lunes, 10 de septiembre de 2012

Texto Carta pastoral Sr. Obispo de Avila 450 aniversario Fundación Convento San José



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ÍNDICE
Presentación
Introducción
Testimonios sobre San José
Capítulo I: San José, una planta semejante a la mostaza
1. ¿CÓMO GERMINÓ LA SEMILLA DE LA REFORMA?
1.1. Doña Teresa de Ahumada, monja de la Encarnación
1.2. Gracias especiales del Señor preparan a la reformadora
1.3. Los dones que Dios otorga a Teresa son para distribuirlos
1.4. Comienza a fraguarse el convento de San José
1.5. El mismo Señor interviene
1.6. Le asesoran los Santos de su tiempo
1.7. Comenzada la obra, nace la oposición
1.8. El Señor quiere el convento y la consuela
1.9. Por fin se compra una casa, futuro convento
1.10. Nuevas intervenciones del cielo
1.11. Un viaje a Toledo inesperado, para bien
1.12. San Pedro de Alcántara apoya el nuevo estilo de vida
1.13. De vuelta en Ávila para terminar el convento
1.14. El “no” y el “sí” del Obispo de Ávila
2. LA SEMILLA BROTA Y SE HACE VISIBLE
2.1. Todo preparado para la inauguración de San José
2.2. Mañana de San Bartolomé de 1562
2.3. Poco duró el gozo
2.4. La Madre Teresa vuelve a su casa de San José
2.5. Una vida fraterna
3. LA PLANTA FLORECE
¿Por qué y para qué San José?
3.1. Aprovechar almas
3.2. Seguir los consejos evangélicos con toda la perfección
3.3. Colegio de Cristo
3.4. Que amor saca amor
3.5. Ir muy adelante en todas las virtudes
3.6. No sólo de ser monjas, sino ermitañas
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3.7. Tratar de amistad… con quien sabemos que nos ama
3.8. Parecíame andar siempre a mi lado Jesucristo
3.9. Para que se guardase esta Regla de nuestra Señora y
Emperadora
3.10. Debéis esforzaros en estar alegres con las Hermanas
3.11. Para escribir algunas cosas de oración
3.12. Me dijo que era esta casa paraíso de su deleite
3.13. Esta casa es un cielo, si le puede haber en la tierra
3.14. Quería yo persuadir a todos fuesen devotos de este glorioso
Santo
4. LA PLANTA PRODUCE ABUNDANTES FRUTOS
4.1. Espera un poco, hija, y verás grandes cosas
4.2. Nos iremos todos a Ávila, que allá nos hemos de ir a enterrar
Capítulo II ¿QUE NOS DICE EL CONVENTO DE SAN JOSÉ HOY?
1. Nos recuerda el valor de la vida contemplativa
2. Nos recuerda la necesidad de ser files a la vida consagrada
3. Nos recuerda la necesidad de ser verdaderos cristianos
4. Nos recuerda la necesidad de la oración
5. Nos anima a sentir y comprometernos con la Iglesia
6. Nos anima a leer sus escritos de plena actualidad
7. Nos anima a ser devotos de San José
8. Responder con generosidad a la llamada
9. Visitar el Convento de San José
EPÍLOGO
Último elogio a San José
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450 AÑOS DE LA FUNDACIÓN DE SAN
JOSÉ DE ÁVILA Y LA REFORMA DEL
CARMELO POR SANTA TERESA DE
JESÚS
Presentación
Queridos abulenses:
Esta carta pastoral nace de una invitación que la Madre Julia de la
Madre de Dios, Priora del convento de S. José, me hizo ante la
comunidad y su capellán en el locutorio: “Sr. Obispo, Ud. no
puede dejar pasar el 450 aniversario de la fundación de esta casa
sin escribir una carta sobre este convento”. La invitación me
pareció muy oportuna por el valor incalculable del convento
desde muchos puntos de vista: la gracia de la Reforma que en él
se gestó, la vida permanente de las Hermanas desde su
fundación, el fundamento de todo que no es otro sino Dios vivo
arraigado y manifestado en la persona de Santa Teresa de Jesús
y en sus hijas. San José es la gran obra en que quedó plasmada
la personalidad de la Santa. Esta efeméride es una ocasión
providencial para actualizar tan importantes gracias.
Las presentamos hoy como “buena noticia” en un tiempo en que
la Iglesia universal, siguiendo a Su Santidad Benedicto XVI,
promueve la Nueva Evangelización; y particularmente en orden a
la celebración del Año de la Fe, que comienza en octubre
próximo. La puerta de la fe, que introduce en la vida de comunión
con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta
para nosotros (Porta fidei 1). La Madre Teresa, en el siglo XVI,
vivió una intensa vida de fe, hizo una proclama valiente, ardorosa,
con el testimonio de su vida y de sus escritos, con su fundación
del Carmelo de S. José y otros 17 conventos, que bien pudo
llamarse entonces “nueva evangelización”. Estáse ardiendo el
mundo, quieren tornar a sentenciar a Cristo, quieren poner su
Iglesia por el suelo. No, hermanas mías, no es tiempo de
tratar con Dios negocios de poca importancia (C 1,5). En su
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tiempo ella evangelizó con nuevo ardor, nuevos métodos y nueva
expresión. Hoy tenemos la oportunidad de afrontar una nueva
evangelización en los comienzos del siglo XXI, en ambientes
hoscos para la fe y para la experiencia de vida cristiana, no
menores a los que vivió Santa Teresa.
Por eso, al escribir esta carta pastoral me planteo los siguientes
objetivos:
En primer lugar, dar gracias a Dios por el don que ha concedido
a la Iglesia de Dios que peregrina en Ávila, a la Iglesia universal y
a la entera humanidad en la persona de Santa Teresa y en su
obra más visible: la Reforma llevada a cabo en el convento de S.
José.
También os propongo bien sea recordar, bien sea conocer los
pasos que dieron origen a esta luminosa obra actualizando la
peripecia de la fundación de San José gestada por la Santa.
Existen libros que describen con mayor fundamento que el mío la
personalidad de la Santa y el origen de su obra principal, San
José. Sólo pretendo facilitar una síntesis histórica de esta obra
como alimento de vida interior y con el fin de compartir nuestros
sentimientos y acrecentar la comunión dentro de nuestra Iglesia
de Ávila en una efeméride tan señalada.
Procuraré destacar la gracia extraordinaria, difícilmente
abarcable, que entraña toda la experiencia humana, cristiana,
oracional, contemplativa y creadora de Teresa de Jesús. Valores
que se han conservado vivos en las Hermanas que habitan esta
casa.
Finalmente, deseo ofrecer a los abulenses y lectores de esta carta
los valores teresianos como una buena noticia, un servicio de
nueva evangelización, por la que personas de diferente condición
puedan descubrir o saborear un camino de gozo y plenitud de
vida que encontramos en el testimonio de Teresa de Jesús y en
sus hijas, que es transmitido con una fuerza irresistible, y que
viene del mismo Dios hecho Humanidad Sacratísima en
Jesucristo.
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Respecto a su estructura, la carta tiene dos partes, una
introducción y un epílogo. La introducción centra el contenido de
la carta; el primer capítulo expone la historia de los orígenes de S.
José, y el segundo ofrece una reflexión sobre la posible
aplicación del espíritu de Teresa de Jesús en la actualidad.
El relato de los orígenes del convento está tejido con escritos de
la Santa. Por tanto, es Teresa misma quien nos narra el comienzo
de la Reforma con sus palabras y su estilo propio, con su belleza,
con su inteligencia y su ardor interior. Es ella quien nos habla
personalmente. Os invito a que entabléis una relación personal
con ella y bebáis de esa fuente inagotable de sabiduría que es la
palabra y el magisterio de Teresa de Jesús, a quien el Señor
enriqueció con virtudes extraordinarias y reveló importantes
misterios de su amor, con los que enriquece a los lectores de
todos los tiempos.
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Introducción
El monasterio de Carmelitas Descalzas de San José de Ávila es la
Casa-Madre del Carmelo Teresiano, obra cumbre de la Santa
abulense, es su casa, lugar donde comenzó la Reforma del
Carmelo el 24 de agosto de 1562. En esta obra suya plasmó su
ideal de vida religiosa. En esta casa Teresa puso en práctica lo
que el Señor le había pedido, cuanto le fue inspirando para
responder a las necesidades de la Iglesia en su tiempo. El 24 de
agosto se cumplen 450 años de la fundación de este convento.
Por eso os invito a bendecir al Señor y a darle gracias por el
testimonio de "vida escondida con Cristo en Dios" (Col 3.3) de
estas Hijas de Santa Teresa de Jesús y de esta casa de San José
de Ávila. El presente año 2012 ha de ser un tiempo para el
reconocimiento y la gratitud por la vida contemplativa, el modelo
ejemplar de vida, y en particular por las oraciones y sacrificios
que durante siglos las Hermanas han hecho en favor de nuestra
Diócesis y de toda la Iglesia.
El convento de San José es un rincón muy especial para la
ciudad de Ávila, para la Orden del Carmelo y para la Iglesia
universal. En él podemos sentir la presencia y el espíritu de Santa
Teresa. En esta casa llevó a cabo, al pie de la letra, el deseo
expresado en sus famosos textos: Parecíame que mil vidas
pusiera yo para remedio de un alma de las muchas que allí se
perdían. Y como me vi mujer y ruin e imposibilitada de
aprovechar en lo que yo quisiera en el ser servicio del Señor,
y toda mi ansia era, y aún es, que pues tiene tantos enemigos
y tan pocos amigos, que ésos fuesen buenos, determiné a
hacer eso poquito que era en mí, que es seguir los consejos
evangélicos con toda la perfección que yo pudiese y procurar
que estas poquitas que están aquí hiciesen lo mismo,
confiada en la gran bondad de Dios, que nunca falta de
ayudar a quien por él se determina a dejarlo todo; y que
siendo tales cuales yo las pintaba en mis deseos, entre sus
virtudes no tendrían fuerza mis faltas, y podría yo contentar
en algo al Señor (C 1,2).
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Lo que celebramos este año no sólo es el aniversario de la
inauguración de un edificio, el primer convento dedicado a San
José, sino una nueva forma de vida, simbolizada en la descalcez.
De él, Teresa será la santa monja conventual y Madre priora hasta
la hora de su muerte en Alba de Tormes el 4 de octubre de 1582.
Es ésta una casa para la oración, una casa para vivir escondidas
en Dios, una casa de paz que ahora celebra los 450 años de su
fundación: 1562-2012. Por otra parte, este año habrá de ser un
prólogo extraordinario a los 500 años del nacimiento de Santa
Teresa que pronto nos dispondremos a conmemorar: 1515-2015.
Testimonios sobre el convento de San José.
En el capítulo introductorio parece oportuno hacer memoria de
algunos comentarios referentes a la Fundación de San José.
Resumo algunos testimonios muy cualificados para entender la
importancia y el valor singular del lugar donde aconteció la
Reforma del Carmelo. Así vieron ellos esta obra.
El Señor en revelación
Permítase comenzar con la manifestación que el mismo Señor
hizo a la Santa sobre el futuro glorioso de esta casa: Que se
serviría mucho en él, y que se llamase San José, y que a la
una puerta nos guardaría él (san José) y nuestra Señora la
otra, y que Cristo andaría con nosotras, y que sería una
estrella que diese de sí gran resplandor (V 32,11). Entendí
cuán alto grado de gloria daría el Señor a las de esta casa (V
36,24). Una vez entendí: "Tiempo vendrá que en esta iglesia
se hagan muchos milagros; llamarla han la iglesia santa". Es
en San José de Ávila, año de 1571 (R 22). Una vez estando en
oración me dijo, que era esta casa paraíso de su deleite (V
35,12).
Santa Teresa de Jesús
Con palabras muy expresivas describe lo que fue para ella el
primer convento de su Reforma: Esta casa es un cielo, si le
puede haber en la tierra, para quien se contenta sólo de
contentar a Dios y no hace caso de contento suyo (C 13,17).
Me dio gran consuelo de haber hecho lo que tanto el Señor
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me había mandado, y otra iglesia más en este lugar (Ávila), de
mi padre glorioso San José, que no la había (V 36,6). Cinco
años después de la fundación de San José de Ávila estuve en
él, que, a lo que ahora entiendo, me parece serán los más
descansados de mi vida, cuyo sosiego y quietud echa harto
menos muchas veces mi alma (F 1,1). Importó tanto el no me
tardar un día más para lo que tocaba al negocio de esta
bendita casa, que yo no sé cómo pudiera concluirse si
entonces me detuviera. ¡Oh grandeza de Dios!, muchas veces
me espanta cuando lo considero y veo cuán particularmente
quería Su Majestad ayudarme para que se efectuase este
rinconcito de Dios, que yo creo lo es, y morada en que Su
Majestad se deleita (V 35,12). Palomarcito de la Virgen nuestra
Señora (F 4,5).
San Pedro de Alcántara
Ayudó a Santa Teresa de manera decisiva en la fundación de San
José como instrumento para la Reforma. Aún pudo, en agosto de
1562, ver y bendecir la casita ya preparada para la próxima
inauguración del 24 de agosto, cuando, según los biógrafos del
Santo, exclamó: “Verdaderamente es propia esta casa de San
José, porque en ella se me representa el pequeño hospicio de
Belén” 1
La Venerable Madre Isabel de Santo Domingo
Fue una de las primeras carmelitas de esta casa y dejó un
testimonio admirable sobre lo maravilloso que es este convento:
“Habíase de cumplir una profecía de la Santa Madre Teresa de
Jesús, en orden a su Monasterio de Ávila; Primera Fundación de
esta nueva reforma; Mayorazgo de todos sus hijos, que se llevó
las primicias del espíritu, de este cúmulo de santidad, que ha
ilustrado al mundo en nuestros tiempos, y enriquecido el Cielo en
los siglos de los siglos; Estrella de primera magnitud, de nuevo y
admirable resplandor, Palacio de dos puertas con tan bellos
alcaides, que para su defensa tiene en la primera a la Virgen
Santísima, y en la segunda a su glorioso esposo, y en vela dentro
1 Jiménez Duque Baldomero, San José: Casa–Madre del Carmelo
Teresiano, Ávila 1994, p. 37).
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de él a Cristo; Rinconcito de Dios; Morada de su Majestad;
Paraíso de sus deleites”. 2
Julián de Ávila
Fue su primer capellán y estuvo presente en la inauguración de
San José; lo describe de este modo: “representaba bien el
portalico de Belén”. 3
El Beato Juan Pablo II
Visitó la ciudad de Ávila y este convento el día primero de
noviembre de 1982. Afirmaba en la solemne Eucaristía, celebrada
en el lienzo norte de la muralla ante un gran gentío: “Aquí en Ávila
se cumplió, con la fundación del monasterio de San José, al que
siguieron las otras 16 fundaciones suyas, un designio de Dios para
la vida de la Iglesia. Teresa de Jesús fue el instrumento
providencial, la depositaria de un nuevo carisma de vida
contemplativa que tantos frutos tenía que dar, para que cada
monasterio de carmelitas descalzas sea “rinconcito de Dios”,
“morada” de su gloria y “paraíso de su deleite”. Teresa de Jesús
“buscó y encontró a Cristo”, fue “luz de su Iglesia” y exhortó a
religiosos y religiosas a “seguir los consejos evangélicos con toda
la perfección” para ser “siervos del amor; San José, primer
palomarcito teresiano, de donde salió Teresa, como “andariega de
Dios”, a fundar a toda España”. 4
Don Baldomero Jiménez Duque
Director espiritual y Rector del seminario de Ávila entre 1940 y
1965, gran conocedor de la Santa y del convento, enamorado de
la espiritualidad carmelita, decía: “San José es el más alto lugar
teresiano de Ávila, un alto lugar de espíritu. Es la obra de Teresa
de Jesús. Su ideal monástico y espiritual encarnado. Es
sencillamente su casa. Es la casa-madre, la sagrada fuente del
Carmelo teresiano para todo el mundo. Uno de los hitos de la
espiritualidad del cristianismo universal”. 5
2 Lanuza, Miguel Bautista, Vida de la bendita Madre Isabel de Santo
Domingo, Libro I, cap. XI, p. 76-77
3 Julián de Ávila, Vida de Santa Teresa, parte segunda, cap. VIII, p. 120
4 Juan Pablo II, homilía, Solemnidad de Todos los Santos, Ávila 1982
5 Jiménez Duque Baldomero, Guía teresiana, Madrid 1981, p. 34).
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Las monjas de San José
En el epílogo de un precioso libro escrito por ellas sobre el
convento, lo valoran de este modo: “Hay lugares en el mundo
como Asís, Loyola, Claraval o Siena cuyos nombres inmortales
están asociados irrevocablemente a la figura y a la obra de un
Santo que allí nació, vivió o implantó un nuevo movimiento
espiritual en la Iglesia. Espacios sagrados cuya sola presencia en
el mundo es como una luz en la noche. Manantiales de agua
limpia y transparente que continúan saciando el ansia de Dios de
miles de corazones sedientos. Santuarios del espíritu que atraen la
devoción de peregrinos y gentes de toda condición, buscadores
de la verdad y de la felicidad. Entre estos lugares está el
Monasterio de San José de Ávila, Cuna de la Reforma Teresiana.
San José es el santuario teresiano por excelencia, el lugar
vinculado de manera definitiva a la vida y obra de Santa Teresa de
Jesús. Por eso su papel en la historia y en la Iglesia no pueden ser
otro que el de custodiar, defender y potenciar de todas las
maneras posibles la herencia teresiana, ofreciendo al mundo un
testimonio silencioso pero eficaz de fidelidad al carisma de su
Fundadora”. 6
Existen libros escritos sobre la fundación de San José y muchas
vidas de la Santa que la explican con detalle. Pero la fuente
principal y la más clara es, sin duda, el relato que hace ella
misma, su Fundadora. Las fuentes propias de sus escritos están
en el Libro de la vida, capítulos 32-36, en los dos primeros de las
Fundaciones y en el capitulo 32, en los tres primeros del Camino
de Perfección, obra que escribió en su misma celda, y en sus
cartas que ofrecen diversos aspectos. Para conocer bien la
fundación de San José lo mejor es leer y releer las palabras de la
Santa que nos sitúan en el ambiente humano, social y espiritual
en que vivió la Fundadora. Nadie mejor que la autora, narrando
con su puño y letra la historia repetidas veces en sus escritos,
puede informarnos sobre esta casa y su forma de vida.
6 Carmelitas Descalzas de San José de Ávila, Teresa de Jesús vive hoy,
p. 114
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Capítulo I: S. José, una planta semejante a
la mostaza.
Los orígenes de S. José nos recuerdan la imagen evangélica del
grano de mostaza, al que Jesús relaciona con el Reino de Dios:
“El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno
toma y siembra en su campo; aunque es la más pequeña de las
semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un
árbol hasta el punto de que vienen los pájaros del cielo a anidar en
sus ramas” (Mt 13,31-32). La parábola destaca el contraste entre
los comienzos modestos, insignificantes del reino de Dios y el
maravilloso final. Por otra parte, el dinamismo interno de la planta
que comienza de forma tan insignificante, nos lleva a mantener la
confianza en el poder del Espíritu que impulsa tan importante
obra.
De modo semejante, la Reforma del Carmelo que aconteció con
la puesta en marcha del convento de S. José y tuvo su comienzo
en una minúscula casa de un barrio a las afueras de la ciudad de
Ávila, hoy se extiende a los cinco continentes alcanzando un
número aproximado de 800 conventos de clausura. Estos
conventos son fuente inagotable de sabiduría, de experiencia de
vida en Cristo, de oración y contemplación. Es el dinamismo de la
gracia que entraña el proyecto creador de Teresa de Jesús.
Ciertamente, lo que decimos de la comunidad de San José
podríamos decirlo de los carmelos nacidos de este tronco común.
1 ¿CÓMO GERMINÓ LA SEMILLA DE LA REFORMA?
1.1. Doña Teresa de Ahumada, monja de la Encarnación.
Sucedió tras un largo proceso, que empezó con sus andanzas de
niña en su casa natal, donde Teresa jugaba a ser monja: Gustaba
mucho, cuando jugaba con otras niñas, hacer monasterios,
como que éramos monjas, y yo me parece deseaba serlo (V
1,6).
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Después del gran dolor sufrido, a los 12 años, por haber perdido
a su madre del alma y haber tenido la dulce experiencia de
dirigirse a la Virgen de la Caridad, de quien ya nunca le faltó su
protección maternal: Acuérdome que cuando murió mi madre
quedé yo de edad de doce años, poco menos. Como yo
comencé a entender lo que había perdido, afligida fuime a
una imagen de nuestra Señora y supliquéla fuese mi madre,
con muchas lágrimas. Paréceme que, aunque se hizo con
simpleza, que me ha valido; porque conocidamente he
hallado a esta Virgen soberana en cuanto me he
encomendado a ella y, en fin, me ha tornado a sí (V 1,7);
después de haber pasado un tiempo en el convento de Gracia, a
los 16 años con las monjas agustinas, lugar elegido por su padre
para que Teresa pudiera poner en orden sus ideas y sentimientos,
y habiendo acertado con tal experiencia: Estuve año y medio en
este monasterio harto mejorada. Comencé a rezar muchas
oraciones vocales y a procurar con todas me encomendasen
a Dios, que me diese el estado en que le había de servir. Mas
todavía deseaba no fuese monja, que éste no fuese Dios
servido de dármele, aunque también temía el casarme. A
cabo de este tiempo que estuve aquí, ya tenía más amistad
de ser monja, aunque no en aquella casa (V 3,2); después de
todo esto, a los 20 años, sin haber estado plenamente
convencida de llegar a consagrarse al Señor, entró en el
monasterio de la Encarnación.
Era el día 2 de noviembre de 1535, conmemoración de los Fieles
Difuntos. Salió de su casa, atravesó la puerta del Carmen de la
muralla y llegó a la puerta de la Encarnación. Le costó mucho
decidirse a entregarse plenamente al Señor, así lo confiesa ella:
Cuando salí de casa de mi padre no creo será más el
sentimiento cuando me muera. Porque me parece cada
hueso se me apartaba por sí, que, como no había amor de
Dios que quitase el amor del padre y parientes, era todo
haciéndome una fuerza tan grande que, si el Señor no me
ayudara, no bastaran mis consideraciones para ir adelante.
Aquí me dio ánimo contra mí, de manera que lo puse por obra
(V 4,1).
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Sin embargo en Teresa, como sucede en otras muchas
vocaciones consagradas, después de la lucha y el esfuerzo en
determinarse para seguir la llamada del Señor, Él recompensó
abundantemente su generosidad. Después, jamás se arrepintió
de su decisión: Yo nunca supe qué cosa era descontento de
ser monja, ni un momento en veinte y ocho años y más que
ha que lo soy (V 36,10). En aquel convento y en aquellos años, se
gestaría el proyecto de la Reforma del Carmelo, la fundación del
convento de San José de Ávila.
1.2. Gracias especiales del Señor preparan a la reformadora.
Llevaba tres años en la Encarnación cuando cayó enferma muy
grave: Dióme aquella noche un mal que me duró estar sin
ningún sentido cuatro días, poco menos. En esto me dieron el
Sacramento de la Unción y cada hora o momento pensaban
expiraba y no hacían sino decirme el Credo, como si alguna
cosa entendiera. Teníanme a veces por tan muerta, que hasta
la cera me hallé después en los ojos (V 5,9).
Entre tanto vivía en un estado de tibieza, de enfriamiento en la
oración, de mucho trato con seglares en los locutorios y poco
recogimiento. Aunque, confiesa, nunca llegó a cometer pecado
grave. Escribe refiriéndose a este tiempo de su vida: Estando en
muchas vanidades, aunque no de manera que, a cuanto
entendía, estuviese en pecado mortal en todo este tiempo
más perdido que digo (V 7,13). Así pasó en la Encarnación más
de 20 años, luchando entre lo atractivo de Dios y lo tentador del
mundo: Pasé este mar tempestuoso casi veinte años, con
estas caídas y con levantarme y mal pues tornaba a caer y en
vida tan baja de perfección, que ningún caso casi hacía de
pecados veniales, y los mortales, aunque los temía, no como
había de ser, pues no me apartaba de los peligros. Sé decir
que es una de las vidas penosas que me parece se puede
imaginar; porque ni yo gozaba de Dios ni traía contento en el
mundo. Cuando estaba en los contentos del mundo, en
acordarme lo que debía a Dios era con pena; cuando estaba
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con Dios, las aficiones del mundo me desasosegaban. Ello es
una guerra tan penosa, que no sé cómo un mes la pude sufrir,
cuánto más tantos años (V 8,2).
