miércoles, 20 de marzo de 2013





San José vivió con la Santísima Virgen en perfecta castidad, sin usar del matrimonio, como si fueran hermanos. Pero como era el verdadero esposo de María, es también padre de Jesucristo; aunque no según la carne, sino según la ley. Jesucristo no tuvo padre carnal. 

Según un trabajo del P. Sebastián Bartina, S.I., Catedrático de Ciencias Bíblicas, que ha publicado en la Reista de Estudios Josefinos, San José era heredero legal del rey David. Por ser descendiente directo, le correspondían los derechos reales. La familia real de José fue a esconderse a Nazareth, huyendo de Herodes, el usurpador del trono, que no era de raza judía, sino idumeo. Al ser Jesús hijo legal de José, era rey de Israel, no sólo espiritualmente, sino también legalmente. 

"En el ambiente judío, la genealogía de un niño se trazaba a través de su progenitor varón, fuera o no su padre biológico. Esto difiere sobremanera de nuestra idea de paternidad. A los ojos de los modernos occidentales, el padre biológico, no el adoptivo, es el verdadero padre. Para el Antiguo Testamento, el padre legal era el verdadero padr, hubiese procreado físicamente o no al hijo. 

Providencialmente, el letrero que Pilatos puso en la cruz expresaba una realidad "Jesús Nazareno Rey de los Judios". 

El Evangelio llama José "hombre justo", que en el modo de hablar hebreo significa "hombre santo". San José fue carpintero de Nazareth. Fue modelo de trabajador. Por eso la Iglesia lo ha nombrado Patrono de todos los obreros. 

Murió entre Jesús y María. Por eso también es Patrono de la buena muerte. Cuando funges un hogar, escoge por Patrono a San José, que también suo lo que significaba la preocupación de mantener un hogar. 

Dice Santa Teresa que nunca pidió una cosa a San José y que el Santo no se la concediera. Y a los que no lo crean, les dice que hagan la prueba. 

Para conocer bien a San José te recomiendo la obra de Bonifacio Llamera, O.P.: Teología de San José. De esta obra dice el gran teólogo español Antonio Royo Marín, O.P.: "Esta obra es, con mucho, la mejor que se ha escrito hasta hoy de San José en el mundo entero. 

Referencia Bibliográfica: 
Jorge Loring, S.I. Para Salvarte. Evangelización Católica del Siglo XXI. 57a edición. JL Ediciones Católicas MEXICALI, B.C. México.




Oración por la Familia. 

Oh Dios, de quien procede 
toda paternidad en el cielo y en la tierra, 
Padre que eres amor y vida, 
haz que cada familia humana 
sobre la tierra se convierta, 
por medio de tu Hijo, Jesucristo, 
"nacido de Mujer", 
y del Espíritu Santo, fuente de caridad 
divina, en verdadero santuario de la vida 
y del amor para las generaciones que 
siempre se renuevan. 
Haz que tu gracia guíe los pensamientos y 
las obras de los esposos hacia el bien de 
sus familias y de todas las familias 
del mundo. Haz que las jóvenes 
generaciones encuentren en la familia un 
fuerte apoyo para su humanidad 
y su crecimiento en la verdad y en el amor. 
Haz que el amor, corroborado por la gracia 
del sacramento del Matrimonio, se demuestre 
más fuerte que cualquier debilidad 
y cualquier crisis, por las que a veces pasan 
nuestras familias. Por los siglos de los siglos. 
Amén.  
 Bto. Juan Pablo II.

martes, 19 de marzo de 2013

...Administrador de los misterios de Dios.” (1 Cor 4,1)





José, esposo de María, vio con sus ojos el cumplimiento de las profecías. Escogido para el matrimonio más ilustre, recibió la revelación por la boca de los ángeles que cantaban: Gloria al Señor porque ha dado la paz a la tierra.

¡Anuncia, oh José, a David, padre del Hombre-Dios los prodigios que tus ojos contemplaron! Has contemplado al niño en el regazo de la Virgen; lo has adorado con los magos; has glorificado a Dios con los pastores, según la palabra del ángel. ¡Pide a Cristo Dios para que salve nuestras vidas!

Dios inmenso ante el cual tiemblan las potestades celestiales, tú, oh José, lo has cogido en brazos cuando nació de la Virgen; has sido consagrado por él. Por esto, te veneramos hoy.

