jueves, 16 de febrero de 2012

LA VOCACIÓN DE SAN JOSÉ

San José

A pesar de su dolor, José decide abandonar secretamente a María para no dañar su fama; es entonces cuando el Señor, por medio del ángel, le da a conocer su vocación.

Siendo como era justo, y no queriendo infamarla, deliberó dejarla secretamente.

(Mt 1, 19)

EL SUEÑO DE JOSÉ

I

Ha pasado muchas noches de insomnio. Y ésta ha sido de sueño difícil: le ha costado mucho dormirse. Con frecuencia se ha despertado presa de una idea que le persigue: soñaba que los hombres de la plaza se reían de él.

Ahora ha logrado conciliar el sueño sobre su humilde lecho, después de pensar y pensar.

San José
San José

Ocurre que José está ante una tremenda disyuntiva: sabe que María va a ser madre, no lo puede dudar; y sabe también que es pura y sin mancha, no lo puede dudar. Y José ha suspendido el juicio.

María permanece silenciosa. Heroica, prefiere sufrir la sospecha y la deshonra antes que descubrir el secreto.

Él sabe con certeza que su esposa va a ser madre, se lo dijeron las amigas al principio, cuando vinieron a felicitarlo y él quedó con una amarga espina clavada en el corazón. Se lo dice la gente del pueblo, que lo comenta. Se lo dicen sus ojos. Calla también, sufre... y no juzga mal.

Está seguro de la pureza inmaculada de la Niña Virgen, se lo dicen sus ojos limpios, su bondad, su dulzura, su recia personalidad. Hay algo en ella que se impone, tan fuerte, tan decisivo, tan sobrenatural, que detiene la conclusión de la verdad que los ojos enseñan. Para los dos es una gran prueba.

Pavorosa lucha interior que las gentes no advierten. Angustiosas tormentas que los hombres vulgares no comprenden. Pelea por mantenerse fiel cuando todas las razones empujan a lo contrario. La santidad exige la prueba.

Todos creen que él es el padre. Y él sabe que no. Sufre ante el misterio, y respeta la situación.

La ley manda apedrear a las mujeres adúlteras. ¡Es tan grande el pecado! Pero ella no puede estar en ese caso. Sin embargo, José no se lo explica. Y su espíritu lucha entre esos dos extremos que lo ahogan: la pureza de María que se impone, y el hecho de que va a ser madre. Y José suspende el juicio.

II

Lo hace así porque es justo, aunque él sólo tenga razones para sentirse gravemente ofendido. Y no aplica el recurso legal de darle el acta del divorcio, que traería consigo la reprobación pública de la repudiada, sino que sigue la insinuación de la caridad, prefiriendo dejarla secretamente, para no dañar su fama.

San José

Y nosotros, tan veloces en concluir... condenando. Preferimos pensar mal para no engañarnos; pero es mejor engañarse muchas veces pensando bien de hombres malos, que equivocarse alguna vez teniendo mal concepto de una persona buena, pues en este caso hay injuria, cosa que no ocurre en el primero.

Es preciso saber detener el juicio, y más aún la lengua, aunque sea su conclusión lo más lógico, lo más natural. Muchas veces son inocentes aquellos contra los que se dirigen nuestras pruebas, pues en todo caso ignoraremos motivos personales de su actuación, que pueden justificarles plenamente.

Pensar bien trae consigo, además, una gran paz del alma y nos ahorra muchas amarguras.

José detiene el juicio respecto a María, aunque le asaltan clarísimas razones, aunque esa situación le produce honda herida.

III

Decide hacer lo que cree que es mejor. Es el juicio que formula respecto a su personal conducta ante aquella situación. Ya tiene su propio criterio, después de pensar y pensar. Y su juicio es un juicio santo.

Un ángel del Señor se le aparece:

-José, hijo de David, no tengas recelo en recibir a María, tu esposa, porque lo que se ha engendrado en su vientre es obra del Espíritu Santo...

El sueño de San José
San José y el ángel

Le ordena el nombre que le ha de poner, y le comunica su misión. José cae en la cuenta de que esos hechos cumplen la profecía.

A veces se nos pide, además, el rendimiento del propio juicio, aunque haya sido formulado con toda rectitud.