En medio de un ambiente relajado, nacía en Teresa un deseo de
mayor perfección: Pensaba qué podría hacer por Dios, y pensé
que lo primera era seguir el llamamiento que su Majestad me
había hecho a religión, guardando mi regla con la mayor
perfección que pudiese. Y aunque en la casa donde estaba
había muchas siervas de Dios y era harto servido en ella, a
causa de tener gran necesidad salían las monjas muchas
veces a partes adonde con toda honestidad y religión
podíamos estar. Y también no estaba fundada en su primer
rigor la regla, sino guardábase conforme a lo que en toda la
orden, que es con bula de relajación, y también otros
inconvenientes, que me parecía a mí tenía mucho regalo, por
ser la casa grande y deleitosa (V 32,9).
Y en el fragor de aquella lucha Teresa recibió una serie de
gracias extraordinarias:
Ve a Cristo
El momento del cambio estaba cerca porque Jesucristo iba a salir
a su encuentro. El primer golpe de gracia tuvo lugar en el
locutorio de la Encarnación, metida de lleno en pasatiempos con
las visitas. Allí va a ver a un Cristo airado: Representóseme
Cristo delante con mucho rigor, dándome a entender lo que
de aquello le pesaba…. Yo quedé muy espantada y turbada, y
no quería ver más a la persona con la que estaba (V 7,6). Tuvo
después otras visiones en el locutorio que no produjeron el
cambio que ella necesitaba, hasta que el Señor volvió a salir a su
encuentro de un modo definitivo, un encuentro casual con una
imagen de Cristo: Pues ya andaba mi alma cansada y, aunque
quería, no le dejaban descansar las ruines costumbres que
tenía. Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una
imagen que habían traído allá a guardar, que se había
buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo
muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de
verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros.
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Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido
aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y
arrojéme cabe El con grandísimo derramamiento de lágrimas,
suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle
(V 9,1). Fue un encuentro providencial y decisivo.
Este suceso le afectaría hondamente y le llevaría a tomar un
nuevo rumbo, avanzando paulatinamente, encaminándose a la
santidad. Era muy clara su decisión de seguir y perseverar en el
Señor, que la enamoró y cambió radicalmente su vida: Después
que vi la gran hermosura del Señor, no veía a nadie que en su
comparación me pareciese bien ni me ocupase; que, con
poner un poco los ojos de la consideración en la imagen que
tengo en mi alma, he quedado con tanta libertad en esto, que
después acá todo lo que veo me parece hace asco en
comparación de las excelencias y gracias que en este Señor
veía (V 37,4).
Escucha a Cristo
Teresa de Jesús comienza no sólo a ver sino también a escuchar
al Señor. En la Encarnación oiría aquellas palabras: Ya no quiero
que tengas conversaciones con hombres, sino con ángeles (V
24,5). De este modo el Señor le daba luz sobre un problema que
le acuciaba continuamente: las relaciones humanas que no
ofendía a Dios, e incluso podían ser necesarias, pero que también
podían ser un obstáculo para alcanzar una plena entrega al
Señor. Y fue muy efectivo, según su confesión: Ello se ha
cumplido bien, que nunca más yo he podido asentar en
amistad, ni tener consolación ni amor particular, sino a
personas que entiendo que tienen a Dios y le procuran servir
(V 24,5). También el Señor le ofreció su consuelo mientras estaba
afligida: No tengas miedo hija, que soy yo, y no te
desampararé, no tengas miedo (V 25,18).
En este proceso de conversión de Teresa influyeron notablemente
las Confesiones de San Agustín que llegaron a sus manos:
Cuando llegué a su conversión y leí cómo oyó aquella voz en
el huerto, no me parece sino el Señor me la dio a mi, según
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sintió mi corazón; estuve por gran rato que toda me deshacía
en lágrimas, y entre mí mesma con gran aflicción y fatiga…
Paréceme que ganó grandes fuerzas mi alma de la Divina
Majestad, y devía oír mis clamores y haber lástima de tantas
lágrimas. Comenzóme a crecer la afición de estar más tiempo
con Él y a quitarme de los ojos las ocasiones, porque,
quitadas, luego me volvía a amar a Su Majestad (V 9,8.9).
Experimenta el amor de Cristo
Seguramente Teresa llega a la cima de la prueba del amor que el
Señor le tenía en la transverberación del corazón realizada por un
querubín; acontecimiento relacionado con la visión y con efectos
en su alma y en su cuerpo. Tuvo lugar en la capilla donde ahora
se celebra el culto diario. Un fenómeno místico que, según San
Juan de la Cruz, Dios hace a contadas almas, y la Santa lo
experimentó en varias ocasiones: Quiso el Señor que viese aquí
algunas veces esta visión: veía un ángel cabe mí hacia el lado
izquierdo, en forma corporal…, no era grande, sino pequeño,
hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los
ángeles muy subidos que parecen todos se abrasan. Deben
ser los que llaman querubines, que los nombres no me los
dicen; mas bien veo que en el cielo hay tanta diferencia de
unos ángeles a otros y de otros a otros, que no lo sabría
decir. Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del
hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía
meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las
entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me
dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan
grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos, y tan
excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que
no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos
que Dios. No es dolor corporal sino espiritual, aunque no deja
de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan
suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su
bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento (V 29,13).
Cristo la hace su esposa
17
Avanzando en el proceso de comunión con Cristo, en este tiempo
tuvo la dicha de recibir la gracia del matrimonio espiritual,
concedida por el Esposo de una forma original que anunciaba la
modalidad en que viviría esta unión esponsal. Teresa estaría
unida siempre a Cristo crucificado: Estando comulgando, partió
la Forma el padre fray Juan de la Cruz... (Jesús) dióme su
mano derecha y díjome: "Mira este clavo, que es señal de que
serás mi esposa desde hoy... mi honra es ya tuya y la tuya
mía” (CC 25). Por medio de estas visiones y encuentros con el
Señor, Él la fue disponiendo para la gran obra de la Reforma del
Carmelo, que habría de realizar en el futuro. Como suele suceder
en las obras de Dios, el Señor la preparó largamente, durante
treinta años, para la gran obra de la Reforma.
Una visión del infierno
Una visión del infierno le afectó profundamente, animándole con
decisión a asumir un vida de mayor exigencia y compromiso
personal: Yo quedé tan espantada y aun lo estoy ahora
escribiéndolo, con que ha casi seis años, y es ansí que me
parece el calor natural me falta de temor aquí donde estoy (V
32,5). En adelante perdió el temor a los sufrimientos, a las
contrariedades de la vida, todo le parecería nada en comparación
con el tormento del infierno: Pensé qué podría hacer por Dios y
pensé que lo primero era seguir el llamamiento que su
Majestad me había hecho a religión, guardando mi Regla con
la mayor perfección que pudiese. Y aunque la casa donde
estaba había muchas siervas de Dios y era harto servido en
ella… no estaba fundada en su primer rigor la Regla, sino
guardábase conforme a lo que en toda la Orden, que es con
bula de relajación, y también con otros inconvenientes, que
me parecía a mi tenía mucho regalo por ser la casa grande y
deleitosa (V 32,9). Aunque la Santa vivía gozosamente en la
Encarnación, no estaba satisfecha consigo misma pues su
conciencia le exigía una mayor perfección en respuesta al amor
de Dios y una vuelta al primer rigor del Carmelo.
18
1.3. Los dones que Dios otorga a Teresa son para
distribuirlos
Con la ayuda de algunos sacerdotes pudo encontrar luz a las
inquietudes que el Señor iba poniendo en su corazón y en sus
deseos. No fue fácil tarea ya que, al tratarse de una mujer que
recibía gracias especiales de parte de Dios por medio de visiones
y hablas, los confesores dudaban, llegando un momento en que
ningún sacerdote de Ávila se atrevía a aconsejarla.
Dios puso remedio a esta situación con la llegada a la ciudad del
jesuita Diego de Cetina, que la confortó al asegurarle que Dios
esperaba mucho de ella: Tratando con aquel siervo de Dios que
lo era, me animó mucho. Dijo ser espíritu de Dios muy
conocidamente, que era menester tornar de nuevo a la
oración… pues Dios me hacía tan particulares mercedes; que
qué sabía si por mis medios quería el Señor hacer bien a
muchas personas, y otras cosas (que parece profetizó lo que
después el Señor ha hecho conmigo); que tendría mucha
culpa si no respondía a las mercedes que Dios me hacía (V
23,16).
Al poco tiempo pasó por la ciudad otro jesuita, el P. Francisco de
Borja, con el que Teresa dialoga encontrando en él comprensión
y ayuda: díjome que era espíritu de Dios, y que le parecía no
era bien resistirle más... que siempre comenzase la oración
con un paso de la Pasión, y que si después el Señor me
llevase, no lo resistiese (V 24,4). Fue el inicio de una profunda
amistad que se fraguó en otros encuentros y en numerosas
cartas. Después Teresa cayó nuevamente enferma y salió del
convento para recuperarse, a casa de una parienta. Fue decisivo
el asesoramiento del P. Álvarez, que la confesaría durante seis
años. Le aconsejó que sometiera su proyecto al juicio de su
superior y le animó a que tomase la decisión de fundar.
En agosto de 1560 visitó Ávila providencialmente Fray Pedro de
Alcántara, y Teresa tuvo la ocasión de tratarle durante ocho días
en casa de Dª Guiomar. El santo franciscano, dotado de gran
claridad para las cosas de Dios, aprobaba su espíritu: Vi que me
19
entendía por experiencia, que era todo lo que yo había
menester... Me dio grandísima luz (V 30,4). Desde entonces
Pedro de Alcántara se convirtió en uno de los mejores consejeros
y valedores de la Santa. Su ayuda fue decisiva en la realización
del proyecto de Teresa.
1.4. Comienza a fraguarse el convento de San José
La celda de Teresa en la Encarnación, que actualmente se
muestra a los peregrinos, estaba siempre concurrida de monjas y
señoras que la visitaban. Una tarde de septiembre de 1560 se
encontraban reunidas dos sobrinas suyas y otras religiosas
amigas. Conversaban sobre una carta circular que había hecho
llegar Felipe II a los conventos, en la que exponía los daños
causados por los luteranos en Francia y en el resto de Europa, y
les pedía oraciones por la unidad de la Iglesia. Destacaban las
participantes en aquella tertulia el mucho bien que hacen los
buenos religiosos con su oración y sacrificios, recordaban cómo
vivían los ermitaños antiguos del Monte Carmelo, evocando la
figura del ya conocido por la Santa Fray Pedro de Alcántara, que
había reformado las Descalzas Reales, y añorando lo hermoso
que sería vivir en una comunidad semejante. Su sobrina María de
Ocampo, futura María Bautista, Priora de Valladolid, aseguraba
que si la Madre Teresa llegara a formar un monasterio similar, ella
colaboraría económicamente. También estaban Beatriz de
Cepeda y Juana Suárez interesándose por el tema de
conversación, y Dª Guiomar, que prometió muy decidida su
ayuda: Ofrecióse una vez, estando con una persona, decirme
a mí y a otras que si no seríamos para ser monjas de la
manera de las descalzas, que aun posible era poder hacer un
monasterio. Yo, como andaba en estos deseos, comencélo a
tratar con aquella señora mi compañera viuda que ya he
dicho, que tenía el mismo deseo. Ella comenzó a dar trazas
para darle renta, que ahora veo yo que no llevaban mucho
camino y el deseo que de ello teníamos nos hacía parecer que
sí (V 32,10).
20
De este modo sencillo, en una conversación ni del todo seria ni
del todo en broma, surgió la primera idea de lo que habría de ser
la Reforma. Teresa pensaba que el estilo de vida de los primeros
ermitaños sería preferible al que vivía en la Encarnación, no muy
adecuado para el recogimiento que sus amigas y ella misma
deseaban. Sin embargo no estaba plenamente convencida, pues
andaba satisfecha en la Encarnación por las ventajas que allí
encontraba. La idea le parecía acertada pero, de llevarse a cabo,
conllevaría muchos trabajos: Mas yo, por otra parte, como tenía
tan grandísimo contento en la casa que estaba, porque era
muy a mi gusto y la celda en que estaba hecha muy a mi
propósito, todavía me detenía. Con todo concertamos de
encomendarlo mucho a Dios (V 32,10).
Todo fue objeto de su deliberación y su oración. Por una parte le
detenían algunas cosas y por otra nacía en ella un gran deseo.
Encomendaron a Dios esta causa pensando que, si Él lo quería,
se cumpliría. Y, en efecto, el Señor lo quiso. Se puede decir que
ya empezaba a existir, al menos en la mente y en el deseo de
Teresa y sus compañeras, el convento de san José. Aquí brotó el
germen de la Reforma del Carmelo y la gloriosa Orden de
Carmelitas Descalzas y Descalzos, de la manera sencilla como
suele hacer Dios las cosas. Al final de su vida, la sobrina de la
Santa, María de Ocampo, recordaba estos comienzos: "Y
tratándose un día en la celda de nuestra Santa Madre Teresa de
Jesús –medio de burla- cómo se reformaría la Regla que se
guardaba en aquel monasterio, que era de Nuestra Señora del
Carmen de las mitigadas, y si se hiciesen unos monasterios a
manera de ermitañas, como lo primitivo que se guardaba al
principio de esta Regla que fundaron Nuestros Santos Padres
antiguos, yo salí a la parada gustando de la plática, y dije a la
Santa Madre que yo ayudaría con mil ducados para que se
comenzase. A la Santa le cayó tan en gusto estas razones y otras
que al propósito dije, que bastaba para alentarme, y así tuve no sé
cuanto esta buena inspiración”. 7
7 Rodríguez JL y Urrea J, Relación. Llamamiento a la religión, Valladolid
1982, p. 476
21
1.5. El mismo Señor interviene
Teresa se resistía, como vemos, ante la magnitud de la empresa y
sus consecuencias en el futuro, previendo con lucidez los graves
problemas que le sobrevendrían, y a pesar de contar con la ayuda
de María de Ocampo y la ilusión de Dª Guiomar de Ulloa. Aunque
verdaderamente, quien le encomendó la obra, le dio forma y
protectores para ejecutarla, y en el futuro habría de dar a la Iglesia
gran esplendor, fue el mismo Señor, pues si el Señor no
construye la casa, en vano se cansan los albañiles (Ps 126). Así, se
hizo necesaria la intervención del cielo para comenzar
definitivamente el convento de san José: Habiendo un día
comulgado, mandóme mucho Su Majestad lo procurase con
todas mis fuerzas, haciéndome grandes promesas de que no
se dejaría de hacer el monasterio, y que se serviría mucho en
él, y que se llamase San José, y que a la una puerta nos
guardaría él y nuestra Señora la otra, y que Cristo andaría con
nosotras, y que sería una estrella que diese de sí gran
resplandor, y que, aunque las religiones estaban relajadas,
que no pensase se servía poco en ellas; que qué sería del
mundo si no fuese por los religiosos; que dijese a mi confesor
esto que me mandaba, y que le rogaba El que no fuese contra
ello ni me lo estorbase (V 32,11).
Y puso manos a la obra. Como el Señor le mandaba que diera
cuentas de ello a su confesor, P. Baltasar Álvarez, así lo hizo,
quedando sorprendida de que el joven jesuita no se pusiera ni a
favor ni en contra, sino que le recomendase dar cuenta al P.
Provincial de la Orden. Veía oportuno consultar al superior este
asunto, dada la envergadura de la empresa que el Señor le pedía:
El no osó determinadamente decirme que lo dejase, mas veía
que no llevaba camino conforme a razón natural, por haber
poquísima y casi ninguna posibilidad en mi compañera, que
era la que lo había de hacer. Díjome que lo tratase con mi
prelado, y que lo que él hiciese, eso hiciese yo (V 32,13).
A Teresa le costaba trabajo revelarle el mensaje recibido del
Señor y recurrió a Doña Guiomar para que lo hiciera, dado su
ascendiente con el superior Provincial, P. Salazar. Este,
22
sorprendido, en principio dio la licencia y acogió favorablemente
la petición, prometiendo que aprobaría la casa de San José si
llegaba a término: Yo no trataba estas visiones con el prelado,
sino aquella señora trató con él que quería hacer este
monasterio. Y el provincial vino muy bien en ello, que es
amigo de toda religión, y diole todo el favor que fue menester,
y díjole que él admitiría la casa (V 32,13).
1.6. Le asesoran los santos de su tiempo
La Santa, teniendo experiencia de la luz que le daba en asuntos
del alma Fray Pedro de Alcántara, le escribe en espera de una
feliz respuesta, como así sucedió, infundiéndole mucho
entusiasmo para sus deseos de Reforma: Antes que lo
comenzásemos a tratar, escribimos al santo Fray Pedro de
Alcántara todo lo que pasaba, y aconsejónos que no lo
dejásemos de hacer, y diónos su parecer en todo (V 32,13).
También consultó con Luis Beltrán, P. Dominico canonizado en
el futuro, a quien conocía por los comentarios de los frailes del
convento de Santo Tomás. Éste, en una carta le responde:
“Madre Teresa: recibí vuestra carta, y porque el negocio sobre el
que me pedís parecer, es tan en servicio del Señor, he querido
encomendárselo en mis pobres oraciones y sacrificios, y esta ha
sido la causa de tardar en responderos. Ahora digo en nombre del
mismo Señor, que os animéis para tan grande empresa, que Él os
ayudara y favorecerá; y de su parte os certifico que no pasarán
cincuenta años que vuestra Religión no sea una de las más
ilustres que haya en la Iglesia de Dios, el cual os guarde. En
Valencia. Fr. Luís Beltrán”. 8 Este impulso del P. Dominico
coincidía con la promesa del Señor, al mandarla que llevase a
cabo la obra y que fundase, y que sería una estrella que diese
de sí gran resplandor (V 32,11). Felizmente la promesa se viene
cumpliendo con creces en los siglos de su existencia.
San Francisco de Borja, entre otros jesuitas.
8 Biblioteca Mística Carmelitana (BMC) II, p. 124
23
No se conservan las cartas que, después de entrevistarse en
Ávila, se escribieron Teresa de Jesús y Francisco de Borja, pero
debieron ser de gran ayuda para la fundación, e incluso para
conseguir el Breve de Roma. Dado que Francisco de Borja se
encontraba allí, ayudaría a conseguirlo de manera efectiva.
Otros santos varones
El primer capellán de San José fue Julián de Ávila. Tuvo gran
importancia en los comienzos del convento, e incluso fue
necesaria su presencia ya que en algún momento se quedó solo
ayudando a la Santa. Este es su testimonio: “Conocí a la santa
madre Teresa de Jesús poco antes que fundase la primera casa
de las descalzas de Ávila… En los principios de sus fundaciones y
gobierno de ellas no tenia personas que particularmente le
ayudasen y anduviese en semejantes negocios sino yo, porque
entonces no tenía la Madre a quien más fácilmente pudiese
mandar; lo uno, porque fui yo el primer capellán del monasterio de
Ávila; y lo otro porque, aun antes de que lo fuese, se sabía la
Madre muy bien lo hacía yo con muy buena voluntad, y ponía toda
la diligencia que yo podía en lo que me mandaba, porque tenía yo
entendido la ayudaba Dios muy particularmente en cuanto ponía
mano”. 9 La Madre Teresa reconoce la ayuda inestimable del
sacerdote en la carta que le escribe a su hermano Lorenzo:
Cualquier cosa puede hablar con Julián de Ávila, que es muy
bueno… A mi parecer: que es de los buenos clérigos que hay
ahí (Cta 179,8). Vuelve a confesar que es un siervo de Dios y
cuánto la ayudó siempre: A esto fue un clérigo muy siervo de
Dios y bien desasido de todas las cosas del mundo, y de
mucha oración. Era capellán en el monasterio adonde yo
estaba, al cual le daba el Señor los mismos deseos que a mí, y
así me ha ayudado mucho. Llámase Julián de Ávila (F 3,2).
Luego sigue consultando al P. Pedro Ibáñez, que acabó siendo
entusiasta del nuevo convento, y a otros. Todo apuntaba a que
era providencia divina. Teresa veía que, a pesar de las dificultades
que sobrevendrían, allí estaba la voluntad de Dios, no podía dudar
9 Declaración de Julián de Ávila: proceso informativo de Ávila, 24-abril-
1596, en BMC XVIII, p. 199
24
de que era inspiración divina: Yo sentí grandísima pena, porque
en parte se me representaron los grandes desasosiegos y
trabajos que me había de costar…, y, como veía comenzaba
cosa de gran desasosiego, estaba en duda de lo que haría.
Mas fueron muchas veces las que el Señor me tornó a hablar
en ello, poniéndome delante tantas causas y razones que yo
veía ser claras y que era su voluntad (V 32,12).
También consultó a los Padres Francisco de Salcedo y Gaspar
Daza, que se oponían en principio a la nueva fundación, con
sufrimiento de la Madre Teresa, hasta que acabaron convencidos
de que podría ser cosa de Dios: Aunque los medios le parecían
muy dificultosos y sin camino, rendía su parecer a que podía
ser cosa de Dios, que el mismo Señor le debía mover. Con
esto fuimos muy consoladas y con que algunas personas
santas, que nos solían ser contrarias, estaban ya más
aplacadas, y algunas nos ayudaban (V 32,18). Y otros más que
aparecen varias veces en sus escritos.
1.7. Comenzada la obra, nace la oposición
Se pusieron a buscar una casa y pidieron al Papa la licencia para
poder hacer el convento bajo la jurisdicción de la Orden del
Carmen, dado que su superior Provincial lo permitía. Sería una
casa muy pequeña que comprarían la Santa y Doña Guiomar en
el barrio de San Roque, donde hoy sigue en pie el convento: Y
estando en estos términos y siempre con ayuda de muchas
oraciones y teniendo comprada ya la casa en buena parte,
aunque pequeña...; mas de esto a mí no se me daba nada,
que me había dicho el Señor que entrase como pudiese, que
después yo vería lo que Su majestad hacía. ¡Y cuán bien que
lo he visto! Y así, aunque veía ser poca la renta, tenía creído
el Señor lo había por otros medios de ordenar y favorecernos
(V 32,18).
La compra había que hacerla correctamente, por lo que al día
siguiente deberían firmarse las escrituras. Lo preparaban con
gusto, Pues estando los negocios en este estado y tan al
25
punto de acabarse que otro día se habían de hacer las
escrituras (V 33,1). Todo parecía estar en orden y tanto la Madre
Teresa como Doña Guiomar daban por segura la nueva
fundación.
Lamentablemente, cuando se conoció la noticia en la
Encarnación y en la ciudad, una mayoría se puso en contra y
empezaron los comentarios, las críticas, el alboroto: No se hubo
comenzado a saber por el lugar, cuando no se podrá escribir
en breve la gran persecución que vino sobre nosotras, los
dichos, las risas, el decir que era disparate. A mí, que bien me
estaba en mi monasterio. A la mi compañera tanta
persecución, que la traían fatigada. Yo no sabía qué me
hacer. En parte me parecía que tenían razón (V 32,14).
También llegó la oposición por las sospechas sobre sus
revelaciones, origen del proyecto del futuro convento. Pero la
respuesta de Teresa fue la ironía y la inquebrantable adhesión a la
Iglesia: También comenzó aquí el demonio, de una persona en
otra, procurar se entendiese que había yo visto alguna
revelación en este negocio, e iban a mí con mucho miedo a
decirme que andaban tiempos recios y que podía ser me
levantasen algo y fuesen a los inquisidores. A mí me cayó
esto en gracia y me hizo reír, porque en este caso jamás yo
temí, que sabía bien de mí que en cosa de la fe contra la
menor ceremonia de la Iglesia que alguien viese yo iba, por
ella o por cualquier verdad de la sagrada Escritura, me
pondría yo a morir mil muertes (V 33,5).
Tal reacción hizo que el P. Provincial, hasta este momento a
favor, negase el permiso prometido: Fueron tantos los dichos y
el alboroto de mi mismo monasterio, que al Provincial le
pareció recio ponerse contra todos, y así mudó el parecer y
no la quiso admitir. Dijo que la renta no era segura y que era
poca, y que era mucha la contradicción. Y en todo parece
tenía razón; y, en fin, lo dejó y no lo quiso admitir (V 32,15).
Entonces el P. Baltasar Álvarez pide a la Santa que abandone la
idea por ser un sueño, contrariándola y afligiéndola en gran
manera. En vísperas de hacer la escritura, Teresa debía dejar de
26
pensar en ello y no intervenir más en aquel asunto, que era la
ilusión de su vida y lo que el Señor le había inspirado: Luego mi
confesor me mandó no entendiese más en ello, con que sabe
el Señor los grandes trabajos y aflicciones que hasta traerlo a
aquel estado me había costado. Como se dejó y quedó así,
confirmóse más ser todo disparate de mujeres y a crecer la
murmuración sobre mí (V 33,1). La Madre obedeció y guardó
silencio sin hablar de la fundación durante cinco o seis meses. No
quería faltar a la obediencia del confesor pero lo hacía con pesar
ya que creía desobedecer el mandato del Señor. Era una lucha
interna entre la obediencia al confesor y a la voz de Dios en su
conciencia. Pero el Señor, que le había ordenado realizarlo,
también abriría caminos.