Tu alma fue obediente a los preceptos divinos; lleno de una pureza sin igual, mereciste recibir por esposa a aquella que es pura e inmaculada entre las mujeres; tú fuiste el guardián de esta Virgen cuando ella fue elegida tabernáculo del creador...

Aquel que con una palabra creó el cielo, la tierra y el mar ha sido llamado hijo del carpintero, ¡hijo tuyo, admirable José! Tú fuiste llamado padre de aquel que no tiene principio y que te nombró administrador de un misterio que sobrepasa toda inteligencia... Guardián santo de la Virgen bendita, tú has cantado con ella este cántico: “Que toda criatura bendiga al Señor y lo ensalce por los siglos.” (Dn 3,67)

Frente a los «Herodes» que traman planes de muerte, Francisco custodiará la vida, como San José

El papa Francisco ha pronunciado la homilía de la Misa de Inicio de pontificado en la que ha invitado a todos a ser “custodios de la Creación” como San José fue custodio de la Sagrada Familia.

TEXTO OFICIAL DE LA HOMILÍA EN ESPAÑOL: 

Queridos hermanos y hermanas

Doy gracias al Señor por poder celebrar esta Santa Misa de comienzo del ministerio petrino en la solemnidad de san José, esposo de la Virgen María y patrono de la Iglesia universal: es una coincidencia muy rica de significado, y es también el onomástico de mi venerado Predecesor: le estamos cercanos con la oración, llena de afecto y gratitud.

Saludo con afecto a los hermanos Cardenales y Obispos, a los presbíteros, diáconos, religiosos y religiosas y a todos los fieles laicos. 

Agradezco por su presencia a los representantes de las otras Iglesias y Comunidades eclesiales, así como a los representantes de la comunidad judía y otras comunidades religiosas. 

Dirijo un cordial saludo a los Jefes de Estado y de Gobierno, a las delegaciones oficiales de tantos países del mundo y al Cuerpo Diplomático.

Hemos escuchado en el Evangelio que «José hizo lo que el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer» (Mt 1,24). En estas palabras se encierra ya la la misión que Dios confía a José, la de ser custos, custodio. Custodio ¿de quién? De María y Jesús; pero es una custodia que se alarga luego a la Iglesia, como ha señalado el beato Juan Pablo II: «Al igual que cuidó amorosamente a María y se dedicó con gozoso empeño a la educación de Jesucristo, también custodia y protege su cuerpo místico, la Iglesia, de la que la Virgen Santa es figura y modelo» (Exhort. ap. Redemptoris Custos, 1).

¿Cómo ejerce José esta custodia? Con discreción, con humildad, en silencio, pero con una presencia constante y una fidelidad y total, aun cuando no comprende. Desde su matrimonio con María hasta el episodio de Jesús en el Templo de Jerusalén a los doce años, acompaña en todo momento con esmero y amor. Está junto a María, su esposa, tanto en los momentos serenos de la vida como los difíciles, en el viaje a Belén para el censo y en las horas temblorosas y gozosas del parto; en el momento dramático de la huida a Egipto y en la afanosa búsqueda de su hijo en el Templo; y después en la vida cotidiana en la casa de Nazaret, en el taller donde enseñó el oficio a Jesús

¿Cómo vive José su vocación como custodio de María, de Jesús, de la Iglesia? Con la atención constante a Dios, abierto a sus signos, disponible a su proyecto, y no tanto al propio; y eso es lo que Dios le pidió a David, como hemos escuchado en la primera Lectura: Dios no quiere una casa construida por el hombre, sino la fidelidad a su palabra, a su designio; y es Dios mismo quien construye la casa, pero de piedras vivas marcadas por su Espíritu. 

Y José es «custodio» porque sabe escuchar a Dios, se deja guiar por su voluntad, y precisamente por eso es más sensible aún a las personas que se le han confiado, sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas. 

En él, queridos amigos, vemos cómo se responde a la llamada de Dios, con disponibilidad, con prontitud; pero vemos también cuál es el centro de la vocación cristiana: Cristo. Guardemos a Cristo en nuestra vida, para guardar a los demás, salvaguardar la creación.

Pero la vocación de custodiar no sólo nos atañe a nosotros, los cristianos, sino que tiene una dimensión que antecede y que es simplemente humana, corresponde a todos. 

