioia.
Fa' che la nostra vita,
sia profondamente contemplativa,
intensamente eucaristica
e vibrante di gioia.
Aiutaci a rimanere insieme
nella gioia e nella sofferenza
attraverso la preghiera familiare.
Insegnaci a vedere Gesù
nei membri della nostra famiglia
specialmente nelle loro difficoltà.
Possa il Cuore Eucaristico di Gesù
rendere i nostri cuori miti ed umili
come il suo e possa aiutarci
a compiere i nostri doveri familiari
in modo santo.
Possiamo amarci
come Dio ama ognuno di noi,
ogni giorno sempre più,
e possiamo perdonarci le offese
come Dio perdona le nostre.
Aiutaci, o Padre buono,
a prendere ciò che ci dai
e a darti tutto ciò che ci chiedi
con grande gioia.
O Immacolato Cuore di Maria,
causa della nostra gioia,
prega per noi.
S. Giuseppe, prega per noi.
S. Angelo Custode,
rimani sempre con noi,
guidaci e proteggici.
AMEN


http://www.lasacrafamiglia.com/2011/03/medjugorje-apparizione-annuale-mirjana.html

martes, 16 de julio de 2013





Belén

Belén es el lugar de nacimiento de Jesús. Su madre, María, lo concibió mientras residía en Nazareth y estando ya prometida en matrimonio a quien sería su esposo, José.  Pero José no había convivido con María. Al darse cuenta de que su futura esposa estaba embarazada, quedó perplejo. La ley lo autorizaba a denunciarla como adúltera, ya que el contrato de esponsales permitía que los prometidos vivieran juntos. Esa denuncia hubiera significado la condena a muerte de María y de su cómplice en el adulterio. Hubo una noche de agonía en la que la vida de María y la del niño que llevaba en su seno quedaron en manos de José. El, siendo justo, optó por la vida. Y ante la otra opción, desvincularse de su esposa encinta y tomar distancia de una paternidad incierta, un Ángel del Señor le llamó durante el sueño a no temer recibir por esposa a María y aceptar ser el padre adoptivo  de Jesús.

 La historia del mundo tiene con José una deuda imposible de pagar. La luz de su fe, superior a la de Abraham ( éste creyó que podía tener un hijo accediendo carnalmente a su esposa nonagenaria, y se mostró dispuesto a sacrificarlo, pensando que poderoso era Dios para resucitarlo; José creyó  que podía y debía ser padre de un hijo de esposa virgen, y se mostró dispuesto a recibirlo y educarlo para una misión cuyo fruto no llegaría a ver en la tierra) fue el punto de inflexión decisivo para que María diera a luz a quien sería, y es, la Luz del mundo.

Hizo con ello honor a su nombre. José significa aumento. En esa noche de humana tiniebla y perplejidad José no optó por disminuir, restar o dividir la luz, símbolo y sinónimo de la vida. Creyó en la Luz y apostó por aumentar y cuidar la Vida. En estricta  justicia, el nacimiento en Belén de quien diría -y dice- “Yo soy la Vida, y Yo he venido para que tengan vida, y abundante vida”, se lo debemos a la fe de José.

 En su noble figura se inspiran, y a su intercesión acuden quienes favorecen la adopción de niños huérfanos, abandonados o indeseados. La obediencia presta de José a los designios divinos salvó a Jesús de la matanza decretada por Herodes contra todo niño menor de dos años residente en Belén. El cauteló indemne la vida de su niño hebreo durante los años de exilio en un Egipto cuyo faraón también sabía de exterminios masivos de inocentes de tal condición. Buscó con angustia a su adolescente de 12 años hasta reencontrarlo en el lugar donde siempre  se encuentran los tesoros perdidos: en el Templo del Señor de la Vida.

Belén, la adolescente que espera un hijo, no necesita a Herodes, sino a José.


Padre Raúl Hasbun
12 de julio de 2013

lunes, 1 de julio de 2013

Mi Padre y Señor San José



Mi padre y Señor san José es como llama repetidas veces Santa Teresa a San José con una nota de confianza y de algo muy personal. San José es su padre y Señor.