1.8. El Señor quiere el convento y la consuela
Lo cuenta con claridad: Estando así muy fatigada
encomendándome a Dios, comenzó Su majestad a
consolarme y a animarme. Díjome que aquí vería lo que
habían pasado los santos que habían fundado las Religiones;
que mucha más persecución tenía por pasar de las que yo
podía pensar; que no se nos diese nada. Decíame algunas
cosas que dijese a mi compañera; y lo que más me espantaba
yo es que luego quedábamos consoladas de lo pasado y con
ánimo para resistir a todos. Y es así que de gente de oración y
todo, en fin, el lugar no había casi persona que entonces no
fuese contra nosotras y le pareciese grandísimo disparate (V
32,14). Doña Guiomar no estaba sometida a la obediencia como
la Santa y, sintiéndose libre y siendo muy activa, no se resistía a
abandonar aquel proyecto. En esta situación y ayudada por el P.
Ibáñez, escriben a Roma pidiendo facultades para fundar un
monasterio carmelita. Aunque el P. Provincial no lo autorizaba, la
Madre Teresa confiaba en la autoridad suprema del Santo Padre
para obtener la licencia, como así fue: El santo varón dominico
no dejaba de tener por tan cierto como yo que se había de
hacer; y como yo no quería entender en ello por no ir contra
la obediencia de mi confesor, negociábalo él con mi
27
compañera y escribían a Roma y daban trazas (V 33,4).
También intervendrían en la tramitación Fray Pedro de Alcántara y
Rodrigo de Cabrera.
1.9. Por fin se compra la casa, futuro convento.
Teresa seguía en silencio mientras deseaba de corazón
complacer al Señor que le había pedido llevar adelante San José:
Pues estuve en este silencio y no entendiendo ni hablando en
este negocio cinco o seis meses, y nunca el Señor me lo
mandó. Yo no entendía qué era la causa, mas no se me podía
quitar del pensamiento que se había de hacer (V 33,7). Aunque
las contradicciones crecían, compraron la casita, ya apalabrada, y
Teresa hizo venir de Alba a su hermana Juana y a su esposo Juan
de Ovalle con sus dos hijos a fin de que ellos figurasen como
compradores y vivieran en ella durante un tiempo, encargándose
de las obras de adaptación de la casa. Ellos figuraban como
compradores, pero era la Madre Teresa quien dirigía
discretamente la obra. Comenzó el Señor a tornarme a apretar
que tornase a tratar el negocio del monasterio y que dijese a
mi confesor y a este rector muchas razones y cosas para que
no me lo estorbasen (V 33,10).
Y así fue. Llegaron sus hermanos en agosto de 1561 y
comenzaron las obras que se alargaron porque uno de los muros
se vino abajo y los dineros faltaban, hasta que providencialmente
empezaron a llegar: Concertamos se tratase con todo secreto,
y así procuré que una hermana mía que vivía fuera de aquí
comprase la casa y la labrase como que era para sí, con
dineros que el Señor dio por algunas vías para comprarla, que
sería largo de contar cómo el Señor lo fue proveyendo (V
33,11). Se trataba de una casa muy pequeña para ser un
monasterio, pero suficiente según los planes de Dios: Hacíaseme
la casa muy chica, porque lo era tanto, que no parece llevaba
camino para ser monasterio, y quería comprar otra, ni había
con qué me hacer, que estaba junto a ella, también harto
pequeña, para hacer la iglesia. (V 33,12).
28
Para adquirir la casa Doña Guiomar hacía cuanto podía, que era
más bien poco. Mayores recursos recibió de su hermano Lorenzo
que le envió desde Perú 200 ducados, una considerable suma:
Espero en la majestad de Dios que ha de ganar vuestra
merced mucho delante del; porque es así cierto que a todos
los que vuestra merced envía dineros, les vino a tan buen
tiempo, que para mí ha sido harta consolación. Y creo que fue
movimiento de Dios el que vuestra merced ha tenido para
enviarme a mí tantos (Cta 2,1-2). También sirvieron de ayuda las
dotes de sus sobrinas Isabel de la Peña y Leonor de Cepeda, que
pretendían ingresar en el nuevo convento, y lo adelantaron para
las obras. Y el mismo San José la proveyó en sus necesidades:
Una vez estando en una necesidad que no sabía qué me
hacer ni con qué pagar unos oficiales, me apareció San José,
mi verdadero padre y señor, y me dio a entender que no me
faltarían, que los concertase. Y así lo hice sin ninguna blanca,
y el Señor, por maneras que se espantaban los que lo oían,
me proveyó (V 33,12).
1.10. Nuevas intervenciones del cielo en favor de la fundación
De nuevo el Señor
Como las casas que la Santa había comprado al clérigo Valvellido
eran viejas y pequeñas, ella intentaba comprar otras que estaban
al lado. Una vez más la intervención del Señor tuvo lugar: y
acabando un día de comulgar, díjome el Señor: Ya te he dicho
que entres como pudieres. Y a manera de exclamación
también me dijo: ¡Oh codicia del género humano, que aun
tierra piensas que te ha de faltar! ¡Cuántas veces dormí yo al
sereno por no tener adonde me meter! (V 33,12). Con este
aviso del Señor la Madre quedó convencida de continuar adelante
siguiendo el consejo del cielo. Era pequeño el sitio, pero como el
Señor lo quería, sería suficiente para empezar a dar gloria a Dios:
Quedé muy espantada y vi que tenía razón. Y voy a la casita y
tracéla y hallé, aunque bien pequeño, monasterio cabal, y no
curé de comprar más sitio, sino procuré se labrase en ella de
manera que se pueda vivir, todo tosco y sin labrar, no más de
29
cómo no fuese dañoso a la salud, y así se ha de hacer
siempre (V 33,12).
Ahora, Santa Clara
El 12 de agosto de 1561, fiesta de santa Clara de Asís, en la misa,
a la hora de comulgar, ésta se le apareció a Teresa dándole
animo y ofreciéndole su ayuda. En efecto, las clarisas ayudaron y
fueron estímulo de pobreza para las nuevas carmelitas desde su
cercano convento de “Las Gordillas”, que ha funcionado hasta su
traslado junto al convento de Santo Tomás en julio de 1989: El
día de Santa Clara, yendo a comulgar, se me apareció con
mucha hermosura. Me dijo que me esforzase y fuese adelante
en lo comenzado, que ella me ayudaría. Yo la tomé gran
devoción, y ha salido tan verdad, que un monasterio de
monjas de su Orden que está cerca de éste, nos ayuda a
sustentar. Y lo que ha sido más, que poco a poco trajo este
deseo mío a tanta perfección, que en la pobreza que la
bienaventurada Santa tenía en su casa, se tiene en ésta, y
vivimos de limosna (V 33,12).
También intervienen la Virgen y San José
El 15 de agosto fue Teresa al convento de Santo Tomás, regido
por los Padres Dominicos, y en una capilla del Santo Cristo junto
a un confesonario en el que tantas veces se había confesado ella,
tuvo una alentadora visión para seguir adelante con el proyecto:
Estando en estos mismos días, el de nuestra Señora de la
Asunción, en un monasterio de la Orden del glorioso Santo
Domingo, estaba considerando los muchos pecados que en
tiempos pasados había en aquella casa confesado y cosas de
mi ruin vida. Vínome un arrobamiento tan grande, que casi
me sacó de mí. Sentéme, y aun paréceme que no pude ver
alzar ni oír misa, que después quedé con escrúpulo de esto.
Parecióme, estando así, que me veía vestir una ropa de
mucha blancura y claridad, y al principio no veía quién me la
vestía. Después vi a nuestra Señora hacia el lado derecho y a
mi padre San José al izquierdo, que me vestían aquella ropa.
Dióseme a entender que estaba ya limpia de mis pecados.
Acabada de vestir, y yo con grandísimo deleite y gloria, luego
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me pareció asirme de las manos nuestra Señora: díjome que
la daba mucho contento en servir al glorioso San José, que
creyese que lo que pretendía del monasterio se haría y en él
se serviría mucho el Señor y ellos dos; que no temiese habría
quiebra en esto jamás, aunque la obediencia que daba no
fuese a mi gusto, porque ellos nos guardarían, y que ya su
Hijo nos había prometido andar con nosotras; que para señal
que sería esto verdad me daba aquella joya (V 33,14).
Con estas promesas del cielo, ¿cómo no continuar las obras de la
casa? Además, confiaba en que las ayudas seguirían siendo
frecuentes puesto que el mismo Señor estaba interesado. Por el
contrario, en el barrio de San Roque seguían las murmuraciones
sobre las obras y la Santa tenía sus miedos: Pues por mucho
cuidado que yo traía para que no se entendiese, no podía
hacerse tan secreto toda esta obra, que no se entendiese
mucho en algunas personas. Unas lo creían y otras no. Yo
temía harto que, venido el Provincial, si algo le dijesen de ello,
me había de mandar no entender en ello, y luego era todo
cesado (V 34,1).
1.11. Un viaje a Toledo inesperado, para bien
Dado que era obra de Dios fundar San José, Él mismo la habría
de llevar a término. Cuando todo estaba más complicado, en la
Navidad de 1561 Teresa recibe una orden del superior Provincial
para trasladarse a Toledo, al palacio de Doña Luisa de la Cerda:
Proveyólo el Señor de esta manera: que se ofreció en un lugar
grande, más de veinte leguas de éste, que estaba una señora
muy afligida a causa de habérsele muerto su marido.
Estábalo en tanto extremo, que se temía su salud (V 34,1).
Esta señora había pedido al P. Provincial que mandase venir a su
casa a la monja de Ávila con fama de santa y allá fue Teresa con
su compañera Juana Suárez, del convento de la Encarnación.
Pasó en Toledo los seis primeros meses de 1562. Allí se ganó el
afecto de Doña Luisa y de todos los de su casa, y entró en
contacto con lo más alto de la sociedad civil y eclesiástica de
31
España. Conoció a María Salazar, que con el tiempo sería una
de sus grandes colaboradoras, priora de Sevilla y fundadora en
Portugal, con el nombre de María de San José. También se
encontró con María de Yepes, más tarde novicia en las
Carmelitas de Granada, que caminaría a pie hasta Roma con el fin
de conseguir licencia para fundar un convento reformado (V 35,1-
2).
En Toledo Teresa recibió asimismo la visita de Fray Pedro de
Alcántara, en la segunda quincena de marzo, con quien tuvo
oportunidad de conversar sobre el futuro proyecto de reforma: En
este tiempo, por ruegos míos, porque esta señora no había
visto al santo Fray Pedro de Alcántara, fue el Señor servido
viniese a su casa, y como el que era bien amador de la
pobreza y tantos años la había tenido, sabía bien la riqueza
que en ella estaba, y así me ayudó mucho y mandó que en
ninguna manera dejase de llevarlo muy adelante. Ya con este
parecer y favor, como quien mejor le podía dar por tenerlo
sabido por larga experiencia, yo determiné no andar
buscando otros (V 35,5).
El parecer de Fray Pedro de Alcántara se ponía a su favor, y
aunque no faltó quien se opusiese, la Madre Teresa decidió
fundar San José sin rentas, viviendo en pobreza, de la
providencia de Dios y de los trabajos de las monjas. Era un
cambio para bien: Al principio que se comenzó este
monasterio a fundar…, no era mi intención hubiera tanta
aspereza en lo exterior ni que fuese sin renta, antes quisiera
hubiera posibilidad para que no faltara nada. En fin, como
flaca y ruin; aunque algunos buenos intentos llevaba más que
mi regalo (C 1,1). El viaje a Toledo, en definitiva, había sido
providencial: Díjome el Señor que no dejase de ir…; que,
aunque tuviese trabajos, se serviría mucho Dios, y que para
este negocio del monasterio convenía ausentarme hasta ser
venido el Breve…; que no temiese de nada, que El me
ayudaría allá (V 34,2).
32
1.12. San Pedro de Alcántara apoya el nuevo estilo de vida
Al volver Fray Pedro a Ávila, pone por escrito a la Madre lo que de
palabra le había dicho en Toledo, dándole razones decisivas para
fundar en pobreza: Otra vez me dijo que en la renta estaba la
confusión, y otras cosas en loor de la pobreza, y
asegurándome que a quien le servía no le faltaba lo necesario
para vivir; y esta falta, como digo, nunca yo la temí por mí (V
35,6). La carta está fechada en abril de 1562. Es importante leer
algunos trozos de la carta de Fray Pedro a la Madre Teresa: “me
espanté que vuestra merced ponía en parecer de letrados lo que
no es de su facultad; porque si fuera cosa de pleitos o caso de
conciencia, bien era tomar parecer de juristas y teólogos; mas en
la perfección de la vida, no se ha de tratar sino con quienes la
viven; y en los consejos evangélicos, no hay que tomar parecer, si
será bien seguirlos o no, o si son observables o no, porque es
ramo de infidelidad... Si vuestra merced quisiera seguir el consejo
de Jesucristo de mayor perfección en materias de pobreza, sígalo;
porque no se dio más a hombres que a mujeres, y él hará que le
vaya muy bien, como ha ido a todos los que le han seguido. Su
Majestad dé a vuestra merced luz para que entienda estas
verdades y las obre. No crea a los que dijeren lo contrario por falta
de luz, o por incredulidad…; porque son enemigos de llevar la
cruz de Cristo y no creen en la gloria que después de ella se
sigue. Fray Pedro. 10 Esta carta dio gran seguridad a Teresa sobre
el camino de perfección que habría de seguir y le quitó toda duda
respecto al estilo de pobreza para el nuevo monasterio: Y con
este parecer y favor, como quien mejor me lo podía dar -por
tenerlo sabido por larga experiencia- yo determiné no andar
buscando otros (V 35,5).
1.13. De vuelta en Ávila para terminar el convento
Los seis meses que Teresa faltó de Ávila fueron tiempo oportuno
para la fundación, incluso porque la gente del barrio de San
10 Liturgia de la Horas Propio de la Familia Franciscana V, Barcelona
1983, p. 21-22.
33
Roque, al ver las obras paradas pensaba que todo había
terminado. Por el contrario, este tiempo fue decisivo para
ultimarlo todo. A finales de junio regresa la Madre Teresa a Ávila,
habiendo quedado Doña Luisa muy contenta con ella, en una
relación de amistad que nunca desaparecería. Por otra parte, el P.
Provincial le daba permiso para volver a Ávila. Era junio de 1562:
En este tiempo, mi Provincial me alzó el mandamiento y
obediencia que me había puesto para estar allí, y dejó en mi
voluntad que si me quisiese ir que pudiese, y si estar,
también, por cierto tiempo (V 35,7). De nuevo la divina
Providencia le guardaba una agradable sorpresa al recibir, la
misma noche en que llegaba a Ávila, el Breve de Roma: Partida
ya de aquella ciudad, venía muy contenta por el camino,
determinándome a pasar todo lo que el Señor fuese servido
muy con toda voluntad. La noche misma que llegué a esta
tierra, llega nuestro despacho para el monasterio y Breve de
Roma, que yo me espanté, y se espantaron los que sabían la
prisa que me había dado el Señor a la venida (V 36,1).
Venía fechado el 7 de febrero de 1562 a nombre del Papa Pío IV,
dado por el Cardenal Rainucio Farnese, Prefecto de la
Penitenciaría, sobrino de Paulo III y Arzobispo de Nápoles, dando
la jurisdicción al Obispo de Ávila y dirigido a quienes lo habían
solicitado, Doña Aldonza de Guzmán y a su hija Doña Guiomar de
Ulloa, con todas las facultades: “por el tenor de las presentes os
concedemos y hacemos gracia que podáis fundar y edificar un
monasterio de monjas, de número y con la invocación que os
fuere bien visto, de la orden y regla de santa María del Monte
Carmelo, bajo la obediencia y corrección del dicho señor obispo”.
Todo iba quedando bien dispuesto. Importó tanto el no me
tardar un día más para lo que tocaba al negocio de esta
bendita casa, que yo no sé cómo pudiera concluirse si
entonces me detuviera. ¡Oh grandeza de Dios!, muchas veces
me espanta cuando lo considero y veo cuán particularmente
quería Su Majestad ayudarme para que se efectuase este
rinconcito de Dios, que yo creo lo es, y morada en que Su
Majestad se deleita, como una vez estando en oración me
dijo, que era esta casa paraíso de su deleite (V 35,12).
34
La Madre Teresa, al ser monja del Carmelo, insistía ante el
superior Provincial para que aceptase el convento como
fundación de la Orden, aunque no le había informado de que ya
tenía en su poder el Breve de Roma. El P. Salazar, sin embargo,
desestimó la creación del nuevo convento. Esta negativa del P.
Provincial suponía una nueva dificultad, aparentemente difícil de
superar. Pero el Convento de San José estaría bajo la obediencia
del Obispo, conforme a la autoridad del Breve pontificio.
1.14. El “no” y el “sí” del el Obispo de Ávila
Don Álvaro de Mendoza, hijo de Don Juan de Hurtado de
Mendoza, adelantado mayor de Galicia, y de Doña María
Sarmiento, condesa de Ribadavia, fue Obispo de Ávila desde
1560–1577 y más tarde trasladado a la diócesis de Palencia.
Primero fue “no”
Seguía en Ávila Fray Pedro de Alcántara, enfermo en casa de D.
Francisco de Salcedo. Allí escribe una carta al Sr. Obispo
informándole sobre los proyectos de la Madre Teresa y su total
adhesión a la obra, y suplicándole la acogiese bajo su
jurisdicción: “Una persona muy espiritual, con verdadero celo, ha
algunos días pretende hacer en este lugar un monasterio
religiosísimo y de entera perfección de Monjas de la primera Regla
y Orden de nuestra Señora del Monte Carmelo, para lo cual ha
querido tomar por fin y remedio de la observación de la dicha
primera Regla, dar la obediencia al Ordinario de este lugar, y
confiando en la santidad y bondad de Vuestra Señoría, después
que Nuestro Señor se le dio por prelado, han traído el negocio
hasta ahora con gastos de más de cinco mil reales para lo cual
tiene traído Breve. Es negocio que me ha parecido bien, por lo
cual, por amor de Nuestro Señor pido a Vuestra Señoría lo ampare
y reciba, porque entiendo es asunto del culto divino y bien de esta
ciudad”. 11
11 Vida y escritos de San Pedro de Alcántara: BMC II, p. 127
35
Esta carta se conserva con gran aprecio en el convento de San
José por su gran interés para la historia de la fundación y por
albergar el concepto elevado que el autor tenía a cerca de la
Santa. D. Álvaro en principio se negó al proyecto y con disgusto
marchó a su residencia veraniega de El Tiemblo. Pero cuando la
salud de Fray Pedro mejoró, acudió en un borriquillo a visitar al
Sr. Obispo. Le rogó que aceptara el plan de la Madre. Trató de
convencer al Obispo, que se resistía a que el convento fuera en
pobreza. Finalmente lo consiguió y ambos regresaron a Ávila para
visitar en la Encarnación a la Madre Teresa. Juan Carrillo, su
secretario y testigo de los hechos, declaró en los Procesos. “El
obispo sintió muy mal de ella por parecerle que no convenía
fundar monasterio de mojas pobres, a donde había tantos que lo
eren en lugar tan pobre como Ávila. Hizo tanta instancia el padre
Fray Pedro de Alcántara que, con decirle que era cosa de que
Dios se agradaba, con la mucha autoridad que tenía el dicho
padre con el obispo le movió a aceptar el breve y le pidió que se
fuese a Ávila y tratase con al dicha madre teresa de Jesús a quien
dicho obispo nunca había visto”. 12
Después llegó el “sí”
Don Álvaro, que era persona virtuosa y favorecía las empresas
espirituales, no podía negar a la Santa tan trascendente
autorización. No sólo aceptó la fundación de San José, sino que
desde aquel momento hasta su muerte, siendo Obispo de
Palencia, fue su defensor incondicional y ayudó a la Madre en
San José y en las demás fundaciones. El P. Gracián, persona
importante en la Orden, escribía después con relación al Obispo:
“Al ilustrísimo señor don Álvaro de Mendoza, obispo de Ávila, toda
esta orden tiene por padre y señor, y fundador de esta casa –san
José- y de toda la orden”. 13
Nunca pudo olvidar la Santa la ayuda inestimable de Fray Pedro
ni la especial colaboración del Obispo de Ávila: Entrambos a dos
acabaron con el Obispo admitiese el monasterio, que no fue
12 Declaración de Juan Carrillo: BMC XVIII, p. 384
13 Autógrafo del 31 de agosto de 1577 (cit. por Sobrino Chomón T, San
José de Ávila. Historia de su fundación, Avila 1997, p.70)
36
poco, por ser pobre, sino que era tan amigo de personas que
veía así determinadas a servir al Señor, que luego se aficionó
a favorecerle; y el aprobarlo este santo viejo y poner mucho
con unos y con otros en que nos ayudasen, fue el que lo hizo
todo. Si no viniera a esta coyuntura como ya he dicho, no
puedo entender cómo pudiera hacerse. Porque estuvo poco
aquí este santo hombre, que no creo fueron ocho días, y ésos
muy enfermo, y desde a muy poco le llevó el Señor consigo.
Parece que le había guardado Su Majestad hasta acabar este
negocio, que había muchos días no sé si más de dos años
que andaba muy malo (V 36,2).
Fray Pedro había conseguido que el Obispo, D. Álvaro, tomase la
fundación bajo su obediencia, superando las últimas dificultades.
Unos pocos días antes de la inauguración del conventito, Fray
Pedro visitaba y bendecía la casa con gran gozo:
“Verdaderamente es propia esta casa de San José, porque en ella
se me representa el pequeño hospicio de Belén”. 14 Es evidente
que la intervención de Fray Pedro fue decisiva para la fundación
de San José y la Reforma del Carmelo. En el monasterio de
Arenas de San Pedro, donde reposan sus restos, subía al cielo el
18 de octubre de 1562.
2. LA SEMILLA BROTA Y SE HACE VISIBLE
2.1. Todo preparado para la inauguración
Eran los meses de julio y agosto de 1562 y la Madre Teresa iba
superando una a una todas las dificultades. Las visitas a su
cuñado, enfermo en la casita que pronto sería convento, le
permitían pedir permiso a la Priora de la Encarnación para
supervisar las obras: Pasé harto trabajo en procurar con unos y
con otros que se admitiese, y con el enfermo, y con oficiales
para que se acabase la casa a mucha prisa, para que tuviese
forma de monasterio, que faltaba mucho de acabarse (V 36,4).
14 Jiménez Duque, o.c., p. 37)
37
Por las calles de Ávila iba y venía para prepararlo todo. Ya todo
estaba a punto: disponía la Madre del Breve de Roma y del
beneplácito del Obispo. Sin embargo, siguiendo su lucha interior,
la Santa recordaría estos días previos a la inauguración como
días de queja al Señor: Algunas veces afligida decía: "Señor
mío, ¿cómo me mandáis cosas que parecen imposibles? que,
aunque fuera mujer, ¡si tuviera libertad!; mas atada por tantas
partes, sin dineros ni de dónde los tener, ni para Breve, ni
para nada, ¿qué puedo yo hacer, Señor? (V 36,11).
Ya solo faltaban las monjas, que también las había, dado que sus
fieles colaboradores las habían ido preparando. Si era la voluntad
de Dios que fundase San José, se encontrarían monjas con la
necesaria disposición. De ellas dice el P. Ribera, primer biógrafo
de la Santa: “Y aunque andaba, mientras esto se hacía, con harto
cuidado del edificio material de la casa, muy mayor le traía de
buscar piedras vivas que fuesen cimiento conveniente al edificio
espiritual que pretendía levantar; y así puso los ojos en cuatro
doncellas pobres y huérfanas, pero grandes siervas de Dios”. 15
Los amigos del nuevo convento y la Madre Teresa habían
dispuesto quiénes serían las primeras novicias. Todas iban muy
bien apadrinadas: Antonia de Henao: su padrino fue Fray Pedro
de Alcántara, su confesor; tenía 27 años y tomó el nombre de
Antonia del Espíritu Santo; dio una buena limosna, 17.000
maravedíes; profesó el 21.10.1564 y murió con fama de santa el
17.7.1595 en Málaga, donde la llevó san Juan de la Cruz para
fundar. María de Ávila: padrino fue su hermano Julián de Ávila, el
capellán; nacía en Ávila en 1525, tenía 37 años; tomó el nombre
de María de San José; profesó el 2.7.1566; no pudo dar limosna;
moría la última de las cuatro el 14.7.1604. Úrsula de los Santos:
su padrino era el maestro Daza, su director espiritual; nació en
Ávila, tenía 41 años; mantuvo el mismo nombre de Úrsula de los
Santos; profesó el 21.10.1564, dio 300 ducados de limosna y
murió santamente el 19.2.1574. María de Paz: su madrina, Doña
Guiomar, la tenía como criada; nació en Ledesma; profesó el
24.4.1565; no dio limosna; murió el 23.2.1588 en Valladolid,
donde fue con la Santa a fundar. Doña Teresa, y después todas
15 F. Ribera, Vida de la Madre Teresa de Jesús, 1, cap. 17, p.120
38
las Carmelitas Descalzas, cambiarían sus apellidos de sangre por
otros de significado religioso. La santa dejaría los apellidos de
“Cepeda y Ahumada” por el de “Jesús”, Teresa de Jesús.