Es custodiar toda la creación, la belleza de la creación, como se nos dice en el libro del Génesis y como nos muestra san Francisco de Asís: es tener respeto por todas las criaturas de Dios y por el entorno en el que vivimos.

Es custodiar a la gente, el preocuparse por todos, por cada uno, con amor, especialmente por los niños, los ancianos, quienes son más frágiles y que a menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón. 

Es preocuparse uno del otro en la familia: los cónyuges se guardan recíprocamente y luego, como padres, cuidan de los hijos, y con el tiempo, también los hijos se convertirán en cuidadores de sus padres. Es vivir con sinceridad las amistades, que son un recíproco protegerse en la confianza, en el respeto y en el bien. En el fondo, todo está confiado a la custodia del hombre, y es una responsabilidad que nos afecta a todos. Sed custodios de los dones de Dios.

Y cuando el hombre falla en esta responsabilidad, cuando no nos preocupamos por la creación y por los hermanos, entonces gana terreno la destrucción y el corazón se queda árido. Por desgracia, en todas las épocas de la historia existen «Herodes» que traman planes de muerte, destruyen y desfiguran el rostro del hombre y de la mujer.

Quisiera pedir, por favor, a todos los que ocupan puestos de responsabilidad en el ámbito económico, político o social, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad: seamos «custodios» de la creación, del designio de Dios inscrito en la naturaleza, guardianes del otro, del medio ambiente; no dejemos que los signos de destrucción y de muerte acompañen el camino de este mundo nuestro. 

Pero, para «custodiar», también tenemos que cuidar de nosotros mismos. Recordemos que el odio, la envidia, la soberbia ensucian la vida. 

Custodiar quiere decir entonces vigilar sobre nuestros sentimientos, nuestro corazón, porque ahí es de donde salen las intenciones buenas y malas: las que construyen y las que destruyen. No debemos tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura.

Y aquí añado entonces una ulterior anotación: el preocuparse, el custodiar, requiere bondad, pide ser vivido con ternura. En los Evangelios, san José aparece como un hombre fuerte y valiente, trabajador, pero en su alma se percibe una gran ternura, que no es la virtud de los débiles, sino más bien todo lo contrario: denota fortaleza de ánimo y capacidad de atención, de compasión, de verdadera apertura al otro, de amor. No debemos tener miedo de la bondad, de la ternura.

Hoy, junto a la fiesta de San José, celebramos el inicio del ministerio del nuevo Obispo de Roma, Sucesor de Pedro, que comporta también un poder. Ciertamente, Jesucristo ha dado un poder a Pedro, pero ¿de qué poder se trata? 

A las tres preguntas de Jesús a Pedro sobre el amor, sigue la triple invitación: Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas. Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio, y que también el Papa, para ejercer el poder, debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la cruz; debe poner sus ojos en el servicio humilde, concreto, rico de fe, de san José y, como él, abrir los brazos para custodiar a todo el Pueblo de Dios y acoger con afecto y ternura a toda la humanidad, especialmente los más pobres, los más débiles, los más pequeños; eso que Mateo describe en el juicio final sobre la caridad: al hambriento, al sediento, al forastero, al desnudo, al enfermo, al encarcelado (cf. Mt 25,31-46). Sólo el que sirve con amor sabe custodiar.

En la segunda Lectura, san Pablo habla de Abraham, que «apoyado en la esperanza, creyó, contra toda esperanza» (Rm 4,18). Apoyado en la esperanza, contra toda esperanza. 

También hoy, ante tantos cúmulos de cielo gris, hemos de ver la luz de la esperanza y dar nosotros mismos esperanza. Custodiar la creación, cada hombre y cada mujer, con una mirada de ternura y de amor; es abrir un resquicio de luz en medio de tantas nubes; es llevar el calor de la esperanza.

Y, para el creyente, para nosotros los cristianos, como Abraham, como san José, la esperanza que llevamos tiene el horizonte de Dios, que se nos ha abierto en Cristo, está fundada sobre la roca que es Dios.

Custodiar a Jesús con María, custodiar toda la creación, custodiar a todos, especialmente a los más pobres, custodiarnos a nosotros mismos; he aquí un servicio que el Obispo de Roma está llamado a desempeñar, pero al que todos estamos llamados, para hacer brillar la estrella de la esperanza: protejamos con amor lo que Dios nos ha dado.