Estos dos calificativos expresan lo que san José es para ella y ha sido a lo largo de toda su vida. Padre, un padre lleno de amor y misericordia, un reflejo del Padre del cielo que tanto enaltece en el Camino de perfección, un padre tierno, en quien ha puesto toda su confianza. Así lo ha experimentado tantas veces en su vida. Cuando, en un arrobamiento, le ponen una vestidura muy blanca en la iglesia de Santo Tomás de Ávila, al principio no ve quien se la pone “después vi a nuestra Señora al lado derecho y a mi padre San José al izquierdo” (V 33,14). Santa Teresa tiene una confianza ilimitada en su padre San José. Acude a él en todos los momentos de su vida, en su ejercicio de oración, -es su maestro de oración- en su actividad apostólica y de fundadora. Cuando la fundación del primer convento de San José de Ávila se ve sin una blanca para pagar a los obreros. ¿A quién acude? A su padre San José que sabe que no le falla. “me apareció San José, mi verdadero padre y Señor, y me dio a entender que no me faltarían los dineros” (V 33,12). Y San José acudió a su hija y de manera tan maravillosa que las personas a las que se lo contaba quedaban espantadas de lo que oían.

Y es que sabe y cree que además de padre es poderoso. Lo puede todo, es omnipotencia suplicante. Cree con fe ciega que San José todo lo alcanza de su Hijo, a cuya izquierda está sentado en el cielo, y que no le falla nunca porque las súplicas de José para su Hijo son mandatos… “No recuerdo, hasta ahora, haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado Santo; de los peligros que me ha librado así de cuerpo y de alma, que a otros santos parece les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad; a éste glorioso Santo tengo por experiencia que socorre en todas;…Jesús en el cielo hace cuanto le pida”. Éste padre y señor mío me sacó con más bien que yo le sabía pedir de todas mis necesidades.

Santa Teresa desde su experiencia continuada de San José como su padre y señor nos anima a que le tomemos como nuestro padre y señor, a que seamos devotos de este glorioso santo, “querría yo persuadir a todos fuesen devotos de este glorioso santo, por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios” (V 6,7), a que acudamos a él en todas nuestras necesidades y veremos por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso santo, aprovecha en gran manera a las almas que se encomiendan a él.


P. Román Llamas


martes, 7 de mayo de 2013

Catequesis de Francisco sobre el trabajo



Texto de la Audiencia general del miércoles 1 de mayo
 02 may 2013 


Texto completo de la catequesis central del Papa en italiano, traducido al español:

Queridos hermanos y hermanas, buenos días

Hoy primero de mayo, celebramos a san José obrero y comenzamos el mes dedicado tradicionalmente a la Virgen. En este encuentro, quisiera detenerme entonces sobre estas dos figuras tan importantes en la vida de Jesús, de la Iglesia y en nuestra vida, con dos breves pensamientos: el primero sobre el trabajo y el segundo sobre la contemplación de Jesús.

1. En el Evangelio de san Mateo, en uno de los momentos en que Jesús vuelve a su país, a Nazaret, y habla en la sinagoga, se Surabaya el asombro de sus paisanos por su sabiduría y la pregunta que se plantean: ¿No es este el hijo del carpintero? (13,55). Jesús entra en nuestra historia, viene en medio de nosotros, naciendo de María por obra de Dios, pero con la presencia de san José, el padre legal que lo custodia y le enseña también su trabajo. Jesús nace y vive en una familia, en la Santa Familia, aprendiendo de san José el oficio de carpintero, en el taller de Nazaret, compartiendo con él el empeño, la fatiga, la satisfacción y también las dificultades de cada día.

Ello nos recuerda la dignidad y la importancia del trabajo. El Libro del génesis narra que Dios creó el hombre y la mujer confiándoles la tarea de llenar la tierra y de dominarla, que no significa explotarla, sino cultivarla y custodiarla, cuidarla con la propia obra (cfr. Gen 1,28 – 2,15). El trabajo forma parte del plan de amor de Dios ¡nosotros estamos llamados a cultivar y custodiar todos los bienes de la creación y de este modo participamos en la obra de creación! El trabajo es un elemento fundamental para la dignidad de una persona. El trabajo – para usar una imagen, nos ‘unge’ de dignidad, nos llena de dignidad; nos hace semejantes a Dios, que ha trabajado y trabaja, actúa siempre (cfr. Jn 5,17); da la capacidad de mantenerse a sí mismos, a la propia familia, de contribuir al crecimiento de la propia nación.