José había amasado su decisión con lágrimas, caridad y justicia. Llegó a esa conclusión por un camino penoso y Santo. Ahora le piden que rinda su criterio, que lo someta. Su juicio es lo mejor que se puede hacer humanamente, pero no es lo mejor para los planes de Dios.

Rendir el juicio, hazaña propia de los mejores. ¡Es que mi idea está elaborada con toda rectitud y cuidado! ¡Es que no es ni vulgar ni imprudente! Te contesto: Tampoco lo era la de José.

¡Es que a él le avisó un ángel! El ángel también es una criatura, y Dios tiene muchos medios de avisar, para enseñarnos que nuestras razones no tienen razón. José rindió su juicio sin dilación, y, al despertarse, hizo lo que le mandó el ángel del Señor.

"Caminando con Jesús", J.A. González Lobato, Ediciones RIALP, S.A.

San José Ejemplo para todo padre


.S. Juan Pablo II, 17 de marzo de 2002

José era justo que significa dócil al querer divino
¡Queridoshermanos y hermanas!

1. Pasado mañana, 19 de marzo, celebraremos la solemnidad de san José, esposo de la Virgen María, y patrón de la Iglesia universal. La extremada discreción con que José desempeñó el papel confiado por Dios subraya aún más su fe, que consistió en ponerse siempre a la escucha del Señor, tratando de comprender su voluntad, para obedecerla con todo el corazón y con todas sus fuerzas. Por este motivo, el Evangelio lo define como hombre «justo» (Mateo 1, 19). El justo, de hecho, es una persona que reza, vive de fe, y trata de hacer el bien en toda circunstancia concreta de la vida.

La fe, alimentada por la oración: este es el tesoro más precioso que nos transmite san José. En su senda se han puesto generaciones de padres que, con el ejemplo de una vida sencilla y laboriosa, han impreso
en el espíritu de sus hijos el valor inestimable de la fe, sin el cual cualquier otro bien corre el riesgo de ser vano. Ya desde ahora quiero asegurar una oración especial a todos los papás, en su día: pido a Dios que sean hombres de robusta vida interior para cumplir de manera ejemplar su misión en la familia y en la sociedad.

Próxima Jornada Mundial de la Juventud
2. En la tarde del jueves próximo, 21 de marzo, primer día de primavera, tendré la alegría de encontrarme con los jóvenes de Roma, que se reunirán en la plaza de san Pedro del Vaticano en preparación del Domingo de Ramos y de la Jornada Mundial de la Juventud. Invito a los chicos y chicas de todas las parroquias de la diócesis a esta cita. Juntos reflexionaremos sobre el mandato que Jesús confía a todo bautizado: «Vosotros sois la sal de la tierra... Vosotros sois la luz del mundo» (Mateo 5, 13-14).

Con María hacia la Pascua
3. Mientras pensamos en estas próximas citas eclesiales, la mirada se proyecta ya hacia la Semana Santa, y hacia los solemnes ritos del Triduo Pascual.

Que la Virgen María nos acompañe en estos últimos días de Cuaresma y nos haga experimentar su consoladora protección. Que todo creyente encuentre en ella una guía dulce y fuerte para encontrarse con renovado fervor con Cristo, en el misterio de su muerte y resurrección.

Día 19 de Marzo FIESTA en la Comunidad de Madrid

Día 19 Solemnidad: San José, esposo de la Virgen María


Evangelio: Mt 1, 16.18-21.24a Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús llamado Cristo.
La generación de Jesucristo fue así: María, su madre, estaba desposada con José, y antes de que conviviesen se encontró con que había concebido en su seno por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, como era justo y no quería exponerla a infamia, pensó repudiarla en secreto. Consideraba él estas cosas, cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo:
—José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que en ella ha sido concebido es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.
Al despertarse, José hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado.

El hombre en quien Dios confió

José, esposo de María


Queremos celebrar con la mayor solemnidad que podamos a san José, esposo de la Santísima Virgen. Nos alegramos en su fiesta al contemplar que, a un hombre sencillo, se quiso confiar Dios cuando tomó nuestra carne: el Señor confía, valora las capacidades humanas, los deseos sinceros de amar de José, de serle fiel. Por eso, en este día deseamos aprender, primero de Dios que quiso contar con sus criaturas –fiado de ellas– para llevar a cabo su plan de Redención: la empresa más grande jamás pensada. También aprendemos de José que no defraudó a Quien había depositado en él su confianza.