Imploro la intercesión de la Virgen María, de san José, de los Apóstoles san Pedro y san Pablo, de san Francisco, para que el Espíritu Santo acompañe mi ministerio, y a todos vosotros os digo: Orad por mí. Amen


san José



Hombre cabal, hombre justo,

Equilibrado y autentico,

Fuerte, enteramente libre,

Dueño de si, un hombre entero.

Es un cielo, yo le admiro,

No sabe cuanto le quiero,

Por su gran humanidad,

Por su humildad y silencio,

Por su fe inconmensurable

Y porque se hizo pequeño.

Santo es poco, era un santazo,

El más grande y el más bueno.

Sirve al otro como a Dios,

Con el corazón entero.

Y el otro era Dios, Dios mismo,

Era su hijo y su pequeño,

Y el otro era Dios oculto,

Su mujer  y su Misterio.

Gracias, José de la guarda,

Por tu amor y tú desvelo.

Eres, con tu esposa y tu hijo,

Lo mejor que tiene el cielo.


Mariam G.

San José, maestro de oración





“Desde hace varios años, me parece, que le pido algo el día de su festivo, siempre me lo ha cumplido; cuando mi petición no es justa, la endereza, para mi bien mayor.

Las personas de oración, en particular, deberían siempre apegarse a él; porque no sé como podemos pensar en la Reina de los Ángeles en el tiempo cuando vivió cerca del niño Jesús, sin agradecer a San José por haberles ayudado de manera eficaz.

Que aquellos que no encuentran un maestro para enseñarles la oración tomen por maestro este glorioso santo, y no se extraviarán en el camino.”



Santa Teresa de Avila
autobiografia VI, 7-8


El Patrocinio de san José sobre la Iglesia y los Papas San José, cuida de la Iglesia




En 1870, en unos momentos especialmente difíciles para la Iglesia y por petición expresa
de los Padres del Concilio Vaticano I, el Papa Pío IX proclamó a san José Patrono de la Iglesia
universal. El Papa Francisco tiene una especial devoción al Custodio de la Sagrada Familia,
en cuya solemnidad, el próximo martes 19 de marzo, celebrará la Misa de inicio de su pontificado.
Escribe el Director del Centro Josefino Español:





La misión de san José en la Iglesia tardó en ser reconocida oficialmente. Y, si bien es cierto que tarde, el reconocimiento eclesial de san José llegó de forma estupenda con la proclamación solemne de su patrocinio sobre la Iglesia universal.
La verdad es que la concesión del título singular y expresivo se debió sobre todo a un Papa y a las circunstancias tan especiales, casi trágicas, de la Iglesia por aquel año de 1870.
 El Papa, ferviente devoto de san José, era Pío IX; y el momento eclesial, uno de los más críticos de
su historia: justamente en el segundo semestre del año, el Concilio Vaticano I tenía que ser aplazado para no reanudarse ya. Y es que, por avatares de la guerra entre Francia y Prusia, y por el proceso de la unidad de Italia, el Papa se había quedado sin dominios territoriales, sin su mermado ejército, sin la Urbe y, como
decía él mismo, prisionero en el mermado reducto romano.

En aquel clima de temores y de miedos apocalípticos, Pío IX se hizo eco de las peticiones de los fieles, de las elevadas por los Padres conciliares, y, justamente en la fiesta de la Inmaculada de 1870, declaró a san José Patrono y abogado de la Iglesia, para que cuidara de ella, en aquellos tristísimos tiempos, como cuidó de su familia de Nazaret, verdadera y primera Iglesia naciente.

La decisión pontificia tuvo efectos inmediatos y permanentes. Comenzaron a abundar Congregaciones religiosas llamadas de san José y de la Sagrada Familia; fueron más frecuentes aún los nombres de José impuestos en los bautismos; se dedicaron al santo cofradías, asociaciones, parroquias e iglesias; se
escribieron libros de alta teología y de piadosa devoción en un movimiento creciente hasta el
Concilio Vaticano II.