Y aquí pienso en las dificultades que, en varios países, encuentra hoy el mundo del trabajo y de la empresa; pienso en cuantos, y no sólo jóvenes, están desempleados, muchas veces debido a una concepción economicista de la sociedad, que busca el provecho egoísta, más allá de los parámetros de la justicia social.

Deseo dirigir a todos la invitación a la solidaridad y a los responsables de la cosa pública la exhortación a que realicen todo esfuerzo para dar nuevo impulso a la ocupación; ello significa preocuparse por la dignidad de la persona; pero sobre todo quisiera decir que no hay que perder la esperanza; también san José también tuvo momentos difíciles, pero nunca perdió la confianza y supo superarlos, en la certeza de que Dios no nos abandona


Y luego quisiera dirigirme en particular a ustedes chicos y chicas, y jóvenes: empéñense en su deber cotidiano, en el estudio, en el trabajo, en las relaciones de amistad, en la ayuda a los demás; el porvenir de ustedes depende también de cómo saben vivir estos años preciosos de la vida. No tengan miedo del compromiso, del sacrificio y no miren con miedo al futuro, mantenga viva la esperanza: siempre una luz en el horizonte.

Añado una palabra sobre otra situación de trabajo que me preocupa: me refiero a lo que podríamos definir como el ‘trabajo esclavo’, el trabajo que esclaviza. Cuántas personas, en todo el mundo, son víctimas de este tipo de esclavitud, en la que es la persona la que sirve al trabajo, mientras debe ser el trabajo el que brinde un servicio a las personas para que tengan dignidad. Pido a los hermanos y hermanas en la fe y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad una opción decidida contra la trata de personas, dentro de la cual figura el ‘trabajo esclavo’.

2. Aludo al segundo pensamiento: en el silencio del quehacer cotidiano, san José, junto con María, tienen un sólo centro común de atención: Jesús. Ellos acompañan y custodian con empeño y ternura, el crecimiento del Hijo de Dios hecho hombre por nosotros, reflexionando sobre todo lo que sucedía. En los Evangelios, san Lucas subraya dos veces la actitud de María, que es también la de san José: ‘conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón’ (2,19.51)

Para escuchar al Señor, es necesario aprender a contemplarlo, a percibir su presencia constante en nuestra vida; es necesario detenerse a dialogar con Él, darle espacio con la oración. Cada uno de nosotros, también ustedes chicos, chicas y jóvenes, tan numerosos esta mañana, deberían preguntarse: ¿qué espacio doy al Señor? Me detengo a dialogar con Él? Desde cuando éramos pequeños, nuestros padres nos han acostumbrado a iniciar y a concluir el día con una oración, para educarnos a sentir que la amistad y el amor de Dios nos acompañan. ¡Acordémonos más del Señor en nuestras jornadas!

En este mes de mayo, quisiera recordar la importancia y la belleza de la oración del santo Rosario. Rezando el Ave María, somos conducidos a contemplar los misterios de Jesús, es decir a reflexionar sobre los momentos centrales de su vida, para que, como para María y para san José, Él sea el centro de nuestros pensamientos, de nuestras atenciones y de nuestras acciones. ¡Sería hermoso si, sobre todo en este mes de mayo, se rezase juntos en familia, con los amigos, en Parroquia, el santo Rosario o alguna oración a Jesús y a la Virgen María! La oración en conjunto es un momento precioso para hacer aún más sólida la vida familiar, la amistad! ¡Aprendamos a rezar cada vez más en familia y como familia!

Queridos hermanos y hermanas, pidamos a san José y a la Virgen María que nos enseñen a ser fieles a nuestros compromisos cotidianos, a vivir nuestra fe en las acciones de cada día y a dar más espacio al Señor en nuestra vida, a detenernos para contemplar su rostro.