2.2. Mañana de San Bartolomé de 1562
Con estas cuatro novicias y la Madre Teresa, en el barrio de San
Roque sonó una campanita que tenía un agujero, procedente de
la fundición, porque así resultó más económica. Hoy la conservan
las Carmelitas de san José como verdadera reliquia. Era verano y
sucedía a las primeras horas de la mañana. La ceremonia fue muy
sencilla y los asistentes muy pocos: Pues todo concertado, fue
el Señor servido que, día de San Bartolomé, tomaron hábito
algunas y se puso el Santísimo Sacramento, y con toda
autoridad y fuerza quedó hecho nuestro monasterio del
gloriosísimo padre nuestro San José, año de mil y quinientos
y sesenta y dos. Estuve yo a darles el hábito, y otras dos
monjas de nuestra casa misma, que acertaron a estar fuera (V
36,5).
Como delegado del Obispo, les impuso el hábito Gaspar Daza.
Del convento de la Encarnación estaban Doña Inés y Doña Juana
de Tapia, que al pasar a Descalzas se llamaron Inés de Jesús y
Ana de la Encarnación; también estaban Doña Juana, hermana de
la Santa, y su marido Juan de Ovalle; D. Francisco de Salcedo y
Julián de Ávila, que describe así el conventito: “junto a la portería
estaba una reja de palo; y muy cerca de la reja estaba el altar,
aunque con decencia, pero con harta pobreza y estructura;
porque en portería y coro, a done el santísimo Sacramento
estaba, no me parece a mí habría arriba de diez pasos:
representaba bien el portalico de Belén. Al lado de la mano
izquierda, dentro de la reja que dividía la portería y el coro, a
donde estaba el Santísimo Sacramento, casi junto al altar, había
otra rejica de palo que hacía el coro de las monjas. Estaba todo
junto, que casi no había pasos que dar para ir de una a otra
parte”. 16
16 Julián de Ávila, Vida de Santa Teresa (cit.: Sobrino Chomón, o.c., p. 92)
39
Todo se hizo de gran secreto; porque, a no ser así, no se
pudiera hacer nada según el pueblo estaba mal con ello,
como se pareció después (V 36,3). Sencillamente y sin que la
ciudad de Ávila se apercibiera, quedaba establecida la Reforma
del Carmelo e inaugurado su primer convento por la santa Madre
Teresa de Jesús. Llena de gozo lo relata así: Pues fue para mí
como estar en una gloria ver poner el Santísimo Sacramento
y que se remediaron cuatro huérfanas pobres (porque no se
tomaban con dote) y grandes siervas de Dios, que esto se
pretendió al principio, que entrasen personas que con su
ejemplo fuesen fundamento para en que se pudiese el intento
que llevábamos, de mucha perfección y oración, efectuar, y
hecha una obra que tenía entendido era para servicio del
Señor y honra del hábito de su gloriosa Madre, que éstas eran
mis ansias (V 36,6). También con esta casa era honrado San
José, titular de la misma: Y también me dio gran consuelo de
haber hecho lo que tanto el Señor me había mandado, y otra
iglesia más en este lugar, de mi padre glorioso San José, que
no la había (V 36,6).
2.3. Poco duró tanto gozo
Era indecible lo que la Santa sentía al ver imponer el hábito a sus
primeras novicias y poder adorar en aquella casa en la pequeña
capilla al Santísimo sacramento: Mas érame gran regalo ver que
hubiese Su Majestad tomándome por instrumento siendo tan
ruin para tan gran obra. Así que estuve con tan gran
contento, que estaba como fuera de mí, con grande oración
(V 36,6). Pero duró poco este gozo. Otra vez llegaron los
adversarios:
El demonio
Según su oficio, empezó a poner dudas muy fuertes en el corazón
de la Fundadora. La Madre comenzó a imaginar que era una
locura, un disparate lo que acababa de inaugurar: que si era
contra la voluntad del P. Provincial de la Orden, que si los frailes
iban a llevar muy mal que estuviera sujeto a la obediencia del
Obispo, que si las cuatro novicias no llegarían a ser felices en
40
aquel lugar tan pequeño y escaso de todo, que haría de ellas
unas infelices, que si ella, con la buena celda que tenía en la
Encarnación, iba a poder superar las estrecheces y pobreza de
San José... Fueron horas de gran angustia. Parecería que el gozo
del recién estrenado convento había durado tan poco tiempo
como el que sintieron los apóstoles en el Tabor: Acabado todo,
sería como desde a tres o cuatro horas, me revolvió el
demonio una batalla espiritual, como ahora diré. Púsome
delante si había sido mal hecho lo que había hecho, si iba
contra obediencia en haberlo procurado sin que me lo
mandase el Provincial (que bien me parecía a mí le había de
ser algún disgusto, a causa de sujetarle al Ordinario, por no
se lo haber primero dicho; aunque como él no le había
querido admitir, y yo no la mudaba, también me parecía no se
le daría nada por otra parte), y que si habían de tener
contento las que aquí estaban en tanta estrechura, si les
había de faltar de comer, si había sido disparate, que quién
me metía en esto, pues yo tenía monasterio (V 36,7). Con razón
dice la Santa que había sido uno de los peores momentos de su
vida: Es cierto que me parece fue uno de los recios ratos que
he pasado en mi vida (V 36,9).
Pasaría no sin dificultades la tempestad. La Santa conocía bien
las palabras del Señor: “Venid a Mí los cansados y agobiados que
Yo os aliviaré” (Mt 11,25). Puesta ante el Santísimo Sacramento,
enseguida quedó calmada y volvió a su corazón la serenidad:
Mas no dejó el Señor padecer mucho a su pobre sierva;
porque nunca en las tribulaciones me dejó de socorrer, y así
fue en ésta, que me dio un poco de luz para ver que era
demonio y para que pudiese entender la verdad y que todo
era quererme espantar con mentiras (V 36,9).
La Priora y las monjas de la Encarnación
Cuando parecía tranquila la situación, recién inaugurado el
convento, llega un aviso de la Encarnación: la Priora, Doña María
Cimbrón, ordenaba a la Madre Teresa que regresara
inmediatamente; al tiempo que cursaba su primera visita al
Monasterio de San José el Obispo, Don Álvaro de Mendoza,
41
quien no pudo impedir que la Madre volviera esa misma tarde a la
Encarnación: Luego la prelada me envió a mandar que a la
hora me fuese allá. Yo en viendo su mandamiento, dejo mis
monjas harto penadas, y voyme luego… mas como ya
quedaba hecho, muy poco se me daba. Hice oración
suplicando al Señor me favoreciese, y a mi padre San José
que me trajese a su casa, y ofrecíle lo que había de pasar y,
muy contenta se ofreciese algo en que yo padeciese por él y
le pudiese servir, me fui, con tener creído luego me habían de
echar en la cárcel (V 36,11). La Madre dejó a cargo de las
Hermanas a Úrsula de los Santos, y al P. Gaspar Daza para
celebrar la Misa y confesar, y marchó a la Encarnación
acompañada de Julián de Ávila. Querían juzgarla como a monja
rebelde, desobediente a sus superiores de la Orden.
La ciudad de Ávila
Sin motivos aparentes para ello se preparó un gran escándalo.
Era tanto el alboroto del pueblo, que no se hablaba en otra
cosa (V 36,6). Al día siguiente se presentó el Corregidor a la
puerta del convento pidiendo a las novicias que abrieran la puerta
o la derribarían por la fuerza. Las novicias, sin embargo,
convencidas de los protectores divinos que guardaban la casa,
hicieron fuerza y vencieron a los enemigos. Así lo refiere el
capellán, Julián de Ávila: “Fue tanta la furia que toda la ciudad
puso en que el monasterio se deshiciese, que no parecía sino que
a cada uno le iba la vida en ello; en tanta manera que el
Corregidor fue determinado a sacarlas del monasterio y las dijo
que, si no querían salir, las quebrantarían las puertas, y creo lo
hicieran de hecho, sino que, tuvieron respeto al Santísimo
Sacramento, que estaba muy cerca de la portería. Pero el Señor,
que había dicho a la Santa Madre que la Virgen guardaría una
puerta y el señor San José guardaría la otra, lo cumplieron, y
dieron a las cuatro pobrecitas tan grande espíritu y esfuerzo, que
no temiendo las amenazas del Corregidor, respondieron que ellas
no habían de salir, sino era por mano de quien allí las había
metido; que si querían quebrar las puertas las quebrasen en hora
42
buena, que quien lo hiciese mirase primero lo que hacía; y con
esto se volvieron, sin osar hacer a lo que venían determinados”. 17
Algo exagerado parecía aquel tumulto para un asunto tan
pequeño, una casita con cuatro novicias instaladas en San José:
Desde a dos o tres días, juntáronse algunos de los regidores y
corregidor y del cabildo, y todos juntos dijeron que en
ninguna manera se había de consentir, que venía conocido
daño a la república, y que habían de quitar el Santísimo
Sacramento, y que en ninguna manera sufrirían pasase
adelante. Hicieron juntar todas las Ordenes para que digan su
parecer, de cada una dos letrados. Unos callaban, otros
condenaban; en fin, concluyeron que luego se deshiciese (V
36,15).
En sesión extraordinaria del 26 de agosto, dos días después de la
apertura del convento, el consejo municipal de Ávila determinó
que el nuevo monasterio de San José se había fundado en
perjuicio de los intereses de la ciudad, y se tomó la decisión de
apelar al obispo. El 30 de agosto los magistrados se reunieron
con representantes del obispo, con el capítulo catedral y con las
diversas casas de religiosos. El licenciado Brizuela, representante
del obispo, presentó el rescripto papal que autorizaba la
fundación de San José. Parecía un argumento definitivo, pero los
oficiales del Ayuntamiento no cedieron y exigían el placet del rey
para poder ejecutar el permiso del Papa. Después de un gran
debate, aquella comisión decidió que el nuevo monasterio debía
suprimirse. Las mismas personas se reunieron al día siguiente
para convencer al obispo de que suprimiera la fundación y se
pudieran evitar así las molestias y los gastos de un recurso a la
corona. Don Álvaro, representado por Gaspar Daza, no quiso
acceder, por lo que el contencioso pasó a Madrid en los primeros
días de septiembre.
Muy pocos defendieron a la Madre Teresa. El dominico P.
Domingo Báñez, profesor del colegio de Santo Tomás, se declaró
17 Julián de Ávila, Relaciones de lo que ocurrió en la fundación de san
José: BMC II, p. 193
43
públicamente a favor de la fundación de S. José y la defendió en
el concejo de la ciudad. Y el Obispo hizo causa suya el asunto del
convento de San José: Y en los que nos ayudaban ponía el
Señor tanto hervor, que cada uno lo tomaba por cosa tan
propia suya, como si en ello les fuera la vida y la honra, y no
les iba más de ser cosa en que a ellos les parecía se servía el
Señor. Pareció claro ayudar Su Majestad al Maestro que he
dicho, clérigo, que también era de los que mucho me
ayudaban, a quien el Obispo puso de su parte en una junta
grande que se hizo, y él estaba solo contra todos y en fin, los
aplacó con decirles ciertos medios, que fue harto para que se
entretuviesen, mas ninguno bastaba para que luego no
tornasen a poner la vida, como dicen, en deshacerle (V 36,18).
Naturalmente, Santa Teresa carecía de recursos para iniciar una
acción judicial de este calibre, pero su amigo Gonzalo de Aranda
la representó desinteresadamente. ¿Qué sucedió en Madrid? Los
representantes de la ciudad no tardaron en comprender que el
Consejo Real no suprimiría el convento, y su prudencia les llevó a
exigir exclusivamente que el monasterio no fuera de absoluta
pobreza sino que tuviera rentas. La Santa estaba a punto de
ceder cuando tuvo una visión de S. Pedro Alcántara, que acababa
de fallecer, indicándole que no cediese en la modalidad de
pobreza. Con lo que la Santa permaneció en la decisión de que el
convento de San José se mantuviera en total pobreza y así
continúa hasta el presente. Con todo, el caso se hizo interminable
y finalmente languideció hasta quedar en el olvido. El tiempo
calmó los ánimos y la Santa volvió de nuevo a San José. De este
modo acabaron las contradicciones y persecuciones, quedando
consolidado el nuevo convento. Aunque el pleito con el Concejo
quedó abierto… hasta que en el año 2012, 450 años después, se
cierre definitivamente por acuerdo entre el Alcalde de Ávila y la
Priora del convento.
Este fue el recuerdo que quedó en la Madre Teresa de aquellos
días: Fueron tantas las cosas de trabajos que tuve, que me
hizo pensar si era ésta la cruz; aunque todavía me parecía era
poco para la gran cruz que yo había entendido del Señor
44
había de pasar… y también me dio gran consuelo de haber
hecho lo que tanto el Señor me había mandado, y otra iglesia
más en este lugar de mi padre glorioso san José, que no la
había (V 36,4.6).
2.4. La Madre Teresa vuelve a su casa de San José
Al final, puesto que era voluntad del Señor, triunfó San José y
hasta hoy sigue en pie, 450 años después de aquella turbulencia.
Espantábame yo de lo que ponía el demonio contra unas
mujercitas y cómo les parecía a todos era gran daño para el
lugar solas doce mujeres y la priora, que no han de ser más
digo a los que lo contradecían, y de vida tan estrecha; que ya
que fuera daño o yerro, era para sí mismas; mas daño al
lugar, no parece llevaba camino; y ellos hallaban tantos, que
con buena conciencia lo contradecían (V 36,19). Finalmente, el
acoso tuvo un final feliz. La Madre, que se lo había pedido a San
José, fue escuchada: Hice oración suplicando al Señor me
favoreciese, y a mi padre San José que me trajese a su casa,
y ofrecíle lo que había de pasar (V 36,11).
Unos pocos amigos permanecieron fieles a Teresa en aquellos
recios días: Francisco de Salcedo, el P. Báñez, ya aludido, el
sacerdote Gaspar Daza, que celebró la primera Misa en San José
e hizo después un viaje a Madrid para defenderlas en el pleito que
la ciudad interpuso ante el rey Felipe II; también el P. Pedro
Ibáñez se desplazó a Ávila para interceder en su favor y consiguió
un permiso del P. Provincial para el traslado de las monjas de la
Encarnación a San José: Pues aplacada ya algo la ciudad,
diose tan buena maña el Padre Presentado Dominico que nos
ayudaba, procuró por algunas vías que nos diese licencia
nuestro Padre Provincial para venir yo a esta casa con otras
algunas conmigo, (que parecía casi imposible darla tan en
breve), para hacer el oficio y enseñar a las que estaban (V
36,23).
45
Hay una tradición que cuenta cómo la Santa, al trasladarse de la
Encarnación a San José, entró en la basílica de San Vicente y allí
se descalzó ante una imagen de la Virgen. Ciertamente existe la
cripta donde se venera a la Virgen de la Soterraña, patrona de la
ciudad de Ávila. Es probable que bajaran a rezar ante la talla
románica de la Virgen, muy venerada entonces.
La Madre junto con sus hijas
Era la segunda quincena de diciembre de 1562; ella misma nos
da la fecha en el libro de Las Fundaciones: Estando en San José
de Ávila, año de mil y quinientos y sesenta y dos, que fue el
mismo que se fundó este monasterio, fui mandada del padre
fray García de Toledo, dominico, que al presente era mi
confesor, que escribiese la fundación de aquel monasterio (F
pro 2). Teresa vino acompañada por algunas monjas de la
Encarnación: Ana de San Juan (Dávila), Ana de los Ángeles
(Gómez), María Isabel (Ordóñez) e Isabel de San Pablo (de la
Peña).
La recibe el Señor
Julián de Ávila narra cómo fue esta entrada: “Llegó la Santa
Madre, y abriendo la reja del coro de acá afuera, postróse delante
del santísimo Sacramento, antes de que en el monasterio
entrase”. 18 Porque antes de entrar en la clausura del convento
había tenido una visión: Estando haciendo oración en la iglesia
antes que entrase en el monasterio, estando casi en
arrobamiento, vi a Cristo que con grande amor me pareció me
recibía y ponía una corona y agradeciéndome lo que había
hecho por su Madre (V 36,24).
La reciben sus hijas
Debió ser muy feliz el encuentro en la clausura, un gozo
extraordinario en el corazón de la Madre, algo que parecía
increíble para ella y para sus hijas, era ya una realidad. Esta frase
lo dice todo: Fue grandísimo consuelo para mí el día que
vinimos (V 36,23). En adelante sería la Madre Teresa de Jesús,
dejando el nombre de Doña Teresa de Ahumada.
18 Julián de Ávila: BMC II, p. 196
46
La recibe la Virgen
Ya le había agradecido su Hijo que hubiera construido una casa
para su Madre, ahora la Santísima Virgen también la protege:
Otra vez, estando todas en el coro en oración después de
Completas, vi a nuestra Señora con grandísima gloria, con
manto blanco, y debajo de él parecía ampararnos a todas;
entendí cuán alto grado de gloria daría el Señor a las de esta
casa (V. 36,24).
El P. Crisógono de Jesús, biógrafo de la Santa, acaba este
capítulo de la fundación de San José de esta manera: “Así se
acabaron las contradicciones y persecuciones; así quedó
consolidado el convento de San José, primero de la Reforma. Y
¡qué vida la que allí ordenó santa Teresa! No fue solo el
restablecimiento de la regla del Carmen a su purísimo esplendor;
fue un espíritu evangélico tan íntegro y perfecto, una vida tan pura
de oración, retiro, amor y sacrificio, que con razón pudo decir la
santa Reformadora, refiriéndose a sus monjitas, que le parecía
que andaba entre ángeles (Fundaciones 1)”. 19
2.5. Una vida fraterna
Una vez llegada de la Encarnación, la Madre pasó entre los muros
de esta casa cinco años consecutivos, de 1562 a 1567, de los
que ella misma afirma que fueron los más felices de su vida y los
que tanto ansió después: Cinco años después de la fundación
de San José de Ávila estuve en él, que, a lo que ahora
entiendo, me parece serán los más descansados de mi vida,
cuyo sosiego y quietud echa harto menos muchas veces mi
alma (F 1,1). Teresa recuerda este tiempo como una comunidad
ideal: Yo me estaba deleitando con almas tan santas y limpias
adonde sólo era su cuidado de servir y alabar a nuestro
Señor. Su Majestad nos enviaba allí lo necesario sin pedirlo, y
cuando nos faltaba, que fue harto pocas veces, era mayor su
regocijo… y las mercedes y grandes deseos y desasimiento
19 Crisógono de J. Sacramentado, Santa Teresa de Jesús, ed. Labor
1936, p. 55
47
que el Señor les daba eran grandísimas; su consuelo era su
soledad, y así me certificaban que jamás de estar solas se
hartaban, y así tenían por tormento que las viniesen a ver,
aunque fuesen hermanos; la que más lugar tenía de estarse
en una ermita, se tenía por más dichosa; considerando yo el
gran valor de estas almas y el ánimo que Dios las daba para
padecer y servirle, no cierto de mujeres, muchas veces me
parecía que era para algún gran fin las riquezas que el Señor
ponía en ellas (F1,2.6). No resulta difícil la comparación entre
esta descripción de la vida primitiva en San José y la que refiere
San Atanasio en su Vita Antonii: “Había en las montañas
monasterios como tabernáculos llenos de coros divinos que
cantaban salmos, estudiaban, ayunaban, oraban gozosos en la
esperanza de los bienes futuros, y trabajaban para conseguir
limosnas, teniendo entre ellos mutuamente amor y concordia”
(MG 26,908 A-B).
Priora de San José
El comienzo de la comunidad fue distinto de como cabría esperar
ya que la Madre no asumió cargo alguno sino que nombró Priora
a Ana de san Juan y Subpriora a Ana de los Ángeles. Lo afirma
una testigo: “Llevando consigo tres monjas de mucha santidad y
virtud, y una anciana que fue priora después en la casa de San
José, que era tanta su humildad de la madre Teresa de Jesús, que
no quiso ser ella la priora, sino estar sujeta a la voluntad y
mandato de Ana de San Juan, que era la que sacó consigo”. 20
Más tarde, al caer enferma la Priora y regresar de la Encarnación,
la Madre Teresa asumió el cargo de Priora de San José.
El Breve de pobreza
Cuando comenzaba a organizarse el convento con serenidad y
mucha alegría, se añadía otro motivo de gozo: llegaba el breve de
pobreza absoluta, muy esperado por la Santa. Estaba firmado en
Roma el 5 de diciembre de 1562 y llegó a Ávila a principios de
1563. Documento guardado como un tesoro en San José.
Nuevas novicias
20 Declaración de Quiteria Dávila: BMC, XVIII, p. 235
48
Al saber que ya estaba en su casa la Madre Teresa, muchas
jóvenes que la admiraban y deseaban seguir su modo de vida,
llamaban a la puerta del convento. En abril de 1563 llega María de
Ocampo (María Bautista), la que imaginaba en la celda de la
Encarnación un conventito como el de los primeros padres. En
octubre entra Isabel Ortega (Isabel de Santo Domingo) y otras
hermanas hasta llegar a trece, que era el número designado por la
Madre para el nuevo convento, en memoria de los doce apóstoles
y la Virgen María. Más tarde vendría la que hoy es Beata Ana de
san Bartolomé, de la que dice la Santa: Una compañera que ha
días que anda conmigo, freila, mas tan gran sierva de Dios y
discreta, que me puede ayudar más que otras que son del
coro (F 29,10). Y algunas sobrinas.
3. LA PLANTA FLORECE.
El objetivo esencial de la fundación de San José fue la reforma del
Carmelo. Gracias a la fundación de este pequeño convento, tuvo
lugar en la Orden del Carmelo la Reforma que se dio en las
Órdenes religiosas y en toda la Iglesia durante el siglo XVI por
imperativo del Concilio de Trento. Es de gran interés conocer
cómo vivían las Hermanas en los comienzos de la fundación, pero
sobre todo, importa descubrir cuáles fueron las motivaciones que
indujeron a Santa Teresa a adoptar este estilo de vida. Aquí
estaba la sustancia de la Reforma de la Orden del Carmen. Nos lo
cuenta la Santa con detalles muy concretos. Aconteció gracias a
la inspiración divina de la Madre Teresa de Jesús y respondía a la
necesidad de reforma que la Iglesia demandaba en todas sus
instituciones. Por inspiración del Espíritu Santo y por mandato
jerárquico, tal reforma iba anidando en el corazón de la Iglesia y
se expresaba oficialmente en la celebración del Concilio, entre los
años 1545 y 1562, tiempo en que se gestó la fundación de San
José. La vida del clero fue reformada, así como las órdenes
religiosas. El Espíritu las empujaba hacia una vida de oración, de
mayor austeridad y pobreza; de mayor aislamiento y clausura a
las Órdenes contemplativas, una vida más fraterna y de mayor
gozo. En definitiva, a una más honda espiritualidad. Las
49
comunidades primitivas de los monjes aparecían como ideal en la
mente de los reformadores.
Sin embargo, las fundaciones llevadas a cabo por Santa Teresa
tienen una motivación y un espíritu particular. Profundizando en la
primitiva Orden del Carmen, la Santa centra la vida de sus hijas
en la Sagrada Escritura, en el obsequio a Jesucristo, la guarda de
los consejos evangélicos, en la vida fraterna, la sencillez y la
alegría, en la abstinencia y el ayuno, en el silencio y la guarda de
los sentidos. Aman a Dios, fomentan una vida escondida en Dios
con Cristo, de la que fluye el amor al prójimo para la salvación del
mundo y la edificación de la Iglesia. En algunos aspectos tuvo
influencia la reforma efectuada por S. Pedro de Alcántara en la
Orden franciscana. La fundación del Carmelo sucedió físicamente
en esta casa de San José, y el espíritu de Santa Teresa se ha
conservado vivo durante 450 años gracias al estilo de vida de
sus hijas. Santa Teresa permanece viva en sus hijas hasta el día
de hoy. Este es el gran motivo de acción de gracias en el
aniversario de la fundación y la invitación a una renovación
eclesial del momento presente, que se nos propone como “Nueva
Evangelización”.
¿Por qué y para qué San José?