Los Papas, todos, manifestaron paladinamente su devoción con gestos eclesiales. León XIII, en la fiesta de la Asunción de 1889, publicaría la primera (y única hasta ahora)
encíclica josefina, la Quamquam pluries, con la oración más popular: A vos, bienaveturado san José, y con clara intención social, al igual que la autorización de la fiesta de la Sagrada Familia. Pío XII, también con sentido social, instituyó la fiesta de San José Obrero en 1955. Juan XXIII no sólo incluyó el nombre de
san José en la misa (en el Canon, en 1962), sino que también se atrevió a declarar al santo como Patrono del Concilio. Lo hacía poco antes de su inauguración en un documento cálido y, con palabras sencillas y profundas a la vez, lo llamaba «cabeza augusta de la Familia de Nazaret y protector de la Santa Iglesia».
Y oraba: ¡Oh, san José, invocado y venerado como protector del Concilio Ecuménico Vaticano II!

En el centenario de la encíclica de León XIII, Juan Pablo II publicaba, en agosto de 1989, su Exhortación apostólica Redemptoris custos –Custodio del Redentor–. Es, indudablemente, el documento pontificio más
extenso y más profundo, rebosante de Evangelio, de teología, de sensibilidad, en el que se expone la misión de san José en la Iglesia en consonancia con la que tuvo como cuidador de Jesús.

En cuanto a la dedicación de templos al protector de la Iglesia como efecto inmediato de la proclamación de su patrocinio, el más hermoso de todos ellos quizá sea el de Antonio Gaudí a la Sagrada Familia. En noviembre de 2010, Benedicto XVI lo consagraba en persona en unas jornadas inolvidables. Y confesaba que «la alegría que siento de poder presidir esta ceremonia se ha visto incrementada cuando he sabido que este templo, desde sus orígenes, ha estado muy vinculado a la figura de san José. Me ha conmovido especialmente la seguridad con la que Gaudí, ante las innumerables dificultades que tuvo que afrontar, exclamaba lleno de confianza en la divina Providencia: San José acabará el templo».

En estos días, la Iglesia ha vivido la situación singular de un Cónclave celebrado no por la muerte del Papa, sino por la renuncia de este gran devoto de san José: Benedicto XVI.

Es seguro que la mirada buena del protector cuidará también del nuevo Papa Francisco.
Teófanes Egido







lunes, 11 de marzo de 2013

Cardenal Dolan

Dolan da en el clavo con san Jose

Mientras el mundo gira

Una novena que deberíamos hacer y difundir


En estos dias en los que tenemos que escuchar tantas tonterias acerca del Conclave y tanto comentario superficial, el cardenal Dolan nos ha sorprendido con una propuesta que me parece la iniciativa mas eficaz de cara a la eleccion del nuevo Papa. Se trata de la peticion que Dolan hace a sus feligreses, y a la que bien nos podemos unir aunque no seamos neoyorquinos, de rezar la novena a San Jose para que de un Papa santo a su Iglesia.

Me ha parecido especialmente acertada la propuesta de Dolan. Estamos en marzo, mes de san Jose, y podriamos tener nuevo Papa para su dia, el 19 de marzo, un hecho que Dolan considera providencial. Ademas, ¿quien mejor que san Jose para velar por la Iglesia? El es Patrono de la Iglesia Universal, siempre atento a protegerla del mismo modo que protegio a la Sagrada Familia. Sin gran publicidad, en la sombra, en silencio, pero con una eficacia que nace de su completa confianza en Dios, aun cuando le costara entender sus caminos. Dolan recuerda, ademas, que san José «se ocupaba de las emergencias», y lo cierto es que algunas fueron de primer orden (tambien la Iglesia debe afrontar ahora problemas graves), "pese a todo siempre conservó la calma, la confianza en Dios y la responsabilidad. Qué ejemplo cuando vemos tantos casos de emergencia en la Iglesia y en el mundo hoy".