lunes, 6 de mayo de 2013

1 de Mayo: San José Obrero





El día 1 de Mayo del año 1955, el Papa Pío XII, instituyó la fiesta de San José Obrero. Una fiesta bien distinta que ha de celebrarse desde el punto de partida del amor a Dios y de ahí pasar a la vigilancia por la responsabilidad de todos y de cada uno al amplísimo y complejo mundo de la relación con el prójimo basada en el amor: desde el trabajador al empresario y del trabajo al capital, pasando por poner de relieve y bien manifiesta la dignidad del trabajo -don de Dios- y del trabajador -imagen de Dios-, los derechos a una vivienda digna, a formar familia, al salario justo para alimentarla y a la asistencia social para atenderla, al ocio y a practicar la religión que su conciencia le dicte; además, se recuerda la responsabilidad de los sindicatos para logro de mejoras sociales de los distintos grupos, habida cuenta de las exigencias del bien de toda la colectividad y se aviva también la responsabilidad política del gobernante.
Todo esto incluye ¡y mucho más! la doctrina social de la Iglesia porque se toca al hombre al que ella debe anunciar el Evangelio y llevarle la Salvación; así mantuvo siempre su voz la Iglesia y quien tenga voluntad y ojos limpios lo puede leer sin tapujos ni retoques en Rerum novarum, Mater et magistra, Populorum progressio, Laborem exercens, Solicitudo rei socialis, entre otros documentos. Dar doctrina, enseñar donde está la justicia y señalar los límites de la moral; recordar la prioridad del hombre sobre el trabajo, el derecho a un puesto en el tajo común, animar a la revisión de comportamientos abusivos y atentatorios contra la dignidad humana... es su cometido para bien de toda la humanidad; y son principios aplicables al campo y a la industria, al comercio y a la universidad, a la labor manual y a la alta investigación científica, es decir, a todo el variadísimo campo donde se desarrolle la actividad humana.
Nada más natural que fuera el titular de la nueva fiesta cristiana José, esposo de María y padre en funciones de Jesús, el trabajador que no lo tuvo nada fácil a pesar de la nobilísima misión recibida de Dios para la Salvación definitiva y completa de todo hombre; es uno más del pueblo, el trabajador nato que entendió de carencias, supo de estréchese en su familia y las llevó con dignidad, sufrió emigración forzada, conoció el cansancio del cuerpo por su esfuerzo, sacó adelante su responsabilidad familiar; es decir, vivió como vive cualquier trabajador y probablemente tuvo dificultades laborales mayores que muchos de ellos; se le conoce en su tiempo como José «el artesano» y a Jesús se le da el nombre descriptivo de «el hijo del artesano». Y, por si fuera poco, los designios de Dios cubrían todo su compromiso.
Fiesta sugiere honra a Dios, descanso y regocijo. Pues, ánimo. Honremos a Dios santificando el trabajo diario con el que nos ganamos el pan, descansemos hoy de la labor y disfrutemos la alegría que conlleva compartir lo nuestro con los demás.

lunes, 15 de abril de 2013

Celebración de ‘Los Dolores y Gozos de San José’
domingo, 15 de febrero de 2004





Peregrinos y visitantes rezan al Santo Patriarca mientras recorren el trayecto de 'Los Dolores y Gozos de San José'.


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La Iglesia, siguiendo una antigua costumbre, prepara la fiesta de San José, el día 19 de marzo, dedicando al Santo Patriarca los siete domingos anteriores a esa fiesta en recuerdo de los principales gozos y dolores de la vida de San José. En concreto, fue el Papa Gregorio XVI quien fomentó la devoción de los siete domingos de San José, concediéndole muchas indulgencias; pero S.S. Pío IX les dio actualidad perenne con su deseo de que se acudiera a San José, para aliviar la entonces aflictiva situación de la Iglesia universal. En Torreciudad, los siete domingos previos a la festividad de San José, peregrinos y visitantes rezan al Santo Patriarca mientras recorren el trayecto, -el viejo camino que hacían los antiguos romeros hacia la Ermita- en el que se alinean espaciadamente catorce escenas, agrupadas de dos en dos, de ‘Los Dolores y Gozos de San José’, representados en sencillos azulejos. La artista que dibujó dichos azulejos, Palmira Laguéns, recuerda que para su realización se basó en palabras que había oído y leído directamente en la predicación de San Josemaría Escrivá, con la convicción de que iban a ser fuentes de inspiración para traducir en imágenes los textos de la Sagrada Escritura.No estoy de acuerdo –son palabras del Fundador del Opus Dei- con la forma clásica de representar a San José como un hombre anciano (...). Yo me lo imagino joven, fuerte, quizá con algunos años más que Nuestra Señora, pero en la plenitud de la edad y de la energía humana. Sabemos que no era una persona rica: era un trabajador, como millones de otros hombres en todo el mundo; ejercía el oficio fatigoso y humilde que Dios había escogido para sí, al tomar nuestra carne y al querer vivir treinta años como uno más entre nosotros. La Sagrada Escritura dice que José era artesano. Varios Padres añaden que fue carpintero. De las narraciones evangélicas se desprende la gran personalidad humana de José: en ningún momento se nos aparece como un hombre apocado o asustado ante la vida; al contrario, sabe enfrentarse con los problemas, salir adelante en las situaciones difíciles, asumir con responsabilidad e iniciativa las tareas que se le encomiendan (Es Cristo que pasa, n. 40).