3.1. Para aprovechar almas (V 32.6)
La principal tarea de la comunidad será orar por la Iglesia y sus
necesidades, teniendo presentes a todos los hombres delante de
Dios, día y noche. He aquí el primer motivo de la fundación de
San José: ganar almas, aprovechar almas ya que tantas se
perdían: En este tiempo vinieron a mi noticia los daños de
Francia y el estrago que habían hecho estos luteranos y
cuánto iba en crecimiento esta desventurada secta. Diome
gran fatiga, y como si yo pudiera algo o fuera algo, lloraba
con el Señor y le suplicaba remediase tanto mal. Parecíame
que mil vidas pusiera yo para remedio de un alma de las
muchas que allí se perdían (C 1,2). El luteranismo que llegaba a
50
España a partir de 1520, tenía para Teresa de Jesús una
consecuencia dramática: la pérdida de tantas almas, por las que
sentía gran dolor: De aquí también gané la grandísima pena
que me da las muchas almas que se condenan (de estos
luteranos en especial, porque eran ya por el bautismo
miembros de la Iglesia) y los ímpetus grandes de aprovechar
almas, que me parece, cierto, a mí que, por librar una sola
alma de tan gravísimos tormentos, pasaría yo muchas
muertes muy de buena gana (V 32,6). Particularmente le
entristecen las profanaciones de la eucaristía: Y pues su santo
Hijo puso tan buen medio para que en sacrificio le podamos
ofrecer muchas veces, que valga tan precioso don para que
no vaya adelante tan grandísimo mal y desacatos como se
hace en los lugares adonde estaba este Santísimo
Sacramento entre estos luteranos, desechas las iglesias,
perdidos tantos sacerdotes, quitados los sacramentos (C
35,3).
Por esta razón la Madre Teresa siente un gran gozo cuando
instala el Santísimo Sacramento en cada una de las fundaciones,
reparando así la destrucción de las iglesias: considerando que
en aquella casa se había de alabar el Señor y haber Santísimo
Sacramento. Esto es particular consuelo para mí, ver una
iglesia más cuando me acuerdo de las muchas que quitan los
luteranos: no sé qué trabajos, por grandes que fuesen, se
habían de temer a trueco de tan gran bien para la cristiandad
(F 18,5). Frente al luteranismo, que emprendía una contrarreforma
fuera de la Iglesia, Teresa de Jesús pretendía su reforma dentro
de la comunión eclesial, aportando una vida de santidad y mayor
perfección. Se trataba de una vida de oración, de fraternidad, de
pobreza, y también apostólica, misionera y eclesial. Salvar almas
era su principal inquietud: Servía al Señor con mis pobres
oraciones; siempre procuraba con las hermanas hiciesen lo
mismo y se aficionasen al bien de las almas y al aumento de
su Iglesia; y a quien trataba con ellas siempre se edificaban. Y
en esto embebía mis grandes deseos (F 1,6).
51
Este era el magisterio de la Madre Teresa a sus hijas desde los
comienzos: orar por los sacerdotes y los responsables de la
Iglesia. Si estaban allí movidas por esa razón, acertaban, de lo
contrario erraban, porque para este fin las había reunido el Señor:
Tornando a lo principal para lo que el Señor nos juntó en esta
casa… Para que entendáis, hermanas mías, que lo que
hemos de pedir a Dios es que a los capitanes de este castillo
o ciudad, los haga muy aventajados en el camino del Señor,
que son los predicadores y teólogos; procuremos ser tales
que valgan nuestras oraciones para ayudar a estos siervos de
Dios, que con tanto trabajo se han fortalecido con letras y
buena vida y trabajado para ayudar ahora al Señor. Porque
han de ser los que esfuercen la gente flaca y pongan ánimo a
los pequeños. ¡Buenos quedarían los soldados sin capitanes!
Han de vivir entre los hombres y tratar con los hombres y aun
hacerse algunas veces con ellos en lo exterior. ¿Pensáis, hijas
mías, que es menester poco para tratar con el mundo y vivir
en el mundo y tratar negocios del mundo y hacerse, como he
dicho, a la conversación del mundo, y ser en lo interior
extraños del mundo y enemigos del mundo y estar como
quien está en destierro y, en fin, no ser hombres sino
ángeles? Porque a no ser esto así, ni merecen nombre de
capitanes, ni permita el Señor salgan de sus celdas, que más
daño harán que provecho. Porque no es ahora tiempo de ver
imperfecciones en los que han de enseñar (C 3,1-4). La Madre
Teresa lo repite a sus Carmelitas hasta la saciedad: no dejó la
Encarnación para salvar su alma, sino para salvar las almas de los
demás: Y cuando vuestras oraciones y deseos y disciplinas y
ayunos no se emplearen por esto que he dicho, pensad que
no hacéis ni cumplís el fin para que aquí os juntó el Señor (C
3,10).
52
3.2. Seguir los consejos evangélicos con toda la perfección (C
1,2)
Aparentemente, poco podía hacer una mujer encerrada en un
convento por la salvación de las almas, pero “eso poquito” del
que habla la Santa, era muy importante, era el fin que pretendía
con su servicio al Señor: Y como me vi mujer y ruin e
imposibilitada de aprovechar en lo que yo quisiera en el
servicio del Señor, y toda mi ansia era, y aún es, que pues
tiene tantos enemigos y tan pocos amigos, que ésos fuesen
buenos, determiné a hacer eso poquito que era en mí, que es
seguir los consejos evangélicos con toda la perfección que yo
pudiese y procurar que estas poquitas que están aquí
hiciesen lo mismo, confiada en la gran bondad de Dios, que
nunca falta de ayudar a quien por él se determina a dejarlo
todo (C 1,2).
Para conseguir su objetivo debía elaborar unas constituciones
que habrían de regir la vida de San José hasta el día de hoy. Ser
muy fieles a ellas era una exigencia para las monjas: Guardamos
la Regla de nuestra Señora del Carmen, y cumplida ésta sin
relajación, sino como la ordenó fray Hugo, Cardenal de Santa
Sabina, que fue dada a 1248 años, en el año quinto del
Pontificado del Papa Inocencio IV (V 36,25). Austeridad de
vida, ciertamente, dado que regalo y oración no se compaginan:
No se dejarán de cumplir los ayunos y disciplinas y silencio
que manda la Orden. Porque ya sabéis que para ser la oración
verdadera se ha de ayudar con esto; que regalo y oración no
se compadece (C 4,2). Ahora bien, controlando el rigor en las
penitencias: Entienda, mi padre, que yo soy amiga de apretar
mucho en las virtudes, mas no en el rigor (Cta 161). Este modo
de vida guardaba distancia con el estilo de convivencia y vida
fraterna que experimentaba en La Encarnación.
53
3.3. El Colegio de Cristo (C 27,2)
La comunidad debía contar con un número pequeño de hermanas
que facilitara la vida en común. Teresa venía de la Encarnación
donde el número era excesivo: no ser más de trece; porque
esto tengo por muchos pareceres sabido que conviene, y
visto por experiencia, que para llevar el espíritu que se lleva y
vivir de limosna y sin demanda, que no se sufre más (V 36,29).
Deseaba una comunidad pequeña, espiritual, donde se pudieran
conocer bien y ayudarse mejor. Entre ellas no importaba el linaje
del que proviniera cada una ya que todas se consideraban
iguales, como es propio entre hermanas de una misma familia. En
principio no se admiten legas ni criadas ni tratamiento de doñas.
Todas, empezando por la Madre, habían cambiado su nombre
civil por el religioso, pues lo que se buscaba en San José, era una
fraternidad cálida y sencilla: Oh Colegio de Cristo, que tenía
más mando San Pedro con ser un pescador y le quiso así el
Señor, que San Bartolomé, que era hijo de rey! Dios os libre,
hermanas, de semejantes contiendas, aunque sea en burlas.
Yo espero en Su Majestad que sí hará. Cuando algo de esto
en alguna hubiese, póngase luego remedio y ella tema no sea
estar Judas entre los Apóstoles (C 27,6). Todas vivirán de su
trabajo, hecho con sus manos, independientemente del cargo
que ocupen, todas se turnarán en los servicios necesarios para
mantener el orden del nuevo convento: cocina, limpieza, lavadero,
huerta, portería… Todas han de ser iguales (C 27,6). Serían
pocas en número, porque la Madre Teresa, inteligente y mujer,
conocía las dificultades que en ocasiones entraña la convivencia.
Lo expresaba en una carta: Muchas mujeres juntas. ¡Dios nos
libre! 21
3.4. Que amor saca amor (V 22,14)
El amor es sin duda el secreto de San José, y la razón por la que
les iba tan bien: mucho amor a Dios y a las hermanas. A la vida
21 Carta al P. J. Ordóñez, Ávila 23.7.1561
54
de los primeros cristianos recuerda la vida del convento. La Santa
insiste en que unan los dos amores, a Dios y a los hermanos: Acá
solas estas dos que nos pide el Señor: amor de Su Majestad y
del prójimo, es en lo que hemos de trabajar. Guardándolas
con perfección, hacemos su voluntad, y así estaremos unidos
con El. La más cierta señal que, a mi parecer, hay de si
guardamos estas dos cosas, es guardando bien la del amor
del prójimo; porque si amamos a Dios no se puede saber,
aunque hay indicios grandes para entender que le amamos;
mas el amor del prójimo, sí. Y estad ciertas que mientras más
en éste os viereis aprovechadas, más lo estáis en el amor de
Dios; porque es tan grande el que Su Majestad nos tiene, que
en pago del que tenemos al prójimo hará que crezca el que
tenemos a Su Majestad por mil maneras. En esto yo no puedo
dudar (5M 3,7-8).
La Santa aconseja a las monjas la caridad fraterna. Está
convencida de la palabra de San Juan: “es un mentiroso quien
dice amar a Dios, sin tener en cuenta al hermano” (1 Jn 4,20-21):
Aquí todas han de ser amigas, todas se han de amar, todas se
han de querer, todas se han de ayudar… Amemos las virtudes
y lo bueno interior, y siempre traigamos cuidado de
apartarnos de hacer caso de esto exterior (C 4,7).
Se trata de cultivar la vida interior, el espíritu y la virtud de cada
una. Para residir en San José se requiere el amor mutuo como
camino de perfección. Es voluntad de Dios, contraria al demonio:
Lo que aquí pretende el demonio no es poco, que es enfriar la
caridad y el amor de unas con otras, que sería gran daño.
Entendamos, hijas mías, que la perfección verdadera es amor
de Dios y del prójimo, y mientras con más perfección
guardáremos estos dos mandamientos, seremos más
perfectas (1M 2,17). Importa tanto este amor de unas con
otras, que nunca querría que se os olvidase (1M 2,18). Le da
tanta importancia a vivir el amor entre hermanas que pone
ejemplos concretos de la vida comunitaria para que los lleven a la
práctica: Que no, hermanas, no; obras quiere el Señor, y que si
ves una enferma a quien puedes dar algún alivio, no se te dé
55
nada de perder esa devoción y te compadezcas de ella; y si
tiene algún dolor, te duela a ti; y si fuere menester, lo ayunes,
porque ella lo coma, no tanto por ella, como porque sabes
que tu Señor quiere aquello. Esta es la verdadera unión con
su voluntad… Mas esta alegría de que se entiendan las
virtudes de las hermanas es gran cosa, y cuando viéremos
alguna falta en alguna, sentirla como si fuera en nosotras y
encubrirla (5M 3,11).
Y con algunos otros detalles les ilumina sobre esta práctica,
necesaria para ser felices en el convento y vivir en paz: Es
también muy buena muestra de amor en procurar quitarlas
de trabajo y tomarle ella para sí en los oficios de casa, y
también de holgarse y alabar mucho al Señor del
acrecentamiento que viere en sus virtudes. Todas estas
cosas, dejado el gran bien que traen consigo, ayudan mucho
a la paz y conformidad de unas con otras (C 7,9). Y claro, este
amor a Dios y entre ellas ha de notarse, porque si no se aprecia
visiblemente, probablemente no existe: Aquí, hijas mías, se ha
de ver el amor, que no a los rincones, sino en mitad de las
ocasiones (F 5,15).
3.5. Ir muy adelante en todas las virtudes (V 31,18)
La Madre Teresa no deja de ejercitar a sus hijas en la práctica de
las virtudes sobre todo en la pobreza, la humildad y la obediencia.
El convento de San José era también una escuela de virtudes: Yo
me estaba deleitando entre almas tan santas y limpias,
adonde sólo era su cuidado de servir y alabar a nuestro
Señor. Su Majestad nos enviaba allí lo necesario sin pedirlo; y
cuando nos faltaba, que fue harto pocas veces, era mayor su
regocijo. Alababa a nuestro Señor de ver tantas virtudes
encumbradas, en especial el descuido que tenían de todo,
mas de servirle (F 1,2). Las ejercitaba además en aquellas
virtudes humanas que favorecen la convivencia: la afabilidad, el
agradecimiento, la laboriosidad, la sinceridad, la alegría…
56
Un día, a su sobrina Maria Bautista la quiso probar con un detalle
en la práctica de la obediencia: En la virtud de la obediencia, de
quien yo soy muy devota aunque no sabía tenerla hasta que
estas siervas de Dios me enseñaron, estando un día en
refectorio, nos dieron raciones de cohombro. A mí me tocó
una muy delgada y por dentro podrida. Llamé con
disimulación a una hermana de las de mejor entendimiento y
talentos que allí había, para probar su obediencia, y la dije
que fuese a sembrar aquel cohombro a un huertecillo que
teníamos. Ella me preguntó si le había de poner alto o
tendido. Yo le dije que tendido. Ella fue y le puso, sin venir a
su pensamiento que era imposible dejarse de secar (F 1,3). En
otras ocasiones la Madre les mandaba hacer varias cosas a la vez
con el fin de observar cómo reaccionaban y cómo se
comportaban ante una orden que parecía imposible de cumplir:
Acaecíame encomendar a una seis o siete oficios contrarios,
y callando tomarlos, pareciéndole posible hacerlos todos (F
1,4). Es evidente que las hermanas tenían virtudes muy arraigadas
porque aceptaban todo, convencidas de poder hacerlo.
Les insiste en la virtud de la humildad, repetida frecuentemente
en sus escritos; se trata de una virtud necesaria para todos
porque el Señor da ejemplo de ella, y para ser una buena
carmelita en San José hay que ser humilde como lo fue el
Maestro: Verdaderamente hace falta mucha humildad para
verse condenar sin culpa y callar, y es gran imitación del
Señor, que nos quitó todas las culpas... El verdaderamente
humilde ha de desear con verdad ser tenido en poco y
perseguido y condenado sin culpa, aun en cosas graves.
Porque si quiere imitar al Señor, ¿en qué mejor puede imitarle
que en esto? Y para esto no hacen falta fuerzas corporales ni
ayuda de nadie, sino de Dios (C 15,1-2). También lo aconseja
encarecidamente porque en la vida contemplativa hay mucho
tiempo para la oración, y la humildad sólo la concede Dios con la
oración: Aún me queda algo muy importante por decir porque
se refiere a la humildad, y es muy necesaria en esta casa.
Porque en ella la tarea principal es la oración y, como
después diré, es muy necesario que practiquéis la
57
humildad...muy necesaria para todas las personas que hacen
oración... para eso es la humildad, para considerarse dichosa
de servir a las siervas del Señor y alabarle porque,
mereciendo ser sierva de los demonios en el infierno, la trajo
Su Majestad a vivir entre ellas (C 17,1).
El convento de San José era y debía seguir siendo pobre, por lo
que la Madre insiste mucho en la virtud de la pobreza; han de
confiar en la Providencia de Dios y valorar el bien que encierra:
No penséis, hermanas mías, que por no andar a contentar a
los del mundo os ha de faltar de comer, yo os aseguro. Jamás
por artificios humanos pretendáis sustentaros, que moriréis
de hambre, y con razón. Los ojos en vuestro esposo; él os ha
de sustentar. Contento él, aunque no quieran, os darán de
comer lo menos vuestros devotos, como lo habéis visto por
experiencia. Si haciendo vosotras esto muriereis de hambre,
¡bienaventuradas las monjas de San José! Esto no se os
olvide, por amor del Señor. Pues dejáis la renta, dejad el
cuidado de la comida; si no, todo va perdido. Los que quiere
el Señor que la tengan, tengan enhorabuena esos cuidados,
que es mucha razón, pues es su llamamiento; mas nosotras,
hermanas, es disparate (C 2,1). Es una virtud enseñada y
practicada en la Reforma porque el Señor había dado a entender
a la Madre que es mejor la pobreza que los bienes del mundo: Y
crean, mis hijas, que para vuestro bien me ha dado el Señor
un poquito a entender los bienes que hay en la santa pobreza,
y las que lo probaren lo entenderán. Ello es un bien que todos
los bienes del mundo encierra en sí (C 2,5).
Aunque algún hecho prodigioso ocurrido en San José pudiera
juzgarse como efecto de la virtud de las hermanas, la Santa lo
entiende como efecto de su fe: Tenían un pozo, que dicho de
los que le probaron, era de mal agua, y parecía imposible
correr por estar muy hondo. Llamando yo oficiales para
procurarlo, se reían de mí de que quería echar dineros en
balde. Yo dije a las hermanas, que ¿qué les parecía? Dijo una:
"que se procure; nuestro Señor nos ha de dar quien nos
traiga agua, y para darles de comer; pues más barato sale a
58
Su Majestad dárnoslo en casa y así no lo dejará de hacer".
Mirando yo con la gran fe y determinación con que lo decía, lo
tuve por cierto, y contra voluntad del que entendía en las
fuentes, que conocía de agua, lo hice. Y fue el Señor servido
que sacamos un caño de ello bien bastante para nosotras, y
de beber, como ahora le tienen. No lo cuento por milagro, que
otras cosas pudiera decir; sino por la fe que tenían estas
hermanas, puesto que pasa así como lo digo, y porque no es
mi primer intento loar las monjas de estos monasterios; que,
por la bondad del Señor, todas hasta ahora van así (F 1,4-5).
Y aunque resulta harto difícil definir la desbordante personalidad
humana y sobrenatural de Teresa de Jesús, cabría resumir de
este modo la excelencia de sus rasgos característicos: posee una
voluntad de verdad como determinación radical de su existencia;
alberga una interioridad que se ve sorprendida y trascendida por
Dios a cada paso de su vida; armoniza la conjunción de polos
extremos, por ejemplo la mística y la gestión financiera, de tal
forma que no se anulan sino que ambos se potencian; conjuga el
camino de santidad con el realismo y objetivación de los
acontecimientos diarios; posee una humanidad en versión
femenina como reclamación y reto, plena de sensibilidad e
imaginación debida a su origen familiar, a su formación y a su
constancia en el caminar por la senda de la santificación; su
palabra recrea el mundo al expresarse en sus diversos géneros
biográfico, testimonial, dialogante, histórico, poético, epistolar; y
posee a Dios que mora en su castillo interior, como íntimo secreto
que permite explicar toda su existencia y su obra literaria,
teológica, pedagógica, creadora de un modo nuevo de vida
contemplativa y fraterna.22 Estas características personales de la
Santa son el espejo en que se miran sus hijas, el modelo que
tratan de seguir.
Sus hijas, en efecto, a lo largo de los siglos han mantenido en sus
vidas el secreto de la Madre, han procurado recorrer su mismo
camino. “Almas de ángeles” las llama por sus virtudes: Pues
estando esta miserable entre estas almas de ángeles que a
22 Cf. Olegario G. de Cardedal, Donde la luz es Ávila, Ávila 2002, p. 51-54
59
mí no me parecían otra cosa, porque ninguna falta, aunque
fuese interior, me encubrían, y las mercedes y grandes
deseos y desasimiento que el Señor les daba, eran
grandísimas (F 1,6).
3.6. No sólo de ser monjas, sino ermitañas (C 13,6)
El primer deseo al fundar San José era hacer un conventito al
estilo de los primeros ermitaños de la Orden. Es el tipo de vida
que siempre deseó. Aunque la clausura era un medio adecuado
para la vida de oración, buscando un mayor recogimiento, a la
Madre Teresa le atraían las ermitas desde niña: El estilo que
pretendemos llevar es no sólo de ser monjas, sino ermitañas,
y así se desasen de todo lo criado, y a quien el Señor ha
escogido para aquí, particularmente veo la hace esta merced
(C 13,6). Serían ermitañas con celdas individuales y mucho
tiempo dedicado a la soledad, a la oración silenciosa mañana y
tarde. La oración Teresa la entiende como relación afectuosa con
Cristo, “trato de amistad”. Para ello era imprescindible el
recogimiento, el silencio, mucha clausura y poco locutorio: La
soledad es su consuelo, y pensar de ver a nadie que no sea
para ayudarlas a encender más el amor de su Esposo, les es
trabajo, aunque sean muy deudos; y así no viene nadie a esta
casa, sino quien trata de esto, porque ni las contenta ni los
contenta. No es su lenguaje otro sino hablar de Dios, y así no
entienden ni las entiende sino quien habla el mismo (V 36,25).
La soledad es un ámbito apropiado para el recogimiento y para la
oración, para la búsqueda y el conocimiento de Dios. En la
soledad Teresa busca el más hondo conocimiento de Dios y el
conocimiento de sí misma. Ella nunca acabará de conocerse a sí
misma si no es poniendo su mirada en el espejo de Dios: A mi
parecer jamás nos acabamos de conocer, si no procuramos
conocer a Dios; mirando su grandeza, acudamos a nuestra
bajeza, y mirando su limpieza, veremos nuestra suciedad;
considerando su humildad, veremos cuán lejos estamos de
60
ser humildes (M 1,2,9). En el silencio y recogimiento, la soledad
de la ermita le proporciona a Teresa y a sus hijas el ambiente para
la comunión entre la bajeza humana y la grandeza de Dios: Alma,
buscarte has en Mí, / y a Mí buscarte has en ti. / Y si acaso no
supieres / donde me hallarás a Mí, / No andes de aquí para
allí, / sino, si hallarme quisieres, / a Mí buscarme has en ti (P
8).
¿Cuántas ermitas construyó la Santa imitando a los ermitaños de
la Orden? “No es fácil hacer una enumeración de las mismas, y
menos, por tanto, de su historia. Muchas tuvieron una vida
efímera, se improvisaban en cualquier rincón, se cambiaban, se
derruían….”. 23 En la huerta de San José mandó edificar cuatro.
En una de ellas, dedicada a Nuestra Señora de Nazaret, tuvo
algunas gracias extraordinarias: Estando en San José de Ávila,
víspera de Pascua del Espíritu Santo, en la ermita de Nazaret,
considerando en una grandísima merced que nuestro Señor
me había hecho en tal día como éste, veinte años había, poco
más o menos, me comenzó un ímpetu y hervor grande de
espíritu, que me hizo suspender (R 67). Otras estuvieron
dedicadas a Santa Catalina, al Santo Cristo de la Columna y a
San Agustín. Otras tres ermitas fueron posteriores a la Santa
Madre: Espíritu Santo, Santa Teresa y San Elías.
3.7. Tratar de amistad con quien sabemos nos ama (V 8,5)
La Reforma buscaba una vida de mayor oración. Y para facilitarla,
Teresa simplifica el modo de orar porque, aunque Dios es muy
grande, sin embargo se hace tan cercano que se puede tratar
amistosamente con Él. Esta definición, universalmente conocida,
la pensó la Madre para que sus hijas tuvieran una intensa y
continua vida de trato con el Señor: No es otra cosa oración…, a
mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces
tratando a solas con quien sabemos nos ama (V 8,5).
23 Jiménez Duque, o. c., p. 67
61
Esta casa debía ser como un cielo porque en ella moraba Dios y
sus hijas trataban amistosamente con Él: Alguien tan cercano que
nos ve, nos oye, más aún, es huésped de nuestra alma: Adonde
está Dios, es el cielo…. San Agustín que le buscaba en
muchas partes y que le vino a hallar dentro de sí mismo.., que
no es menester para hablar con su Padre Eterno ir al cielo, ni
para regalarse con El, ni es menester hablar a voces…., está
tan cerca que nos oirá. Ni es menester alas para ir a buscarle,
sino ponerse en soledad y mirarle dentro de sí y no extrañarse
de tan buen huésped; sino con gran humildad hablarle como
a padre, pedirle como a padre, contarle sus trabajos, pedirle
remedio para ellos, entendiendo que no es digna de ser su
hija (C 28,2).
Cuán fácilmente explica la Madre a sus hijas el tiempo que deben
dedicar a Dios en la oración, a tratarle como a padre. Han de
ejercitarse en la oración, sea vocal o mental; lo importante es
orar, tratar con el Esposo, su Señor: Yo no digo ahora que la
oración haya de ser mental o vocal para todos; a vosotras os
digo que una y otra vais a necesitar (C 21,7). Siempre les
aconseja lo mejor. ¿Será mejor rezar o trabajar? Cada cosa ha de
hacerse a su tiempo; pero la oración, sus hijas tendrán ocasión de
hacerla incluso guisando, porque lo importante en la vida de la
Carmelita es el trato continuo con Dios: Pues ¡ea, hijas mías!, no
haya desconsuelo cuando la obediencia os trajere empleadas
en cosas exteriores; entended que si es en la cocina, entre los
pucheros anda el Señor ayudándoos en lo interior y exterior (F
5,8).
La Santa no dejó de enseñarles caminos para orar. Sobre todo
porque ella, autodidacta, al haber aprendido con gran esfuerzo
por medio de la lectura, ahora desea que sus hijas aprendan más
fácilmente. Sin olvidar que el verdadero Maestro es el Señor: El
Señor lo enseñe a las que no lo sabéis, que de mí os confieso
que nunca supe qué cosa era rezar con satisfacción hasta
que el Señor me enseñó este modo. Y siempre he hallado
tantos provechos de esta costumbre de recogimiento dentro
de mí, que eso me ha hecho alargar tanto la oración (C 29,7).