Jesús recibió, de modo especial hasta su madurez, los cuidados de José. El que era su padre ante la ley le transmitió su lengua, su cultura, su oficio... Pensemos en tantos rasgos del carácter de Jesús que serían de José, como sucede de ordinario en las familias. La relación que Dios quiso entre el Santo Patriarca y el Verbo encarnado pone de manifiesto hasta qué punto Dios valora al hombre. Somos ciertamente muy poca cosa, apenas nos cuesta reconocerlo, al contemplar la fragilidad e imperfección humanas, sin embargo, Dios, no sólo ha tomado nuestra carne naciendo de una mujer, sino que se dejó cuidar en todo en su primera infancia por unos padres humanos; y luego, algo mayor, aprendió –como decíamos–, quizá sobre todo de su padre, José, las costumbres y tradiciones propias de su región, de su país, de su cultura... Jesús aprendió de José de modo especial el oficio y así era conocido como el artesano o el hijo del artesano.

Pero para entonces, cuando Jesús comenzó a ser conocido en Israel, muy posiblemente José habría fallecido. Las narraciones evangélicas no lo mencionan durante la vida pública del Señor. En su infancia, sin embargo, y antes incluso de su nacimiento, sí que nos hablan de José y de su fidelidad.

Estando desposado con la Santísima Virgen y comprendiendo que Ella esperaba un hijo sin que hubieran convivido, como era justo y no quería exponerla a infamia, pensó repudiarla en secreto. Así manifiesta su virtud: decidió retirarse del misterio de la Encarnación sin infamar a Nuestra Madre y fue necesario que un ángel le dijera: José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, pues lo que en ella ha sido concebido es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.

José es justo, como dice el evangelista, y Dios puede contar con él. No se escandaliza el Santo Patriarca de la concepción milagrosa de María, sino que se dispone, por el contrario, a hacer como el ángel le indica: al despertarse José hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su esposa. Y, sin que la hubiera conocido, dio ella a luz un hijo; y le puso por nombre Jesús. Y así comienza su misión de padre del Redentor según el plan divino. Una tarea sobrenatural –como deben ser todas las tareas humanas– que vivió confiando en Dios mientras veía que Dios había confiado en él.

Tras la visita de los Magos, cuando humanamente podría parecer que las circunstancias mejoraban después de los accidentados sucesos en torno al nacimiento del Niño, un ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y estate allí hasta que yo te diga, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo. El se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y huyó a Egipto. Allí permaneció hasta la muerte de Herodes. No sabemos cuánto tiempo permaneció en Egipto con Jesús y María; el suficiente, en todo caso, para que debiera instalarse establemente en un país extraño, emplearse en una ocupación para mantener a la familia, aprender posiblemente un nuevo idioma, otras costumbres..., y sin saber hasta cuándo..., pues el ángel sólo le había dicho: estate allí hasta que yo te diga... Nuevamente resplandecen la fe y la fidelidad de José.

En su fiesta, nos encomendamos al que fue siempre fiel a Dios, al que contó en todo con la confianza de su Creador. Le pedimos nos consiga de la Trinidad la gracia de una fe a la medida de la suya cuando cuidaba de Jesús y de María; una fe que nos lleve a sentirnos más responsables con Dios, que también se hace presente en nuestra vida y confía en el amor de cada uno.

Pasa el tiempo en Egipto..., Herodes muere y se le indica que vuelva a Israel. Sólo lo veremos ya, junto a María, en aquel viaje, también con
el Niño de doce años, a Jerusalén; padeciendo lo indecible porque Jesús está perdido, a pesar de que José habría previsto con su Esposa todos los detalles para evitar contratiempos. En todo caso, siendo José el cabeza de familia, sentiría un particular dolor mientras Jesús estuvo perdido. Pero
al cabo de tres días, lo encontraron en el Templo, sentado en medio de los doctores, escuchándoles y preguntándoles.

Que queramos sentir también un dolor vivo por la ausencia de Dios en nuestra vida cuando no lo vemos en nuestros quehaceres y que queramos también, con la ayuda de la Santísima Virgen, como José, no parar hasta encontrarlo.

El rey Luis XIV consagra Francia a San José Conocemos el Voto de Luis XIII (rey de Francia), consagrando su país a la San...