El secreto de san José


José era el esposo legítimo de María, y ella esperaba un hijo que no era como consecuencia de la 
relación conyugal con su esposa.

El matrimonio de José con María, tenía una misión importante, ser padre del hijo de María, José 
es un "justo" elegido por Dios para esta misión

“El origen de Jesús como Cristo fue así: estando desposada María, su madre, con José, antes de
 que conviviesen, se halló encinta por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, siendo justo y no
 queriendo denunciarla (o revelarlo), resolvió separarse secretamente” (Mt 1,18-19).



María no le dice a José lo ocurrido en ella, no interfiere en los planes de Dios para con José y así espera 
que Dios envíe un ángel para revelarle su designio sobre ella, y sobre él.

Sin embargo José, en silencio sufre las dudas, pero aguarda la intervención de Dios, sabiendo que el 
embarazo de María se debe a la acción del Espíritu Santo, José decide "apartarse ante el misterio"
José, comprendiendo que Dios está actuando, decide no interferir en el designio de Dios con María. 
Por ello decide apartarse de María en secreto.

José, es justo, pero no ante la ley de su pueblo, es ante Dios, aceptando totalmente su voluntad, es así 
como le lleva alejarse de María en secreto, el no revela el misterio de la concepción virginal del Hijo de 
Dios en María.

El secreto de José, lo guarda en su corazón, es algo maravilloso, es algo precioso, no se pregunta en 
ningún caso si María es culpable de algo, ¿pero porque tiene dudas? Porque José necesita saber 
cómo actuar frente a este misión, su esposa está en cinta por obra del Espíritu Santo.

En el secreto ve la salida José, esto es separarse de ella secretamente, él se da cuenta que Dios puso 
la mano en su esposa, y tiene respeto por la santidad de María.

Tal vez José, se consideraba indigno estar junto a María, cuya maravillosa y superior dignidad 
admiraba, y temió ante la profundidad del misterio, y quiso dejarla secretamente.


Sin embargo, José, con gran respeto hacia María, en quien el Espíritu Santo ha obrado grandes cosas, 
deja todo en las manos de Dios. Así fue que en el momento decisivo, se le apareció en sueños un ángel 
del Señor y le dijo: “No temas recibir en tu casa a María, tu esposa" (Mt 1,20). José, es un hombre sencillo,
 y siente temor ante la presencia y acción de Dios en María, es por eso que el ángel le dice: "No temas recibir
 en tu casa a María, tu esposa; pues, ciertamente, lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo. 
Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados" 
(v20-21).

José no es el padre carnal del hijo de María, él recibe la misión de hacer de padre a Jesús. José, acogiendo
 la voluntad de Dios, actúa como esposo de María y como padre legal de Jesús.

En José, encontramos un hombre sencillo, de gran respeto, humilde, que supo acoger en secreto este 
misterio de la acción de Dios en María y así fue que el hizo lo que el ángel del Señor le había mandado, 
recibir a su esposa, respetarla, cuidarla, acompañarla siempre, participar del nacimiento del Hijo, a 
quien “puso por nombre Jesús" (Mt 1,24-25).

El Secreto de José, un acto de amor al Padre Dios.

jueves, 4 de abril de 2013




"¿Cómo vive José su vocación como custodio de María, de Jesús, de la Iglesia?

Con la atención constante a Dios, abierto a sus signos, disponible a su proyecto y no tanto al propio; es lo que Dios pide a David (...).

Dios no desea una casa construida por el hombre, sino la fidelidad a su palabra, a su designio; es Dios mismo quien construye la casa, pero de piedras vivas marcadas por su Espíritu. 

José es "custodio" porque sabe escuchar a Dios, se deja guiar por su voluntad, y precisamente por eso es aún más sensible a las personas que se le han confiado, sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas."

Papa Francisco, Homilía en la Misa de comienzo del ministerio petrino 19-III-2013


miércoles, 20 de marzo de 2013





San José vivió con la Santísima Virgen en perfecta castidad, sin usar del matrimonio, como si fueran hermanos. Pero como era el verdadero esposo de María, es también padre de Jesucristo; aunque no según la carne, sino según la ley. Jesucristo no tuvo padre carnal. 