Por ultimo, quiero recordar algo en lo que insistia siempre Francisco Canals: aunque ha sido ocultado y a muchos les parecera sorprendente, Juan XXIII puso el Concilio Vaticano II bajo el patronazgo de san Jose. Tengo la certeza de que si esta presencia de san Jose en la Iglesia no se hubiera tratado de esconder, al contrario, hubiera iluminado a todos los fieles, sacerdotes y obispos, el post Concilio hubiera sido muy diferente y sus frutos mucho mejores. Volvamos pues nuestra mirada y nuestra confianza a san Jose y no lo olvidemos mas. Ahora mas que nunca necesitamos su guia y proteccion, asi que yo voy a seguir la propuesta de Dolan y empiezo ahora mismo la novena. Animaos, esto si que vale la pena y es mucho mas eficaz que mil chismorreos sobre papables.



jueves, 7 de marzo de 2013




Ser bloguero es una vocación que conlleva un carisma especial. No es algo que se improvise o se mantenga a base de buenos propósitos y expectativas personales. Cada blog es como un manantial que necesita de un aporte de agua constante para no secarse.

Si pensamos que esta fuente puede ser alimentada de egoísmos, soberbias y expectativas de popularidad, pronto nos daremos cuenta que nuestro depósito de agua se termina en poco tiempo. No sabremos qué escribir o qué compartir, porque nuestra vida no genera un caudal para compartir con los demás.

Nuestros seguidores, más o menos asiduos, se acercan a la fuente a beber, porque tienen sed. Lo que les comunicamos es importante para ellos, ya que les permite seguir adelante en el día a día. Por eso buscan y localizan los manantiales que mejor les llenan y sacian. Pero no pensemos que somos nosotros quienes saciamos a estas personas. El Señor es el que provee el agua de vida eterna que quita la sed, nosotros sólo la ponemos a disposición de quien la necesita. Tenemos que dar gracias al Señor por darnos la posibilidad de ser fuente de ilusión y esperanza, aunque sólo haya una persona que de vez en cuando sacia su sed en nuestro blog.

No puedo negar que el número de visitas y comentarios influyen en nuestro ánimo bloguero. Todos quisiéramos ser la fuente principal de nuestro entorno y que la relevancia de lo que decimos cambiase el mundo. Pero una cosa son nuestros deseos y otra la voluntad de Dios. La misión del sembrador es lanzar la semilla, después Dios y quien la reciba, decidirán qué hacer con ella.

La Iglesia necesita de blogueros que constantemente lancen la semilla del Reino y que además apoyen a las instituciones eclesiales con su experiencia. Muchos de nosotros aportamos nuestro grano de arena ayudando a llevar blogs parroquiales, de grupos o de movimientos. Esta labor de diaconía es imprescindible para que la Iglesia esté presente en el continente digital.

Quizás la vocación bloguera se haya resentido últimamente por la súbita expectación que ha despertado twitter. Ya casi no se habla de los blogs. Recordemos que en 2010, Benedicto decía a los sacerdotes “Por amor de Dios escriban un blog” y que en mayo del 2011, el Pontificio Consejo de las Comunicaciones Sociales organizó el Vatican Blogger Meeting. Ahora parece que toda la acción evangelizadora en las redes se hace mediante twitter y que los blogs han quedado atrás. Pero no es así.

Sin duda la presencia de Benedicto XVI en twitter ha despertado una expectación de gran calado, pero como toda moda, tenderá a situarse en su debida dimensión. Twitter es un medio dinámico y fresco, pero es muy efímero. Una entrada de blog queda a disposición de quien lo desee por años o décadas. Un tweet, se pierde, tras 5 minutos, en la vorágine de mensajes que se mezclan. Los blogs son ventanas abiertas a todo el que desee consultarlos, las redes sociales cierran los contenidos en las burbujas de privacidad. No quiero despreciar la utilidad de twitter o facebook, sino señalar que los blogs siguen siendo el soporte más duradero y efectivo para evangelizar en la red. Esto lo puedo atestiguar, ya que existen entradas que escribí en el año 2009 que siguen recibiendo centenas de visitas semanales. ¿Puede decirse lo mismo del tweet más popular?

Cada red social tiene su razón de ser y la blogosfera es una red impresionante construida con el esfuerzo diario de muchos de  nosotros. No podemos dejar los blogs en segundo plano, cuando son la fuente donde tantas personas beben diariamente.

Así que ánimo compañero bloguero. Todo blog es necesario y hasta imprescindible para la Iglesia. Desde Blogueros con el Papa estamos a su disposición para ayudarle en lo que crea necesario.

Néstor Mora N.
http://www.bloguerosconelpapa.org/2013/03/amigos-la-iglesia-necesita-de-sus-blogs.html?showComment=1362671544966#c6724445051329154294

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