62
Pero, con todo, el esfuerzo y la disposición personal son
necesarios, a Dios rogando y con el mazo dando: Pues nada se
desprende sin un poco de trabajo, por amor de Dios,
hermanas, que deis por bien empleado el cuidado que en esto
gastareis. Y yo sé que, si le tenéis, en un año y quizá en
medio, saldréis con ello, con el favor de Dios. Mirad qué poco
tiempo para tan gran ganancia como es hacer buen
fundamento para sí quisiere el Señor levantaros a grandes
cosas, que halle en vos aparejo, hallándoos cerca de sí. Plega
a Su Majestad no consienta nos apartemos de su presencia
(C 29,8). En definitiva, San José era para la Madre una casa y una
escuela de oración para vivir en continua amistad con el Señor,
con quien ellas sabían les amaba.
3.8. Parecíame andar siempre a mi lado Jesucristo (V 27,2)
Es sabido que en el arte de la oración Teresa de Jesús alcanzó
las más altas cimas, o la más honda íntimidad. San José fue el
lugar adecuado para la comunión de vida más honda con el
Señor. Partiendo de aquella experiencia en la Encarnación al
encontrarse con la imagen de un Cristo muy llagado que la
conmovió, en mirándola toda me turbó de verle tal porque
representaba muy bien lo que pasó entre nosotros (V 9,1),
Teresa se sentiría permanentemente en la presencia de Dios:
Acaecíame en esta representación que hacía de ponerme
cabe Cristo un sentimiento de la presencia de Dios que en
ninguna manera podía dudar que estaba dentro de mí, o yo
toda engolfada en Él (V 10,1).
Esta presencia envolvente de la divinidad se centraba
particularmente en Cristo, libro vivo, en el que se ven verdades y
deja imprimido lo que se ha de leer y hacer de manera que no
se puede olvidar (V 26,6). … vi cabe mí, o sentí –por mejor
decir- que con los ojos del cuerpo ni del alma no vi nada, mas
parcíame que estaba cabe mí Cristo y veía ser Él que me
hablaba… Parecíame andar siempre a mi lado Jesucristo (V
63
27,2). De ver a Cristo me quedó imprimida su grandísima
hermosura, y la tengo hoy día; porque para esto bastaba sola
una vez, ¡cuánto más tantas como el Señor me hace esta
merced (V 37,4).
La permanente y profundísima unión con Cristo no le alienaba de
la realidad, por el contrario le llevaba a un mayor sentido de lo
real y deseo de cumplimiento de la voluntad de Dios: ¡Ay, hija,
que pocos me aman con verdad!, que si me amasen no les
encubriría Yo mis secretos. ¿Sabes qué es amarme con
verdad? Entender que todo es mentira lo que no es agradable
a Mí (V 40, 1). Quedóme una verdad de esta divina Verdad
que se me representó, esculpida, que me hace tener un
nuevo acatamiento a Dios… y así entendí qué cosa es andar
una alma en verdad delante de la misma Verdad (V 40,3). La
existencia cristiana no consiste en algo distinto que andar en
verdad porque Dios es suma Verdad (M6 10,7). Toda la
realidad de su vida, toda su existencia queda iluminada y
transformada por la mirada de Dios: Estando una vez en
oración, se me representó muy en breve cómo se ven en Dios
todas las cosas y cómo las tiene todas en sí… Digamos ser la
Divinidad como un muy claro diamante, muy mayor que todo
el mundo, o espejo, y que todo lo que hacemos se ve en este
diamante, siendo de manera que él encierra todo en sí,
porque no hay nada que salga fuera de esta grandeza (V 40,
9-10).
Más adelante la Madre Teresa avanzó hacia la comunión con la
Trinidad: después de comulgar, comenzó a inflamarse mi
alma, pareciéndome que claramente entendía tener presente
a toda la Santísima Trinidad (R 16,1), de tal modo que esta
experiencia se hizo habitual: Parecióme se me representó como
cuando en una esponja se incorpora y embebe el agua; así
me parecía mi alma que se henchía de aquella divinidad y por
cierta manera gozaba en sí y tenía las tres Personas (R 18,1); y
el Señor le comunicó el misterio de su unidad: estaba yo hoy
considerando como siendo tan una cosa, había tomado carne
64
humana el Hijo solo; y dióme el Señor a entender como con
ser una cosa eran divisas (R 47,1).
3.9 Para que se guardase esta Regla de nuestra Señora y
Emperadora
Santa Teresa tuvo desde niña el alma llena de amor a la Virgen
María. Nació esta devoción en el hogar familiar, donde su madre
le inició en el amor a la Santísima Virgen: con el cuidado que mi
madre tenía de hacernos rezar y ponernos en ser devotos de
nuestra Señora (V 1,1). Fue trascendental en toda su vida la
pérdida de su madre, ocasión que le llevaría a Teresa a encontrar
en María su nueva madre: afligida fuime a una imagen de
nuestra Señora y supliquéla que fuese mi madre con muchas
lágrimas (V 1,7). A partir de aquel momento toda su existencia
estuvo consagrada a María: porque conocidamente he hallado
a esta Virgen soberana en cuanto me he encomendado a ella
y, en fin, me ha tornado a sí (V 1,7).
En sus diálogos místicos con María, ésta le concedió dos gracias
singulares: el don de la pureza integral y el anuncio de que sería
madre de una nueva familia, la reformada en el Carmelo: Vi a
nuestra Señora hacia el lado derecho y a mi padre San José
al izquierdo, que me vestían aquella ropa. Dióseme a
entender que estaba ya limpia de mis pecados. Acabada de
vestir, y yo con grandísimo deleite y gloria, luego pareció
asirme de las manos nuestra Señora: Díjome que le daba
mucho contento en servir al glorioso San José, que creyese
que lo pretendía del monasterio se haría y en él se serviría
mucho el Señor y ellos dos; que no temiese habría quiebra en
esto jamás, aunque la obediencia que daba no fuese a mi
gusto, porque ellos nos guardarían, y que ya su Hijo nos había
prometido andar con nosotras (V33,14).
La finalidad de las Fundaciones la Madre Teresa la sitúa en poder
en algo servir a nuestra Madre y Señora y Patrona… y poco a
65
poco se irán haciendo cosas en honor y gloria de esta
gloriosa Virgen y su Hijo (F 29,23.28). Concretamente, la
fundación de San José tiene por objeto honrar el hábito de la
Virgen: una obra que tenía entendido era para el servicio del
Señor y honra del hábito de su gloriosa Madre, que estas eran
mis ansias (V 36,6). Y la misma finalidad pone en sus escritos, al
preparar Camino de perfección: sea para gloria y honor de Dios
y servicio de su sacratísima Madre, Patrona y Señora nuestra.
Las nuevas fundaciones Teresa las considera siempre como
“propiedad de la Virgen”, el Carmelo es la Orden de la Virgen
nuestra Señora. El hábito, la capa o el escapulario que visten las
carmelitas será signo de protección de María sobre sus hijas. La
devoción, los sentimientos que Teresa tiene hacia la Santísima
Virgen son propuestos como actitud vital de todos los miembros
de la Orden: servir y amar a la Señora, Madre, Reina y Patrona de
la Orden, guardar la Regla de nuestra Señora y Madre, cuyo
hábito traemos, y de las que somos hijas, alabanza y gratitud a la
Señora y patrona y Madre, el gozo y júbilo de ser hijas queridas y
amadas de María. En toda su existencia Teresa se acoge a la
bondad de María: Válgame la misericordia de Dios, en quien yo
he confiado siempre por su Hijo sacratísimo y la Virgen
nuestra Señora, cuyo hábito por la bondad del Señor traigo (F
28,35).
3.9. Debéis esforzaros en estar alegres con las Hermanas (C
7.7)
Teresa introduce en la vida del convento la novedad de dedicar
una hora por la mañana y otra por la tarde a la “recreación”, en la
que se comparten las alegrías y las contrariedades de la jornada,
una convivencia distendida, con canciones y con bromas: Debéis
esforzaros en estar alegres con las Hermanas, cuando tienen
un recreo especial que les es necesario. Habéis de vigilar con
cuidado la hora del recreo ordinario, aunque en ello no
tengáis ningún gusto (C 7,7). La recreación es algo muy
66
aconsejable dentro de casa o en la huerta si el tiempo es bueno,
como medio para sentir y comunicar la alegría, según el estilo de
vida del Carmelo: La recreación que tenemos juntas, que todo
es con tanta moderación, que sólo sirve…, de tomar un poco
de alivio para llevar el rigor de la Regla (F 13,1). Era necesaria
la alegría para llevar una vida llena de espíritu: “a sus monjas si
andaban tristes, y les decía que mientras les durase la alegría les
duraría el espíritu”. 24
3.10. Para escribir algunas cosas de oración (C pro 1)
Los años en San José fueron para la Santa los más descansados,
en los que pudo escribir con gran fecundidad literaria. Lo hizo por
obediencia. El Libro de la Vida tuvo su primera redacción en La
Encarnación y la tercera en San José de Ávila. Camino de
Perfección se gesta y se escribe entero también en San José; es
un libro de formación espiritual para sus monjas. En un horizonte
eclesial fundamenta las virtudes inspiradas en el evangelio que
darán cabida a la oración, a la vida interior, a la contemplación
centrada en Cristo, con base en la oración del Padre Nuestro:
Sabiendo las hermanas de este monasterio de San José cómo
tenía licencia del Padre Presentado Fray Domingo Bañes, de
la Orden del glorioso Santo Domingo, que al presente es mi
confesor, para escribir algunas cosas de oración en que
parece podré atinar por haber tratado con muchas personas
espirituales y santas, me han tanto importunado les diga algo
de ella, que me he determinado a las obedecer (C Pro 1). Las
Moradas o Castillo interior, que revela la cumbre más alta de su
evolución espiritual, lo escribe la Santa hasta el capitulo primero
de las cuartas moradas en Toledo, y los cinco capítulos
siguientes en San José, es decir la mayor parte del libro: Acabóse
esto de escribir en el monasterio de San José de Ávila, año de
1577, víspera de San Andrés (M epi). El libro de Las
Fundaciones, que relatan con sentido histórico los avatares de
las fundaciones de sus conventos, lo comienza en Salamanca
24 Ana de Jesús, en Procesos, Salamanca 1597, I, Burgos 1934, p. 461
67
donde escribe los primeros capítulos, una parte en Toledo, y en
San José otros capítulos: Estando en San José de Ávila, año de
mil y quinientos y sesenta y dos, que fue el mismo que se
fundó este monasterio, fui mandada del padre fray García de
Toledo, dominico, que al presente era mi confesor, que
escribiese la fundación de aquel monasterio, con otras
muchas cosas, que quien la viere, si sale a luz, verá (F pro 2).
Meditaciones o Conceptos del amor de Dios, una serie de
meditaciones sobre algunos versos selectos del “Cantar de los
Cantares”, las escribe para sus hermanas de San José. Las
constituciones, sacadas de los antiguos estatutos de la Orden,
las escribe como el modo de vida para la comunidad de San
José. Presentan el estilo de vida que previamente aquella
comunidad había experimentado. Poesías: Sin poder precisar
cuántos ni cuáles, buena parte de sus versos fueron escritos en
Ávila y revelan su rica personalidad, abierta a la belleza que
entraña cualquier tipo de situación. Por ejemplo: Pues nos dais
vestido nuevo, / Rey celestial, / librad de la mala gente/este
sayal (P 28). Cartas. En Ávila están fechadas 130. En definitiva, la
mayor parte de sus obras han sido escritas en Ávila, en la
Encarnación y sobre todo en San José.
3.11. Me dijo que era esta casa paraíso de su deleite (V 35,11)
Fueron muchas las gracias sobrenaturales que en San José
recibió la Santa, fueron muchas las veces que intervino el cielo en
favor del convento. Aunque la Madre Teresa tuvo una más que
notable vivencia de Dios durante toda su vida, a las experiencias
vividas en San José dedica los últimos capítulos de su Vida (del
37 al 40). Con razón dirá ella misma que el convento es un cielo,
porque aquí se lo hizo ver el Señor: Estando una noche tan
mala que quería excusarme de tener oración, tomé un rosario
por ocuparme vocalmente… Estuve así bien poco, y vínome
un arrebatamiento de espíritu. Parecíame estar metida en el
cielo, y las primeras personas que allá vi fue a mi padre y
madre, y tan grandes cosas en tan breve espacio como se
podía decir una avemaría que yo quedé bien fuera de mí (V
68
38,1). En otra ocasión volvió el Señor a hacerle ver cosas del cielo
largo rato: Había una vez estado así más de una hora
mostrándome el Señor cosas admirables, que no me parece
se quitaba de cabe mí. Díjome: Mira, hija, qué pierden los que
son contra Mí; no dejes de decírselo (V 38,3).
Otro día, en una de las ermitas de la huerta, volvió el Señor a
regalarle otra de sus gracias: Estaba un día, víspera del Espíritu
Santo, después de misa. Fuime a una parte bien apartada,
adonde yo rezaba muchas veces, y comencé a leer en un
Cartujano esta fiesta. Y leyendo las señales que han de tener
los que comienzan y aprovechan y los perfectos, para
entender está con ellos el Espíritu Santo, leídos estos tres
estados, me pareció, por la bondad de Dios, que no dejaba de
estar conmigo, a lo que yo podía entender…. Estando en
esto, veo sobre mi cabeza una paloma, bien diferente de las
de acá, porque no tenía estas plumas, sino las alas de unas
conchicas que echaban de sí gran resplandor. Era grande
más que paloma. Paréceme que oía el ruido que hacía con las
alas. Estaría aleando espacio de un avemaría. Ya el alma
estaba de tal suerte, que, perdiéndose a sí de sí, la perdió de
vista (V 38,9-10).
No una sino varias veces pudo ver en el nuevo convento, con
gran privilegio, la Humanidad del Señor: Vi a la Humanidad
sacratísima con más excesiva gloria que jamás la había visto.
Esta misma visión he visto otras tres veces. Es, a mi parecer,
la más subida visión que el Señor me ha hecho merced que
vea, y trae consigo grandísimos provechos (V 38,17-18).
También solía ver con cierta frecuencia al Señor en la Hostia
consagrada, con la que iba a comulgar: Cuando yo me llegaba a
comulgar y me acordaba de aquella majestad grandísima que
había visto, y miraba que era el que estaba en el Santísimo
Sacramento (y muchas veces quiere el Señor que le vea en la
Hostia) (V 38,19). Una vez poco antes de esto, yendo a
comulgar, estando la Forma en el relicario, que aún no se me
había dado, vi una manera de paloma que meneaba las alas
con ruido. Me turbó tanto y me suspendió, que con harta
69
fuerza tomé la Forma. Esto era todo en San José de Ávila. Me
daba el Santísimo Sacramento el Padre Francisco de Salcedo
(R 17).
Felizmente, nos dejó escritas estas experiencias de modo que en
el aniversario de su fundación las podamos releer y recordar.
Fueron tantas veces las que el Señor se dejó ver y habló a la
Santa en este convento, que ella no puede dejar de decirlo: Si Él,
que me ha hecho tan grandes mercedes y hace, no me le
diese, ni sería posible poderlo disimular, ni dejar de decir a
voces tan grandes maravillas (V 38,21). Y también la Santísima
Virgen se hizo presente por medio de estas gracias
sobrenaturales: Otra vez, estando todas en el coro en oración
después de Completas, vi a nuestra Señora con grandísima
gloria, con manto blanco, y debajo de él parecía ampararnos
a todas; entendí cuán alto grado de gloria daría el Señor a las
de esta casa (V 36,24).
3.12. Esta casa es un cielo, si le puede haber en la tierra (C
13,7)
“Una vida de cielo ya aquí en la tierra”, así define la Santa este
lugar para quien se contenta sólo de contentar a Dios y no
hace caso de contento suyo (C 13,7). Los tres años primeros
transcurridos en San José se pueden considerar como aquellos
en los que inició y fue consolidando la vida de las nuevas
Carmelitas Descalzas. La Madre les dio su magisterio de palabra
y por escrito como instrumento de formación respecto a la
voluntad de Dios acerca de la Reforma para la Iglesia universal.
Es verdad que aquel lugar podía entenderse como el mismo cielo.
Además, ya en Ávila les querían y ayudaban: Y no hay al
presente nadie que le parezca fuera acertado dejarse de
hacer, y así tienen tanta cuenta con proveernos de limosna,
que sin haber demanda ni pedir a nadie, los despierta el
Señor para que nos la envíen, y pasamos sin que nos falte lo
necesario, y espero en el Señor será así siempre (V 36,25). Los
70
antiguos enemigos del convento ahora se habían tornado en
bienhechores. Realmente, esto parecía cosa de Dios: Era mucha
la devoción que el pueblo comenzó a tener con esta casa.
Tomáronse más monjas, y comenzó el Señor a mover a los
que más nos habían perseguido para que mucho nos
favoreciesen e hiciesen limosna; y así aprobaban lo que tanto
habían reprobado, y poco a poco se dejaran del pleito y
decían que ya entendían ser obra de Dios, pues con tanta
contracción Su Majestad había querido fuese adelante. Y no
hay al presente nadie que le parezca fuera acertado dejarse
de hacer (V 36,25).
Pronto la ciudad de Ávila quiso reparar a la Madre Teresa lo
mucho que le había dificultado en los comienzos: “Un fraile
dominico de Santo Tomas, Fray Luis de Barrientos: desde la más
recalcitrante y sonora oposición pasó a decir públicamente en los
púlpitos que por esta casa hacía Dios mercedes a esta ciudad.
Predicando este mismo padre en la iglesia parroquial del señor
San Pedro de esta ciudad, donde había un gran concurso de
gente, dijo que acudiesen a esta casa con sus limosnas, porque
por ella hacía Dios bien a toda la ciudad” 25 Lógicamente no
faltaron problemas: la compra de una casa para ampliar el
pequeño convento, la construcción de las ermitas y otras cosillas,
pero no volvió la Santa a vivir años mejores que los que pasó en
su San José. Sobre él escuchó grandes promesas para el futuro:
Una vez entendí: "Tiempo vendrá que en esta iglesia se
hagan muchos milagros; llamarla han la iglesia santa. Es en
San José de Ávila, año de 1571 (R 22).
3.13. Quería yo persuadir a todos fuesen devotos de este
glorioso Santo (V 6,7)
El convento de San José de Ávila habla enteramente de su amor
al Santo Patriarca. El Señor le pidió después de comulgar que lo
procurara y que se llamase San José (V 32,11). En el Libro de la
Vida vemos cuánto extendió la devoción al Santo: Aunque tenga
muchos santos por abogados, séalo particular de San José,
25 Sobrino Chomón, o.c., p.155)
71
que alcanza mucho de Dios (Avisos 65). Apenas podemos
hablar del convento de San José sin relacionarlo con Santa
Teresa. Su experiencia puede compararse de algún modo con lo
sucedido a los apóstoles tras la Resurrección: que no pueden
dejar de hablar de lo que han visto y oído (Hch 4,20). Tampoco
Teresa puede dejar de hablar de lo que ha experimentado en su
relación con San José, con María y Jesús: Que no sé cómo se
puede pensar en la Reina de los ángeles, en el tiempo que
tanto paso con el Niño Jesús, que no den gracias a san José
por lo bien que les ayudó a ellos (V 6,8). Mientras vivía en la
Encarnación procuraba captar devotas para San José: esto han
visto otras algunas personas, a quien yo decía se
encomendasen a él, también por experiencia” (V 6,6).
“…quería yo persuadir a todos fuesen devotos de este
glorioso Santo, por la gran experiencia que tengo de los
bienes que alcanza de Dios” (V 6,7). Aconseja a quienes no
encuentren maestro que lo tomen a él: Quien no encuentre
maestro que le enseñe oración, tome este glorioso santo y no
errará el camino (V 6,8).
La casa de San José ha recibido muchas gracias del Santo y ha
expandido a toda la Iglesia su devoción: “La intercesión y la
protección, que Nuestro Santo Padre ha ejercido sobre esta casa
y sus monjas durante estos cuatro siglos, han sido eficacísimas,
aunque casi siempre silenciosas. De muchos de sus detalles y
caricias para estas Carmelitas Descalzas, la Comunidad ha llegado
a tener algunas noticias. De otras muchísimas predilecciones e
intercesiones nunca habrá constancia. Por ello se sienten
profundamente agradecidas, y como plasmación y materialización
de esta gratitud, el Convento de san José en estos últimos años
ha dejado constancia de este agradecimiento en unos cuantos
datos especialmente significativos para con el Santo Patriarca”. 26
El Señor fue quien indicó a Teresa que se llamase San José, y
que a la una puerta nos guardaría él y nuestra Señora la otra
(V 36,11). Y en este convento, que fomenta la devoción a San
José, se complace también nuestra Señora: Me dijo nuestra
26 Jiménez Duque, o.c., p. 137
72
Señora, que la daba mucho contento en servir al glorioso San
José (V 33,14).
4. LA PLANTA PRODUCE ABUNDANTES FRUTOS
4.1. Espera un poco, hija, y verás grandes cosas
Expansión de la Reforma
Teresa de Jesús vive en la pequeña comunidad de San José
cuatro años (1562-1566), los más felices de su vida, como se ha
dicho. Era un gran tesoro el convento, un modo de vida querido
por Dios, que no podía permanecer oculto en un rincón de esta
ciudad. Nacían en la Santa grandes deseos de extender esta
gracia y expandirla por otros lugares. “No se enciende una
lámpara para ponerla debajo del celemín, sino sobre el candelero,
para que alumbre a todos los que están en la casa” (Mt 5,15). Dios
quiso que estas palabras del evangelio tuvieran aplicación a la
fundación de San José. La providencial ocasión estuvo en la
necesidad de personas de oración que necesitaban las Indias,
recientemente descubiertas: Éste (un fraile franciscano) venía
de las Indias, poco había. Comenzóme a contar de los
muchos millones de almas que allí se perdían por falta de
doctrina, e hízonos un sermón y plática animándonos a la
penitencia, y fuese. Yo quedé tan lastimada de la perdición de
tantas almas, que no cabía en mí. Fuime a una ermita con
hartas lágrimas; clamaba a nuestro Señor, suplicándole a
nuestro Señor diese medio cómo yo pudiese algo para ganar
algún alma para su servicio… Una noche, estando en oración,
representóseme nuestro Señor de la manera que suele, y
mostrándome mucho amor, a manera de quererme consolar,
me dijo: “Espera un poco, hija, y verás grandes cosas” (F
1,7.8).
Aunque de momento no entendió a qué se refería el Señor, pronto
descubriría que la llamaba a fundar conventos semejantes y a
reformar los existentes. La Madre Teresa lo llevaba en el alma: y
73
muchas veces me parecía como quien tiene un gran tesoro
guardado y desea que todos gocen de él, y le atan las manos
para distribuirle; así me parecía estaba atada mi alma, porque
las mercedes que el Señor en aquellos años la hacía eran muy
grandes y todo me parecía mal empleado en mí (F 1,6).
La respuesta a sus deseos misioneros y oraciones le llegó con la
visita a Ávila del General de la Orden, P. Juan Bautista Rubeo, en
la primavera de 1567. Era la primera vez que un superior General
visitaba España. En un principio Teresa temía esta visita: Temí
dos cosas: la una, que se había de enojar conmigo (no estaba
aquella casa sujeta a los frailes) y, no sabiendo las cosas
cómo pasaban, tenía razón; la otra, si me había de mandar
tornar al monasterio de la Encarnación que es de la Regla
mitigada, que para mí fuera desconsuelo (F 1,2). Sin embargo,
yo procuré fuese a San José, y el obispo tuvo por bien se le
hiciese toda cabida que a su misma persona. Yo le di cuenta
con toda verdad y llaneza, porque es mi inclinación tratar así
con los prelados, suceda lo que sucediere, pues están en
lugar de Dios, y con los confesores lo mismo (F 2,3). ¿Cuál fue
la reacción del P. Rubeo? El Padre General recibió una impresión
inmejorable de la comunidad que la Madre Teresa había formado,
comprendió sus aspiraciones apostólicas y decidió apoyar este
modo de vida: Alegróse de ver la manera de vivir y un retrato
(aunque imperfecto) del principio de nuestra orden, y cómo la
regla primera se guarda en todo rigor, porque en toda la
orden no se guardaba en ningún monasterio, sino la
mitigada… diome muy cumplidas patentes para que hiciese
más monasterios, con censuras para que ningún provincial
me pudiese ir a la mano (F 2,3).