Según un trabajo del P. Sebastián Bartina, S.I., Catedrático de Ciencias Bíblicas, que ha publicado en la Reista de Estudios Josefinos, San José era heredero legal del rey David. Por ser descendiente directo, le correspondían los derechos reales. La familia real de José fue a esconderse a Nazareth, huyendo de Herodes, el usurpador del trono, que no era de raza judía, sino idumeo. Al ser Jesús hijo legal de José, era rey de Israel, no sólo espiritualmente, sino también legalmente. 

"En el ambiente judío, la genealogía de un niño se trazaba a través de su progenitor varón, fuera o no su padre biológico. Esto difiere sobremanera de nuestra idea de paternidad. A los ojos de los modernos occidentales, el padre biológico, no el adoptivo, es el verdadero padre. Para el Antiguo Testamento, el padre legal era el verdadero padr, hubiese procreado físicamente o no al hijo. 

Providencialmente, el letrero que Pilatos puso en la cruz expresaba una realidad "Jesús Nazareno Rey de los Judios". 

El Evangelio llama José "hombre justo", que en el modo de hablar hebreo significa "hombre santo". San José fue carpintero de Nazareth. Fue modelo de trabajador. Por eso la Iglesia lo ha nombrado Patrono de todos los obreros. 

Murió entre Jesús y María. Por eso también es Patrono de la buena muerte. Cuando funges un hogar, escoge por Patrono a San José, que también suo lo que significaba la preocupación de mantener un hogar. 

Dice Santa Teresa que nunca pidió una cosa a San José y que el Santo no se la concediera. Y a los que no lo crean, les dice que hagan la prueba. 

Para conocer bien a San José te recomiendo la obra de Bonifacio Llamera, O.P.: Teología de San José. De esta obra dice el gran teólogo español Antonio Royo Marín, O.P.: "Esta obra es, con mucho, la mejor que se ha escrito hasta hoy de San José en el mundo entero. 

Referencia Bibliográfica: 
Jorge Loring, S.I. Para Salvarte. Evangelización Católica del Siglo XXI. 57a edición. JL Ediciones Católicas MEXICALI, B.C. México.




Oración por la Familia. 

Oh Dios, de quien procede 
toda paternidad en el cielo y en la tierra, 
Padre que eres amor y vida, 
haz que cada familia humana 
sobre la tierra se convierta, 
por medio de tu Hijo, Jesucristo, 
"nacido de Mujer", 
y del Espíritu Santo, fuente de caridad 
divina, en verdadero santuario de la vida 
y del amor para las generaciones que 
siempre se renuevan. 
Haz que tu gracia guíe los pensamientos y 
las obras de los esposos hacia el bien de 
sus familias y de todas las familias 
del mundo. Haz que las jóvenes 
generaciones encuentren en la familia un 
fuerte apoyo para su humanidad 
y su crecimiento en la verdad y en el amor. 
Haz que el amor, corroborado por la gracia 
del sacramento del Matrimonio, se demuestre 
más fuerte que cualquier debilidad 
y cualquier crisis, por las que a veces pasan 
nuestras familias. Por los siglos de los siglos. 
Amén.  
 Bto. Juan Pablo II.

martes, 19 de marzo de 2013

...Administrador de los misterios de Dios.” (1 Cor 4,1)





José, esposo de María, vio con sus ojos el cumplimiento de las profecías. Escogido para el matrimonio más ilustre, recibió la revelación por la boca de los ángeles que cantaban: Gloria al Señor porque ha dado la paz a la tierra.

¡Anuncia, oh José, a David, padre del Hombre-Dios los prodigios que tus ojos contemplaron! Has contemplado al niño en el regazo de la Virgen; lo has adorado con los magos; has glorificado a Dios con los pastores, según la palabra del ángel. ¡Pide a Cristo Dios para que salve nuestras vidas!

Dios inmenso ante el cual tiemblan las potestades celestiales, tú, oh José, lo has cogido en brazos cuando nació de la Virgen; has sido consagrado por él. Por esto, te veneramos hoy.

Tu alma fue obediente a los preceptos divinos; lleno de una pureza sin igual, mereciste recibir por esposa a aquella que es pura e inmaculada entre las mujeres; tú fuiste el guardián de esta Virgen cuando ella fue elegida tabernáculo del creador...

Aquel que con una palabra creó el cielo, la tierra y el mar ha sido llamado hijo del carpintero, ¡hijo tuyo, admirable José! Tú fuiste llamado padre de aquel que no tiene principio y que te nombró administrador de un misterio que sobrepasa toda inteligencia... Guardián santo de la Virgen bendita, tú has cantado con ella este cántico: “Que toda criatura bendiga al Señor y lo ensalce por los siglos.” (Dn 3,67)

Frente a los «Herodes» que traman planes de muerte, Francisco custodiará la vida, como San José

El papa Francisco ha pronunciado la homilía de la Misa de Inicio de pontificado en la que ha invitado a todos a ser “custodios de la Creación” como San José fue custodio de la Sagrada Familia.

TEXTO OFICIAL DE LA HOMILÍA EN ESPAÑOL: 

Queridos hermanos y hermanas

Doy gracias al Señor por poder celebrar esta Santa Misa de comienzo del ministerio petrino en la solemnidad de san José, esposo de la Virgen María y patrono de la Iglesia universal: es una coincidencia muy rica de significado, y es también el onomástico de mi venerado Predecesor: le estamos cercanos con la oración, llena de afecto y gratitud.

Saludo con afecto a los hermanos Cardenales y Obispos, a los presbíteros, diáconos, religiosos y religiosas y a todos los fieles laicos. 

Agradezco por su presencia a los representantes de las otras Iglesias y Comunidades eclesiales, así como a los representantes de la comunidad judía y otras comunidades religiosas. 

Dirijo un cordial saludo a los Jefes de Estado y de Gobierno, a las delegaciones oficiales de tantos países del mundo y al Cuerpo Diplomático.

Hemos escuchado en el Evangelio que «José hizo lo que el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer» (Mt 1,24). En estas palabras se encierra ya la la misión que Dios confía a José, la de ser custos, custodio. Custodio ¿de quién? De María y Jesús; pero es una custodia que se alarga luego a la Iglesia, como ha señalado el beato Juan Pablo II: «Al igual que cuidó amorosamente a María y se dedicó con gozoso empeño a la educación de Jesucristo, también custodia y protege su cuerpo místico, la Iglesia, de la que la Virgen Santa es figura y modelo» (Exhort. ap. Redemptoris Custos, 1).

¿Cómo ejerce José esta custodia? Con discreción, con humildad, en silencio, pero con una presencia constante y una fidelidad y total, aun cuando no comprende. Desde su matrimonio con María hasta el episodio de Jesús en el Templo de Jerusalén a los doce años, acompaña en todo momento con esmero y amor. Está junto a María, su esposa, tanto en los momentos serenos de la vida como los difíciles, en el viaje a Belén para el censo y en las horas temblorosas y gozosas del parto; en el momento dramático de la huida a Egipto y en la afanosa búsqueda de su hijo en el Templo; y después en la vida cotidiana en la casa de Nazaret, en el taller donde enseñó el oficio a Jesús

¿Cómo vive José su vocación como custodio de María, de Jesús, de la Iglesia? Con la atención constante a Dios, abierto a sus signos, disponible a su proyecto, y no tanto al propio; y eso es lo que Dios le pidió a David, como hemos escuchado en la primera Lectura: Dios no quiere una casa construida por el hombre, sino la fidelidad a su palabra, a su designio; y es Dios mismo quien construye la casa, pero de piedras vivas marcadas por su Espíritu. 

Y José es «custodio» porque sabe escuchar a Dios, se deja guiar por su voluntad, y precisamente por eso es más sensible aún a las personas que se le han confiado, sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas. 

En él, queridos amigos, vemos cómo se responde a la llamada de Dios, con disponibilidad, con prontitud; pero vemos también cuál es el centro de la vocación cristiana: Cristo. Guardemos a Cristo en nuestra vida, para guardar a los demás, salvaguardar la creación.

Pero la vocación de custodiar no sólo nos atañe a nosotros, los cristianos, sino que tiene una dimensión que antecede y que es simplemente humana, corresponde a todos. 

Es custodiar toda la creación, la belleza de la creación, como se nos dice en el libro del Génesis y como nos muestra san Francisco de Asís: es tener respeto por todas las criaturas de Dios y por el entorno en el que vivimos.