A partir de aquí, un reto comprometedor aparecía ante los ojos de
la Santa Madre: multiplicar pequeños conventos, como el de San
José, asociando también comunidades de frailes, con el mismo
estilo de vida fraterna y finalidad apostólica. El 27 de abril de
1567, el P. Rubeo extendía patentes para que Teresa pudiera
fundar monasterios de monjas en Castilla. El 10 de agosto del
mismo año, el P. General otorgaba licencia para la fundación de
74
dos casas de frailes con iglesias en Castilla, al estilo de la monja
de Ávila. Estas (patentes) yo no se las pedí, puesto que
entendió de mi manera de proceder en la oración, que eran
los deseos grandes de ser parte para que algún alma se
llegase más a Dios (F 2,3). Nacía así un proyecto de familia
religiosa con un nuevo estilo de vida en la Iglesia.
Y así fue. Salió la Madre a fundar por España, hasta un número
de diecisiete conventos semejantes al de San José. La Reforma
masculina empezó en Duruelo con Fray Juan de la Cruz y Fray
Antonio de Jesús. Hoy son miles de monjas Carmelitas Descalzas
de la Madre Teresa de Jesús esparcidas por el mundo entero. Y
de manera semejante, los frailes Carmelitas Descalzos: O es que
Su Majestad fue servido, porque se hacían tantas casas
adonde se servía nuestro Señor, nuestro Padre General,
deseaba fundase tantas como tengo cabellos en la cabeza (F
27,19). Se cumplió con creces la promesa del Señor a la Madre
de que vería grandes cosas: “Y se echó a caminar por España.
San José fue el epicentro, el cuartel general de toda esa empresa
fundacional. Teresa misma fue adquiriendo conciencia de la obra
inmensa que en definitiva Dios quería de ella: la de la reforma de
su Orden, o mejor una rama nueva del añoso árbol del Carmelo,
no sólo la fundación de un convento, el cual vino a ser el
manantial de un río caudaloso de espiritualidad y santidad en la
Iglesia”. 27
En el libro de las Fundaciones, la Madre Teresa narra la serie de
carmelos que van floreciendo a impulso del Espíritu y del tesón de
la Fundadora. Son los siguientes: Medina del Campo, Malagón,
Valladolid, Duruelo (fundación masculina de Descalzos), Toledo,
Pastrana, Salamanca, Alba de Tormes, Segovia, Beas, Sevilla,
Caravaca, Villanueva de la Jara, Palencia, Soria y Burgos.
Y no sólo por toda España; desde San José salieron varias
hermanas, entre ellas Ana de San Bartolomé, para llevar aquel
mismo espíritu a otras fundaciones en Francia, Bélgica, Holanda...
Desde entonces se han extendido por todo el mundo más de 800
27Jiménez Duque, o.c., p. 76-77
75
carmelos. “Y todo comenzó aquí, hace 450 años, en san José de
Ávila, el manantial que no ha cesado de brotar agua de la más rica
espiritualidad”. 28 Pues comenzando a poblarse estos
palomarcitos de la Virgen nuestra Señora (F 4,5). También se
cumplió otra promesa que hizo el Señor a Teresa al comienzo de
la fundación de San José: que sería una estrella que diese de sí
gran resplandor (V 32,11). En San José resplandece para toda la
Iglesia este estilo de vida con el mismo brillo con que comenzó
siglos ha.
4.2. Nos iremos todos a Ávila, que allá nos hemos de ir a
enterrar
Muerte de la Madre Teresa de Jesús
La Madre Teresa regresaba de la fundación de Burgos camino de
Ávila cuando se vio obligada a cambiar de rumbo desde Medina,
pasando por Alba de Tormes. Debía asistir a la nuera de los
duques de Alba, Dª María de Toledo, en vísperas de su primer
parto. Teresa llegó a Alba el 20 de septiembre, cuando ya había
nacido el vástago. La Beata Ana de San Bartolomé, su secretaria,
refiere que el viaje no estuvo bien programado ya que la Madre se
hallaba tan débil, que se desmayó en el camino. Al llegar a Alba
de Tormes la Santa, muy enferma, tuvo que acostarse
inmediatamente. No deseaba otra cosa sino ponerse en camino
para descansar definitivamente en el convento de San José de
Ávila, donde había pasado los años más descansados de su
vida (F 1,1). Cuando ya se sentía morir, llamó a su hermana Doña
Juana de Ahumada y le dijo, según la declaración que hace Ana
de San Bartolomé: Hermana, no tengáis pena. En estando yo
un poco mejor, nos iremos todos a Ávila, que allá nos hemos
de ir a enterrar todos, a aquella mi casa de san José. 29 Al día
siguiente empeoró. No se cansaba de dar gracias a Dios por
haberle hecho hija de la Iglesia, y así fallecía. El P. Antonio de
Heredia le dio los últimos sacramentos y le preguntó si, en caso
28 Jiménez Duque, o.c., p. 98
29 Gómez Centurión J, Relaciones biográficas… p. 71)
76
de morir, deseaba ser enterrada en Ávila. A una pregunta tan
delicada, le susurró al oído a la enfermera: ¿Y aquí no me darán
un poco de tierra para enterrarme? 30 Santa Teresa de Jesús
murió en brazos de la Beata Ana de san Bartolomé, monja del
convento de San José de Ávila, a las 9 de la noche del 4 de
octubre de 1582: En fin, Señor, muero hija de la Iglesia.31
Cuando amaneció no era el día 5, sino el 15 de octubre. Se
habían suprimido 10 días del calendario universal, coincidiendo el
cambio precisamente esa noche. La Santa quedó en Alba de
Tormes aunque fuera su intención descansar hasta la
resurrección en su querida casa de San José.
En 1585, por orden de los Carmelitas descalzos, sus restos
fueron trasladados al Carmelo de San José. Estuvo el cuerpo de
la Santa en la actual capilla de la Natividad de la iglesia, la
primera a mano izquierda, que fue sala capitular en los comienzos
del convento. En agosto del año siguiente, por influencia de los
duques de Alba, el cuerpo de la Santa volvió a Alba de Tormes,
lugar donde hoy reposa. El 1.12.1588 falló este traslado el Nuncio
Speciano y un año más tarde el Papa Sixto V. En Ávila no está su
cuerpo, decía D. Baldomero, nos queda la nostalgia de tenerlo; y
añadía refiriéndose a San José: “Para los que tengan la dicha de
visitar esta eminente reliquia teresiana, donde su espíritu a pesar
del recogimiento que lo encierra, se puede encontrar. La
presencia de Santa Teresa es en San José de Ávila, una
misteriosa realidad”. 32 “Santa Teresa sigue latiendo entre sus
devotos y sus discípulos. Su presencia no ha muerto: vive en sus
hijas, en sus discípulos, y, como símbolo, en su incorrupto
corazón”. 33 En el convento hay muchas reliquias de objetos que
fueron usados por la Santa: libros, cuadros, vasijas, imágenes,
muebles, trozos de ropa, etc. De su cuerpo, que descansa en
Alba de Tormes, permanece en San José la clavícula izquierda.
30 Crisógono de J, o.c., p. 114)
31 Constanza de los Ángeles, Proceso Alba 1592: BMC XVIII, p. 105
32 Jiménez Duque, o.c., p. 12
33 Jiménez Duque, o.c., p. 94)
77
Capítulo II. ¿Qué nos dice el convento de
San José hoy?
Si es importante hacer memoria de los acontecimientos históricos
y de las personas que contribuyeron con Santa Teresa en la
fundación de San José y en la Reforma, más importante todavía
es la valoración y la aplicación pastoral que este gran
acontecimiento tienen para nosotros, iglesia y sociedad. En este
segundo capítulo reflexionamos y hacemos sugerencias
sobre los beneficios que para nosotros tiene la memoria histórica
de la fundación del convento de San José.
Los abulenses nos sentimos muy honrados y orgullosos con la
presencia viva del convento de San José en el corazón de la
ciudad. Allí reside una comunidad de carmelitas, unas veinte
mujeres, que no han salido de este recinto desde el 24 de agosto
de 1562. Viven en oración y en contemplación, ofreciendo sus
vidas por nosotros, por la Iglesia y por el mundo, siendo
testimonio vivo de la presencia de Cristo resucitado entre
nosotros, un Cristo pobre, casto y obediente. Esto es común a los
Carmelos y a todos los conventos de clausura. Sin embargo, la
peculiaridad de San José y su verdadero valor está en que allí
nació, hace 450 años, una nueva forma de vida consagrada: la
Descalcez, la Reforma del Carmelo.
Celebrar este acontecimiento es hacer memoria de su Fundadora,
actualizarla, traerla hasta nosotros con gratitud y espíritu de
renovación, como admiradores y seguidores suyos. La
celebración de los centenarios en la Iglesia no consiste en
recordar un pasado glorioso que se añora con nostalgia. “No se
enciende una lámpara para ponerla debajo del celemín, sino sobre
el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa”
(Mt 5,15). Este centenario ha de ser un tiempo de renovación de
nuestra fe, de nuestra vida de gracia, de nuestro vivir cristiano.
Será una gran oportunidad, estando en vísperas del Año de la Fe,
que comenzará el 11 de octubre de este año 2012. Al tratarse de
un convento y de una Reforma que hizo en Ávila Santa Teresa, el
centenario se convierte para los abulenses en un tiempo de gracia
78
que nos invita a afrontar gozosos el presente y el futuro con
coraje, con ilusión y decisión. Usando sus palabras: Tener una
grande y muy determinada determinación de no parar hasta
llegar (C 21,2). Podría considerarse la Nueva Evangelización
propuesta por los últimos Papas como una nueva reforma para la
Iglesia de hoy.
¿Cómo celebrar este aniversario? Sencillamente, actualizando
las gracias que recibió su Fundadora y hoy encarnan las Madres
que habitan el convento de San José; asumiendo el fin para el
que fue fundado, algo que sigue teniendo plena actualidad para
nosotros, hombres y mujeres de este tiempo. Veamos.
1. Nos recuerda el valor de la vida contemplativa
¿Para qué sirve un convento de clausura en Ávila? Muchos de
cuantos se acercan al locutorio de San José, o de otro convento
de clausura, comentan superficialmente: ¿No estarían mejor estas
mujeres sirviendo a los pobres en barrios humildes o en
misiones? ¿No harían mucho más curando enfermos y ancianos?
¿Qué hacen aquí adentro si hay tanto que hacer fuera, en el
mundo? ¿Esta vida encerrada tiene sentido hoy? ¿Pueden ser
felices entre rejas, sin salir jamás? Pues, escuchando a la Santa,
ciertamente pueden ser felices, muy felices: no se creerá el
contento que se recibe en estas fundaciones cuando nos
vemos ya con clausura, verdaderamente no se vive hasta
tornarse a ver allí (F 31,46). Para descubrir el valor de las vidas
de las Hermanas conviene recordar el testimonio de Fray Luis de
León: “Yo no conocí ni vi a la Madre Teresa de Jesús, mientras
estuvo en la tierra; mas agora que vive en el cielo la conozco y veo
casi siempre en dos imágenes vivas que nos dejó de sí, que son
sus hijas y sus libros”. Ellas encarnan en sus personas, en su
espíritu y en sus virtudes la personalidad de Santa Teresa.
Quienes las conocemos, y yo me honro en estar entre tales
personas, tenemos el mismo parecer. Las monjas que habitan el
convento de San José –como las que habitan otros conventosson
mujeres fuertes, decididas. Asumen con gran entereza una
vida en condiciones materiales precarias. Son pobres y viven
79
pobremente. Están dotadas de grandes valores humanos que
dirigen hacia una vida fraterna, de comunión de sentimientos y de
bienes. Bastantes de ellas son universitarias y podrían haber
desarrollado una vida profesional y familiar espléndida. Pero todo
lo han sometido al seguimiento de Jesús: “si quieres ser perfecto,
vende tus bienes, ven y sígueme” (Mt 19,21). Han escuchado
estas palabras de labios de Jesús y le han seguido. “Son mujeres
que se han sentido llamadas a imitar la condición de siervo del
Verbo encarnado y han seguido sus huellas… mujeres
auténticamente espirituales capaces de fecundar secretamente la
historia con la alabanza y la intercesión continua, con los consejos
ascéticos y las obras de caridad” (Vita consecrata, 6).
Pero, además de fuertes, son mujeres sensibles. Sensibles a las
realidades humanas que les rodean, a los problemas y las
angustias que vive la sociedad, tienen una visión certera y
comprensiva de los acontecimientos. Por esto oran al Señor
continuamente. Son sensibles particularmente a la cercanía de
Dios, ponen a Cristo en el centro de sus vidas y viven con Él, en
Él y para Él. Por eso hay muchas personas que les confían sus
problemas, sus dificultades, los secretos de su alma, para que
ellas las transformen en oración, rueguen por ellas, las
encomienden al Señor. Esas personas saben que las Hermanas
están muy cerca de Dios y que el poder de la oración es grande.
Un monasterio de clausura, como es San José, es una antorcha
encendida permanentemente que alumbra a los que vivimos
fuera, en el ritmo de los quehaceres diarios, rodeados de estrés y
de prisas, colmados de ambiciones, preocupados por cosas de
escaso valor y vacíos por dentro tantas veces. Estas casas
silenciosas son absolutamente necesarias. El mundo, la Iglesia las
necesita: nuestro mundo, sin saberlo, se mantiene en pie
ayudado por estos lugares santos, donde se ora, se ofrece la vida
en sacrificio y se respira la mayor libertad a pesar de las rejas
externas. Es una presencia silenciosa, apenas visible, sólo
percibida por quienes se acercan en actitud de escucha; es una
llama siempre encendida, a semejanza de las vírgenes prudentes,
ofreciéndose a Dios como incienso de suave olor. ¡Qué sería del
mundo sin estos lugares!
80
Con referencia a los monasterios contemplativos, dice la
instrucción Verbi Sponsa sobre la clausura: “El monasterio es el
lugar que Dios custodia (cf. Za 2, 9); es la morada de su presencia
singular, a imagen de la tienda de la Alianza, en la que se realiza el
encuentro cotidiano con Él, donde el Dios tres veces Santo ocupa
todo el espacio y es reconocido y honrado como el único Señor”
(VS 8). Sin San José y sin otros monasterios semejantes Ávila
sería diferente. Continúa la instrucción: “Un monasterio
contemplativo es un don también para la Iglesia local, a la que
pertenece. Representando su rostro orante, hace más plena y más
significativa su presencia de Iglesia. Se puede parangonar una
comunidad monástica con Moisés, que en la oración determina la
suerte de las batallas de Israel (cf. Ex 17, 11), y con el centinela
que vigila en la noche esperando el amanecer (cf. Is 21, 6). El
monasterio representa la intimidad misma de una Iglesia, el
corazón, donde el Espíritu siempre gime y suplica por las
necesidades de toda la comunidad y donde se eleva sin descanso
la acción de gracias por la Vida que cada día Él nos regala (cf. Col
3, 17)” (VS 8).
Durante 450 años nuestra Diócesis se ha beneficiado de las
gracias que le vienen por medio de este convento. Santa Teresa,
al fundarlo con clausura estricta, creó un marco ideal en la Iglesia
para que las personas a las que Dios llama al Carmelo Descalzo,
puedan vivir una historia apasionante de silencio, de oración y de
intenso amor de Dios. Ciertamente, es necesario San José, como
son necesarios todos los conventos contemplativos.
2. Nos recuerda la necesidad de ser files a la vida consagrada
Cuatro siglos y medio después, San José nos recuerda desde el
interior de sus muros, desde la vida escondida de sus monjas, el
fin para el que la Santa lo fundó: mantener la fidelidad a nuestra
vocación, cada uno a la que Dios le llamó, en todo tiempo pero
singularmente en la actualidad intensamente secularizada; vivir la
auténtica misión de la Iglesia por medio de la oración y del
sacrificio de sus vidas. Para los y las Carmelitas Descalzas, para
los sacerdotes, para las personas de vida consagrada, el modo
de vida que la Santa inauguró nos lleva a apasionarnos con
81
nuestra vocación. Su testimonio silencioso, su hondura espiritual,
su santidad de vida nos llevan a la convicción del valor de este
camino de elección para el seguimiento de Cristo, buscando una
mayor perfección, como ella lo vivió en esta casa: toda mi ansia
era, y aún es, que pues tiene tantos enemigos y tan pocos
amigos, que ésos fuesen buenos, determiné a hacer eso
poquito que era en mí, que es seguir los consejos evangélicos
con toda la perfección que yo pudiese (C 1,2).
3. Nos recuerda la necesidad de ser verdaderos cristianos
A Santa Teresa le cambió la vida su encuentro con Jesucristo, un
día en la Encarnación en que contemplaba una imagen de Cristo
muy llagado (V 9). Desde ese momento su vida la va a llenar el
Señor, Él la va a inundar con su gracia. Más tarde describe éste y
otros encuentros con Jesucristo con tanta fuerza y belleza que
arrastra a quienes se acercan a ella. Su fe valiente y testimonial
ha conducido a muchas personas al encuentro con Dios y al
seguimiento de Jesucristo. A partir de este encuentro con el
Señor, cambia ella y, por su ejemplo y manera de vivir, cambian
también las personas que la rodean. Teresa se decide a poner de
su parte ese poquito que hay en mí, hacer todo lo que está en
su mano para vivir con mayor perfección.
La Santa nos vuelve a recordar en este centenario la necesidad
de ser creyentes decididos, valientes, amigos de Dios, para poder
ayudar a otros cristianos más débiles a que sean fuertes también.
En estos tiempos que son menester amigos fuertes de Dios
para sustentar los flacos (V 15,5). Santa Teresa fue una mujer
valiente y animosa, que afrontó con fe y alegría los retos que le
planteaba la vida. Y un buen ejemplo fue fundar San José contra
viento y marea. Ella, que supo de las dificultades de los caminos,
hoy nos invita a nosotros a caminar llevando a Dios en el corazón,
para orientar el camino de nuestra vida y fortalecer nuestra
esperanza de que podemos ser auténticos cristianos. En la tarea
de las fundaciones hubo de superar toda clase de dificultades: las
comunicaciones, los terribles viajes, las posadas, la financiación
de los nuevos conventos, las licencias eclesiásticas. La Santa ha
sido un gran ejemplo para superar todo tipo de contrariedades en
82
la misión. Ella nos dice cuál fue el secreto de su vida y el de su
misión al fundar San José: Por eso digo, hijas, pongamos los
ojos en Cristo nuestro bien (M1 2,11).
4. Nos recuerda la necesidad de la oración
La vida cristiana es una vocación a la oración. El ideal de vida
consagrada y de vida cristiana, que aparece en el Camino de
Perfección y que se ha concretado en la fundación de San José,
es la oración. La oración no es algo destinado a unos pocos
privilegiados sino a todos cuantos queremos ser amigos de Dios.
Teresa, al escribir Camino en San José, se hace la primera
Maestra de oración entre las Carmelitas. Una necesidad del
hombre actual es la interioridad, entrar en el centro del alma y
encontrarnos con nosotros mismos para no dejarnos zarandear
por cualquier viento de ideología o de interés. Pero un camino
seguro para encontrarnos con nosotros mismos es encontrarnos
con Dios. En el centro y mitad de todas estas (moradas) tiene
(este castillo) la más principal, que es adonde pasan las cosas
de mucho secreto entre Dios y el alma (M1 1,3). El ser humano
tiene en Dios su origen y su meta, el espejo en el que
contemplarse y descubrirse. La Santa experimentó con mucha
fuerza esta verdad: Alma buscarte has en Mí y a Mí buscarte
has en ti. Por eso tenemos gran necesidad de tratar con Dios,
dedicarle tiempos de oración, y por eso la fundación de San José
hoy permanece alzando el ideal para el que se fundó: orar.
Santa Teresa aconseja insistentemente a los que han comenzado,
que hagan oración, que no la dejen, y a los que no han
comenzado, que empiecen porque se privan de un gran bien: De
lo que yo tengo experiencia puedo decir, y es que por muchos
pecados que haga quien la ha comenzado (oración), no la deje,
pues es el medio por donde puede tornarse a remediar, y sin
ella será muy más dificultoso. Y quien no la ha comenzado,
por amor del Señor le ruego yo no carezca de tanto bien. No
hay aquí que temer, sino que desear; porque, cuando no
fuere adelante y se esforzare a ser perfecto, que merezca los
gustos y regalos que a estos da Dios, a poco ganar irá
83
entendiendo el camino para el cielo; y si persevera, espero yo
en la misericordia de Dios, que nadie le tomó por amigo que
no se lo pagase (V 8,5).
Benedicto XVI también nos recuerda la necesidad de la oración, a
ejemplo de Teresa de Jesús, para la vida cristiana en la
actualidad: “Queridos hermanos y hermanas, santa Teresa de
Jesús es verdadera maestra de vida cristiana para los fieles de
todos los tiempos. En nuestra sociedad, a menudo carente de
valores espirituales, santa Teresa nos enseña a ser testigos
incansables de Dios, de su presencia y de su acción; nos enseña a
sentir realmente esta sed de Dios que existe en lo más hondo de
nuestro corazón, este deseo de ver a Dios, de buscar a Dios, de
estar en diálogo con él y de ser sus amigos. Esta es la amistad
que todos necesitamos y que debemos buscar de nuevo, día tras
día. Que el ejemplo de esta santa, profundamente contemplativa y
eficazmente activa, nos impulse también a nosotros a dedicar
cada día el tiempo adecuado a la oración, a esta apertura hacia
Dios, a este camino para buscar a Dios, para verlo, para encontrar
su amistad y así la verdadera vida. Por esto, el tiempo de la
oración no es tiempo perdido; es tiempo en el que se abre el
camino de la vida, se abre el camino para aprender de Dios un
amor ardiente a él, a su Iglesia, y una caridad concreta para con
nuestros hermanos”. 34
5. Nos anima a sentir y a comprometernos con la Iglesia
La fundación de San José nos recuerda la necesidad de ser
apóstoles en un mundo en crisis. Las carmelitas Descalzas de
San José son apóstoles desde el silencio de su celda, de su
claustro. Los tristes acontecimientos de la Iglesia del tiempo de
Santa Teresa, aquellos tiempos recios, las diversas corrientes de
espiritualidad, no siempre ortodoxas: los nuevos cristianos, los
alumbrados, visionarios y profetas, la división de los cristianos,
todo ello le hizo responder con gran eficacia y trabajar por
devolver a la Iglesia santa su bello rosto: ¡Oh, Redentor mío, que
no puede mi corazón llegar aquí sin fatigarse mucho! ¿Qué es
34 Benedicto XVI, Catequesis 2.2.2011
84
esto ahora de los cristianos? ¿Siempre ha de ser de ellos los
que más os fatiguen? A los que mejores obras hacéis, los que
más os deben, a los que escogéis para vuestros amigos, entre
los que andáis y comunicáis por los sacramentos, ¿no están
hartos, Señor de mi alma, de los tormentos que os dieron los
judíos? (C 1,3). Teresa se mantuvo siempre en absoluta fidelidad
y amor a la Iglesia, por la que sufre y dentro de la cual aporta su
camino de santidad y perfección. Tomó conciencia de la
necesidad de abrirse a la expansión misionera de la Iglesia. Aquí,
en el nuevo convento empezó ese apostolado original de Santa
Teresa con sus poquitas monjas para servir a la Iglesia. Hoy,
inmersos en un mundo en crisis económica y de valores
espirituales y morales, la Santa nos recuerda que el momento
histórico del siglo XVI no fue menos convulso que el nuestro y
que ella fue muy decidida en la adversidad. Cuando
contemplamos la obra de San José y los demás conventos
nacidos de éste, no podemos dejar de preguntarnos con
admiración y asombro: ¿cómo pudo hacerlo?, ¿cómo fue capaz
una mujer en Ávila, de llevar adelante una obra de tal calado y con
tantas adversidades? Santa Teresita de Lisieux, hija fiel de Santa
Teresa, nos recuerda la misión apostólica en la que fue fundado
este convento: “Una carmelita que no fuera apóstol se alejaría de
la meta de su vocación y dejaría de ser hija de la seráfica Santa
Teresa que deseaba dar mil vidas para salvar una sola alma”. 35
En las circunstancias actuales, envueltos en una cultura opuesta a
los principios evangélicos, en estos tiempos igualmente recios,
cuando al decir de la Santa, quieren poner a la Iglesia por el
suelo, parece necesario el espíritu apostólico, urge escuchar la
voz interpelante de la Santa: ¡Oh hermanas mías en Cristo!
ayudadme a suplicar esto al Señor, que para eso os juntó
aquí; éste es vuestro llamamiento, éstos han de ser vuestros
negocios, éstos han de ser vuestros deseos, aquí vuestras
lágrimas, éstas vuestras peticiones. Estáse ardiendo el
mundo, quieren tornar a sentenciar a Cristo, como dicen,
pues le levantan mil testimonios, quieren poner su Iglesia por
el suelo, ¿y hemos de gastar tiempo en cosas que por
35 Carta a Maurice Bellière, 21.10.1896
85
ventura, si Dios se las diese, tendríamos un alma menos en el
cielo? No, hermanas mías, no es tiempo de tratar con Dios
negocios de poca importancia (C 1,5). Ojalá la Santa nos
contagiase su ardor: no es tiempo de distraernos con asuntos
banales.
Conforme al magisterio del Concilio Vaticano II, todo cristiano
está llamado a ser apóstol: “el católico que no hace apostolado
en la medida de sus posibilidades debe considerarse como inútil
para la Iglesia y para sí mismo” (AA 2). La Iglesia nos necesita
como apóstoles en nuestra parroquia, en los movimientos
apostólicos, y en nuestra familia, en el trabajo, con nuestras
amistades. Sentimos frecuentemente la tentación de vivir el
cristianismo al margen de la Iglesia, Cristo sí, Iglesia no. El
mensaje de la Santa es diáfano: Considero yo qué gran cosa es
todo lo que está ordenado por la Iglesia (V 31,4). Vivir dentro de
ella y servirla por medio de la Reforma hasta morir en ella:
Bendito sea Dios..., que soy hija de la Iglesia ¡Soy hija de la
Iglesia! 36 Esto nos recuerda que no podemos vivir el evangelio
según nuestros criterios, sino según la fe de la Iglesia: creed
firmemente lo que cree la Santa Madre Iglesia, y a buen
seguro que vais por buen camino (C 36,6). La Santa y su
pequeña comunidad desde hace 450 años nos invitan a sentir
con la Iglesia y a comprometernos con ella, trabajando,
gastándonos en tareas apostólicas: en tan gran necesidad
como ahora tiene la Iglesia, le sirviesen. ¡Dichosas vidas que
en esto se acabaren! (V 40,5).
6. Nos anima a leer sus escritos de plena actualidad
Quien lee a Santa Teresa siente en su interior un gran asombro y
a la vez una honda insatisfacción de sí mismo, un deseo de
cambiar de vida, de dar intensidad y pasión a su vida interior, algo
especial que nos asegura haber encontrado la verdad. Testigo de
ello es Edith Stein, Santa Teresa Benedicta de la Cruz, quien, tras
haber leído casi por azar su vida, descubrió: “aquí está la verdad”.
El maestro P. Tomás Álvarez comenta su impresión cuando leyó
36 Ana de San Bartolomé, o.c., p. 67)
86
por primera vez a la Santa: “Siendo yo estudiante en Salamanca…
fui al convento de nuestra orden a pedir uno de sus libros, y me
dieron un libro de su vida, manuscrito, porque aún no estaba
impreso, y leyéndolo en mi casa, sin mirar otra cosa que su modo
de hablar, por ser yo entonces un joven muy distraído, abriendo el
libro al azar en el capítulo 18…, tanto me demudó, que comencé a
llorar”. El teólogo abulense Olegario G. de Cardedal coincide con
el P. Tomás en sus sentimientos: “Yo no confesaría mis lágrimas
ante Vds., si hubiera sido el único alumno o maestro de la
Universidad de Salamanca que ante ella hubiera llorado de
entusiasmo o de angustia, en agradecimiento o súplica” (Olegario,
o.c., p. 51).
No podemos celebrar este aniversario sino es leyendo sus
escritos. En San José la Madre Teresa escribió la mayor parte de
su obra, primero el Libro de la Vida, y luego los demás, como ya
se ha dicho; una gran parte escrita de rodillas en el poyete de su
celda, que con tanto esmero veneran sus Hijas en San José.
Libros como Camino de Perfección, Las Moradas, Meditaciones
sobre los Cantares, adquieren especial significado cuando
conocemos San José. Salvando las distancias, nos sucede algo
parecido a lo que experimentamos cuando regresamos de Tierra
Santa, donde se han originado los evangelios: leemos los
pasajes evangélicos con ojos diferentes, encontramos en ellos un
significado especial. Así también, después de visitar San José de
Ávila, los escritos de Santa Teresa adquieren un significado más
hondo, más auténtico. Y qué decir de las monjas que aquí viven
cuando leen los escritos en el mimo lugar físico donde ella los
escribió, en la propia celda de la Santa. Asombrada al haber
caído en sus manos los escritos de la Santa, su hija Edith Stein lo
dejaba escrito para animarnos a nosotros a leerlos con provecho:
“De hecho hay pocos santos que se presenten a nosotros tan
humanos y cercanos como nuestra santa Madre. Sus obras,
escritas por obediencia a sus confesores a pesar de los trabajos y
ocupaciones, se cuentan hoy entre los clásicos de la literatura
87
española. En un lenguaje llano, incomparable y auténtico narra los
milagros que la gracia de Dios ha obrado en un alma escogida”. 37
Particularmente, en este centenario hemos de leer lo referente a la
fundación de San José, lo que más valoraba la Santa de cuanto
había escrito, lo que siempre deseaba conservar: Creo se
enfadará vuestra merced de la larga relación que he dado de
este monasterio, y va muy corta para los muchos trabajos y
maravillas que el Señor en esto ha obrado, que hay de ello
muchos testigos que lo podrán jurar, y así pido yo a vuestra
merced por amor de Dios, que si le pareciere romper lo
demás que aquí va escrito, lo que toca a este monasterio
vuestra merced lo guarde y, muerta yo, lo dé a las hermanas
que aquí estuvieren, que animará mucho para servir a Dios
las que vinieren, y a procurar no caiga lo comenzado, sino
que vaya siempre adelante, cuando vean lo mucho que puso
Su Majestad en hacerla por medio de cosa tan ruin y baja
como yo (V 35,29). En los escritos está su alma, su corazón y su
vida; leer sus escritos equivale a encontrarse con ella, conocerla y
amarla mejor.
7. Nos anima a ser devotos de San José
No es posible leer las páginas que escribe la Madre Teresa sobre
el Esposo de María, las gracias que ella experimentó y cuánto le
ayudó a fundar el convento y en tantas otras ocasiones, y
quedarse indiferente. Santa Teresa, al fundar esta casa por
mandato del Señor, que se llamase San José, y que a la una
puerta nos guardaría él (V 32,11), se ha convertido en un apóstol
de la devoción a san José. Esta casa es el primer Monasterio del
mundo dedicado al esposo de María. Me dio gran consuelo de
haber hecho otra iglesia más en este lugar (Ávila), de mi
padre glorioso San José, que no la había (V 36,6). Los
predicadores posteriores a la Santa, en gran número citan lo que
ella dice en el capítulo 6 de la Vida. San José de Ávila ha servido
en gran medida para que muchos cristianos tengamos mayor
37 Sancho Fermín FJ, Obras selectas de Edith Stein, Burgos 1997, p.
335
88
devoción y amor al Santo. La preciosa imagen que preside la
iglesia fue coronada canónicamente un año después de haberse
conmemorado el cuarto centenario en 1962. Solemnemente se
celebra cada 19 de marzo con la presencia del Obispo, o, en esta
notable efeméride, la del Nuncio Apostólico de Su Santidad, y
numerosos sacerdotes, según el deseo de la Santa Madre:
Procuraba yo celebrar en cada año su fiesta con toda la
solemnidad que podía (V 6,7). Institucionalmente y desde
tiempos de la Santa, el Cabildo catedralicio participa en la Santa
Misa del convento, el día de la fiesta de San Bartolomé.
Existe otra imagen de San José sobre la puerta principal de la
iglesia con el niño Jesús, ambos “carpinteros”; otra en la huerta y
varias en el interior; y sobre todo, su presencia espiritual continúa
intensamente en cada rincón del convento. En este centenario de
la fundación de la casa que lleva su nombre, sobre la que vela y a
la que protege siempre, habremos de visitarla; en su casa nos
encomendaremos a San José para que, como a la Santa, también
a nosotros nos socorra: Que a otros santos parece que les dio
el Señor gracia para socorrer en una necesidad; pero a este
glorioso santo tengo experiencia de que socorre en todas (V
6,6).
El Beato Juan Pablo II lo confirmaba: “Santa Teresa de Jesús, la
gran Reformadora del Carmelo contemplativo, se hizo promotora
de la renovación del culto a San José en la cristiandad
occidental”. 38 Y ahondó en el significado de la paternidad de
quien era considerado como el Padre de Jesús: “Sabemos que
Dios se dirigía a Dios con la palabra Abba, una palabra querida y
familiar. Con la cual los hijos de su generación se dirigen a sus
padres. Probablemente con la misma palabra, como los otros
niños, Él se dirigía también a San José. ¿Es posible decir más de
la paternidad humana? Como hombre, Cristo mismo
experimentaba la paternidad de Dios a través de su relación filial
con San José. El encuentro de San José como padre se inserta en
38 Juan Pablo II, Redemptoris Custos, 25
89
la relación que Cristo ha hecho luego del paterno nombre de Dios.
¡Es un misterio profundo!”.39
8. Responder con generosidad a la llamada
Después de la gran respuesta por parte de los jóvenes en la JMJ,
quizás muchos de ellos han sentido alguna llamada de Dios. Hoy
recordamos que durante siglos en esta casa se ha estado
respondiendo a la llamada a la consagración. Son varias las
jóvenes que en los últimos años han ingresado en San José,
porque Dios no deja de llamar a mujeres para que vivan los
consejos evangélicos en la vida contemplativa. Es cierto que los
jóvenes hoy huyen de los grandes compromisos, y sin embargo
no dejan de responder a la invitación que el Papa les hace desde
hace varias décadas: si sientes la llamada de Dios en tu corazón,
responde con generosidad. También es verdad que, inmersos en
un mundo materialista y hedonista, a los jóvenes les es más difícil
responder a esta llamada, pero, al mismo tiempo, una vida
ausente de contenido y falta de sentido les deja vacíos e infelices.
Por eso San José sigue siendo un lugar, como otros, para
encontrar una vida plena de Dios, de gozo y de fraternidad, y con
la esperanza en el cumplimiento de la promesa del Señor: “Todo
el que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre,
hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna”
(Mt 19,29-30).
Para descubrir su vocación, los jóvenes de todos los tiempos
necesitan escuchar la voz de Dios y observar buenos ejemplos:
puesto que yo estaba entonces ya enemiguísima de ser
monja, me holgaba de ver buenas monjas (V 2,3), como lo hizo
la Santa en un tiempo de enfriamiento espiritual. Las Carmelitas
Descalzas durante siglos han sido y siguen siendo “buen
ejemplo”, que ejercen con determinada determinación. No
dejemos pasar este acontecimiento sin orar por las vocaciones y
animar a quienes están en duda y no se atreven a decir que sí al
39 Juan Pablo II, ¡Levantaos! ¡Vamos!, 2004, p. 125-126
90
Señor. Llena de gozo a una persona el seguimiento de Jesús
vivido intensamente. Así lo confesaba la Santa Madre: Tiene
vuestra merced mucha razón de estar contenta, pues yo creo
que no le puede caber dicha mejor que haberla llamado Dios
a un estado en el que, sirviendo a Su Majestad, se vive con
harto más descanso del que se puede imaginar (Cta 229,2).
9. Visitar el Convento de San José
Finalmente, no quisiera terminar estas reflexiones sin invitaros
expresamente a todos los diocesanos, y a quienes leáis esta
carta, a conocer más y mejor la figura de Santa Teresa de Jesús,
por medio de su casa, de su obra y de su Reforma, acontecida en
este lugar. Os invito a peregrinar este año a los diferentes lugares
teresianos de Ávila, y a San José en particular. Como pórtico al V
Centenario del nacimiento de la Santa, que esperamos celebrar
en el año 2015, acercaos a esta plaza por donde se entra a la
capilla primitiva, lugar en que comenzó la Reforma el 24 de
agosto de 1562, a la iglesia, al convento y al museo. Aquí está la
casa de Julián de Ávila, el primer capellán, la casa de los
demandaderos, del tiempo de la Santa. Una plaza recientemente
restaurada, silenciosa pero llena de encanto, donde en silencio se
puede contemplar a la Virgen sobre la entrada conventual, a San
José sobre la puerta de la iglesia y dentro al Señor: Que a una
puerta nos guardaría él (san José) y nuestra Señora la otra, y
que Cristo andaría con nosotras (V 32,11).
Os invito también a participar en los actos religiosos y culturales
que se van a organizar en esta efeméride: “Para los que tengan la
dicha de visitar esta eminente reliquia teresiana, donde su espíritu
a pesar del recogimiento que lo encierra, se puede encontrar. La
presencia de Santa Teresa es en San José de Ávila, una
misteriosa realidad”. 40 Y no dejemos de dar gracias a Dios por el
regalo de haber nacido en nuestra Diócesis de Ávila una de las
perlas más brillantes de la espiritualidad de la Iglesia: la Reforma
del Carmelo en el convento de San José, donde viven como una
prolongación de la Santa 19 monjas, “palomicas de capa blanca”,
40 Jiménez Duque, o.c., p. 12
91
como las llamó, en una estrofa compuesta para el día de San
Bartolomé, la Madre Mª Esperanza del Niño Jesús: “Casita de
San José, / Cual granito de mostaza / En ti plantó / Nuestra
reforma descalza / Convertida en árbol frondoso, / Por el mundo
extiende sus ramas / Y a su sombra viven alegres / Las palomicas
de capa blanca”. 41
Visitas importantes
Con el fin de animaros a visitar el Convento de San José en este
centenario, recordamos algunas de las grandes figuras que nos
han precedido en la visita. En todos quedó grabada la huella de la
visita del Beato Juan Pablo II en el IV centenario de la muerte de
Santa Teresa (1982). El 1 de noviembre visitaba esta casa y a sus
moradoras, las monjas. Oró en el coro, recorrió con admiración y
cariño cada lugar y observó cada objeto teresiano que conserva
este convento. Era el primer Papa que visitaba San José. Decía
en el encuentro con las religiosas de clausura en el monasterio de
la Encarnación, previo a esta visita: “Peregrino tras las huellas de
Santa Teresa de Jesús, con gran satisfacción y alegría vengo a
Ávila. En esta ciudad se hallan los lugares teresianos como el
monasterio de San José, el primero de los “Palomarcicos”
fundados por ella”. Mostró en todo momento su satisfacción y
gozo por aquel encuentro. También visitó San José el Cardenal
Ratzinger, hoy Papa Benedicto XVI, el 8 de julio de 1989.
Han sido muchos los santos que han visitado esta casa. Por citar
algunos, recordemos a Santa Micaela del Santísimo Sacramento,
San Antonio María Claret, Santa Soledad Torres, San Enrique de
Ossó, San Pedro Poveda, San José María Rubio, Bto. Manuel
Domingo y Sol, Beato Ciriaco María Sancha, cardenal, que fue
obispo de Ávila, El Hermano Rafael, que añoraba a la Santa:
“Ávila representa para mi mucho y la tengo cariño. Por un lado
mis tíos, que tanto me quieren, y la paz de este pueblo de santa
Teresa a la que veo en todos los rincones. Mi alma goza mucho
espiritualmente en Ávila”; 42 también San Josemaría Escrivá,
41 Carmelitas Descalzas de San José, Teresa de Jesús vive hoy, Ávila
2000, p. 64
42 Hermano Rafael, Obras Completas, Burgos 1988, p. 303
92
Santa Maravillas de Jesús, y un largo etcétera, porque cuantos
santos, beatos o siervos de Dios visitaron Ávila en el siglo XIX y
XX, no nos cabe duda de que conocieron también San José. Sin
olvidar que el día 1 de septiembre de 2003 visitaron San José las
reliquias de Santa Teresa de Lisieux. En un momento histórico,
Teresita visitaba a la Madre Teresa en su propia casa.
93
Epílogo
Santa Teresa de Jesús ha sido y es una gracia singular para la
Iglesia. Fue dotada de extraordinarias virtudes humanas y
cristianas que han enriquecido a la Iglesia. Por medio de su
Espíritu, el Señor suscitó a Teresa de Jesús para mostrar a la
Iglesia el camino de la perfección (Cf. Oración colecta). En su
persona el Señor nos ha manifestado rasgos evangélicos
admirables, sobrenatural y humanamente atractivos: el amor, la
amistad, la humildad, el triunfo de la verdad, la pobreza y la
libertad de espíritu, una voluntad firme, el gozo de vivir, el respeto
a la persona, la afabilidad, el amor a la naturaleza.
Su gran aportación a la espiritualidad cristiana ha sido su amor a
la Sacratísima Humanidad de Cristo. Él, siendo hombre como
nosotros, no se espanta de nuestras flaquezas. Es amigo
entrañable, maestro de vida. Por Él nos llegan todos los bienes.
Tratar de amistad con Él es condición indispensable para la vida
cristiana. A partir de este trato de amistad, el alma puede iniciar
un camino hacia la santidad. Recorriendo las moradas de su
Castillo interior, el cristiano puede vivir intensamente el misterio
de la Santísima Trinidad y su configuración con Cristo, que nos
transforma en Él y nos hace servidores de los demás. Así, vivir en
oración es el modo de existencia cristiano.
En esta breve síntesis podrían considerarse los rasgos esenciales
del carisma que el Señor concedió a la Iglesia por medio de
Teresa de Jesús; carisma que ella vivió en San José llevando a
efecto su proyecto de Reforma de la Orden del Carmen, y a partir
de San José extendió a toda la Iglesia. Es el “evangelio”, la buena
noticia que la Santa proclama también a la Iglesia en la
actualidad, en el Año de la Fe. Es una propuesta, un camino de
regeneración, de fortalecimiento de nuestro espíritu de amor a
Jesucristo y a la Iglesia, de servicio a la sociedad.
Nosotros, abulenses, hemos recibido esta herencia que se ha
extendido al universo mundo. No podemos por menos de
reconocer su obra en los espacios en que ahora se encuentra:
94
sus hijas, sus escritos, sus casas. No podemos gloriarnos de la
Santa si no seguimos su camino, si no nos dejamos iluminar y
fortalecer por el Espíritu del que tan abundantemente ella estuvo
dotada.
ULTIMO ELOGIO A SAN JOSÉ
En el prologo del libro de D. Tomás Sobrino Chomón, San José
de Ávila. Desde la muerte de Santa Teresa hasta finales del siglo
XIX, la Madre Julia de la Madre de Dios, actual priora del
convento y sucesora de Santa Teresa de Jesús en este cargo,
escribe las preciosas palabras que transcribo: “El antiguo
historiador del Carmelo, padre Jerónimo de San José… deja
escapar de su pluma expresiones como ésta: “¡Salve, oh Patria
(aunque breve) dichosa de la reforma descalza carmelita, solar
primitivo tuyo, mil veces salve! Tú serás en millares de siglos por
ella venerada, y la copiosa y noble posteridad de sus hijos,
agradecida a tan inestimable beneficio como de ti hoy recibe,
celebrará con ternura, devoción y lágrimas tu memoria en siglos
sempiternos”. 43
Pues bien, hoy podemos decir que el tiempo ha dado razón de
las hermosas y ardientes intuiciones de los primeros cronistas de
la orden. San José sigue vivo después de tantos años, vicisitudes,
dificultades y desafíos. San José no es una realidad muerta, un
austero convento nacido en tiempos antiguos, y convertido hoy
en nostalgia del pasado. Por el contrario, su vida y su historia han
pervivido pujantes de siglo en siglo en las Hermanas,
manteniendo las mismas costumbres, las mismas tradiciones,
idéntico ideal de vida, e incluso el propio edificio material que
adaptó la Santa Madre.
Esta casa, después de haber sufrido pequeñas modificaciones
necesarias, sigue conservando el sabor teresiano, tan cálido y
sabroso como un vino añejo que con el tiempo sabe mejor y
43 Cf. Jerónimo de San José, HCD, I, nº 7, p. 600
95
adquiere más solera. Afirma Don Baldomero: “El aire, aromado de
santidad, que allí se respira, es aire teresiano, es el perfume de la
Santa Madre atardado en aquel primer “palomarcito de la Virgen”,
como ella le llamara. Y en este marco de ascetismo penetrante
alienta todavía la llama del espíritu, de aquel fuego que ella
encendió en este monasterio de sus ilusiones y de su última y
suprema querencia para que desde aquí se extendiese por todo
el mundo. “Esta casa es un cielo, si le puede haber en la tierra…”,
escribió ella de San José en alguna ocasión. Y lo sigue siendo”. 44
Añadimos otra bella imagen, sobre la que hemos construido el
primer capítulo de esta carta, referente al primer convento de la
Santa: “La semilla plantada en San José es hoy día un árbol
frondoso cuyas ramas se extiende por el ancho mundo. Cientos
de carmelos descalzos pueblan las cinco partes de la tierra, y la
obra espiritual de Nuestra santa Madre hoy es alimento para miles
de personas que encuentran en ella vida, calor, luz y fuego. Pero
no podemos olvidar que todo nació aquí, en esta casita para
adorar al Santísimo, con cuatro novicias valientes e ilusionadas y
ninguna blanca en el bolsillo con que embellecer o acomodar
aquella divina locura de oración y sacrificio. Porque así son las
obras de Dios: humildes, pequeñas, silenciosas, pero de enorme
repercusión histórica”. 45
Convencido del magisterio de D. Baldomero al hablar de este
rincón abulense, termino con sus palabras: “San José se arropa
en un silencio profundo, aunque le rodee el ruido de la civilización
en que estamos inmersos… Milagrosamente se mantiene fiel,
como la roca en medio del oleaje. Alto lugar del espíritu, sigue
siendo un reclamo de autentica espiritualidad teresiana para todo
el Carmelo y para toda la Iglesia. Central de energía espiritual,
escondida en un rincón de Ávila, para todos los que, imantados
por el Espíritu, buscan un pilar de apoyo y de refuerzo en su
44 Jiménez Duque, o, c., p. 36
45 Sobrino Chomón T, San José de Ávila. Desde la muerte de Santa
Teresa hasta finales del siglo XIX, Ávila 2009, p. 14
96
caminar hacia la cumbre del monte de la verdadera libertad y del
Amor.” 46
Abreviaturas
C Camino de Perfección
Cta Cartas
F Fundaciones
M Moradas o Castillo interior
P Poesías
R Relaciones
V Vida
Los textos están tomados de: Santa Teresa, Obras completas,
duodécima edición preparada por Tomás Álvarez, Burgos 2002.
46
Jiménez Duque, o.c., p. 135)
97
ÍNDICE
Presentación
Introducción
Testimonios sobre San José
Capítulo I: San José, una planta semejante a la mostaza
1. ¿CÓMO GERMINÓ LA SEMILLA DE LA REFORMA?
1.1. Doña Teresa de Ahumada, monja de la Encarnación
1.2. Gracias especiales del Señor preparan a la reformadora
1.3. Los dones que Dios otorga a Teresa son para distribuirlos
1.4. Comienza a fraguarse el convento de San José
1.5. El mismo Señor interviene
1.6. Le asesoran los Santos de su tiempo
1.7. Comenzada la obra, nace la oposición
1.8. El Señor quiere el convento y la consuela
1.9. Por fin se compra una casa, futuro convento
1.10. Nuevas intervenciones del cielo
1.11. Un viaje a Toledo inesperado, para bien
1.12. San Pedro de Alcántara apoya el nuevo estilo de vida
1.13. De vuelta en Ávila para terminar el convento
1.14. El “no” y el “sí” del Obispo de Ávila
2. LA SEMILLA BROTA Y SE HACE VISIBLE
2.1. Todo preparado para la inauguración de San José
2.2. Mañana de San Bartolomé de 1562
2.3. Poco duró el gozo
2.4. La Madre Teresa vuelve a su casa de San José
2.5. Una vida fraterna
3. LA PLANTA FLORECE
¿Por qué y para qué San José?
3.1. Aprovechar almas
3.2. Seguir los consejos evangélicos con toda la perfección
3.3. Colegio de Cristo
3.4. Que amor saca amor
3.5. Ir muy adelante en todas las virtudes
3.6. No sólo de ser monjas, sino ermitañas
98
3.7. Tratar de amistad… con quien sabemos que nos ama
3.8. Parecíame andar siempre a mi lado Jesucristo
3.9. Para que se guardase esta Regla de nuestra Señora y
Emperadora
3.10. Debéis esforzaros en estar alegres con las Hermanas
3.11. Para escribir algunas cosas de oración
3.12. Me dijo que era esta casa paraíso de su deleite
3.13. Esta casa es un cielo, si le puede haber en la tierra
3.14. Quería yo persuadir a todos fuesen devotos de este glorioso
Santo
4. LA PLANTA PRODUCE ABUNDANTES FRUTOS
4.1. Espera un poco, hija, y verás grandes cosas
4.2. Nos iremos todos a Ávila, que allá nos hemos de ir a enterrar
Capítulo II ¿QUE NOS DICE EL CONVENTO DE SAN JOSÉ HOY?
1. Nos recuerda el valor de la vida contemplativa
2. Nos recuerda la necesidad de ser files a la vida consagrada
3. Nos recuerda la necesidad de ser verdaderos cristianos
4. Nos recuerda la necesidad de la oración
5. Nos anima a sentir y comprometernos con la Iglesia
6. Nos anima a leer sus escritos de plena actualidad
7. Nos anima a ser devotos de San José
8. Responder con generosidad a la llamada
9. Visitar el Convento de San José
EPÍLOGO
Último elogio a San José

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El rey Luis XIV consagra Francia a San José Conocemos el Voto de Luis XIII (rey de Francia), consagrando su país a la San...