Es custodiar a la gente, el preocuparse por todos, por cada uno, con amor, especialmente por los niños, los ancianos, quienes son más frágiles y que a menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón. 

Es preocuparse uno del otro en la familia: los cónyuges se guardan recíprocamente y luego, como padres, cuidan de los hijos, y con el tiempo, también los hijos se convertirán en cuidadores de sus padres. Es vivir con sinceridad las amistades, que son un recíproco protegerse en la confianza, en el respeto y en el bien. En el fondo, todo está confiado a la custodia del hombre, y es una responsabilidad que nos afecta a todos. Sed custodios de los dones de Dios.

Y cuando el hombre falla en esta responsabilidad, cuando no nos preocupamos por la creación y por los hermanos, entonces gana terreno la destrucción y el corazón se queda árido. Por desgracia, en todas las épocas de la historia existen «Herodes» que traman planes de muerte, destruyen y desfiguran el rostro del hombre y de la mujer.

Quisiera pedir, por favor, a todos los que ocupan puestos de responsabilidad en el ámbito económico, político o social, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad: seamos «custodios» de la creación, del designio de Dios inscrito en la naturaleza, guardianes del otro, del medio ambiente; no dejemos que los signos de destrucción y de muerte acompañen el camino de este mundo nuestro. 

Pero, para «custodiar», también tenemos que cuidar de nosotros mismos. Recordemos que el odio, la envidia, la soberbia ensucian la vida. 

Custodiar quiere decir entonces vigilar sobre nuestros sentimientos, nuestro corazón, porque ahí es de donde salen las intenciones buenas y malas: las que construyen y las que destruyen. No debemos tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura.

Y aquí añado entonces una ulterior anotación: el preocuparse, el custodiar, requiere bondad, pide ser vivido con ternura. En los Evangelios, san José aparece como un hombre fuerte y valiente, trabajador, pero en su alma se percibe una gran ternura, que no es la virtud de los débiles, sino más bien todo lo contrario: denota fortaleza de ánimo y capacidad de atención, de compasión, de verdadera apertura al otro, de amor. No debemos tener miedo de la bondad, de la ternura.

Hoy, junto a la fiesta de San José, celebramos el inicio del ministerio del nuevo Obispo de Roma, Sucesor de Pedro, que comporta también un poder. Ciertamente, Jesucristo ha dado un poder a Pedro, pero ¿de qué poder se trata? 

A las tres preguntas de Jesús a Pedro sobre el amor, sigue la triple invitación: Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas. Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio, y que también el Papa, para ejercer el poder, debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la cruz; debe poner sus ojos en el servicio humilde, concreto, rico de fe, de san José y, como él, abrir los brazos para custodiar a todo el Pueblo de Dios y acoger con afecto y ternura a toda la humanidad, especialmente los más pobres, los más débiles, los más pequeños; eso que Mateo describe en el juicio final sobre la caridad: al hambriento, al sediento, al forastero, al desnudo, al enfermo, al encarcelado (cf. Mt 25,31-46). Sólo el que sirve con amor sabe custodiar.

En la segunda Lectura, san Pablo habla de Abraham, que «apoyado en la esperanza, creyó, contra toda esperanza» (Rm 4,18). Apoyado en la esperanza, contra toda esperanza. 

También hoy, ante tantos cúmulos de cielo gris, hemos de ver la luz de la esperanza y dar nosotros mismos esperanza. Custodiar la creación, cada hombre y cada mujer, con una mirada de ternura y de amor; es abrir un resquicio de luz en medio de tantas nubes; es llevar el calor de la esperanza.

Y, para el creyente, para nosotros los cristianos, como Abraham, como san José, la esperanza que llevamos tiene el horizonte de Dios, que se nos ha abierto en Cristo, está fundada sobre la roca que es Dios.

Custodiar a Jesús con María, custodiar toda la creación, custodiar a todos, especialmente a los más pobres, custodiarnos a nosotros mismos; he aquí un servicio que el Obispo de Roma está llamado a desempeñar, pero al que todos estamos llamados, para hacer brillar la estrella de la esperanza: protejamos con amor lo que Dios nos ha dado.

Imploro la intercesión de la Virgen María, de san José, de los Apóstoles san Pedro y san Pablo, de san Francisco, para que el Espíritu Santo acompañe mi ministerio, y a todos vosotros os digo: Orad por mí. Amen


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