San José, una luz en medio del mundo

viernes, 20 de marzo de 2015

«San José es la prueba de que para ser buenos y auténticos seguidores de Cristo no se necesitan ‘grandes cosas’, sino las virtudes comunes, humanas, sencillas, pero verdaderas y auténticas».

(Pablo VI)

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"No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado Santo, de los peligros que me ha librado, así de cuerpo como de alma; que a otros santos parece les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad, a este glorioso Santo tengo experiencia que socorre en todas y que quiere el Señor darnos a entender que así como le fue sujeto en la tierra (que como tenía el nombre de padre, siendo ayo, le podía mandar), así en el cielo hace cuanto le pide."

Santa Teresa de Ávila

Súplica a San José

SÚPLICA A SAN JOSÉ

José dulcísimo y Padre amantísimo de mi corazón, a ti te elijo como mi protector en vida y en muerte; y consagro a tu culto este día, en recompensa y satisfacción de los muchos que vanamente he dado al mundo, y a sus vanísimas vanidades. Yo te suplico con todo mi corazón que por tus siete dolores y goces me alcances de tu adoptivo Hijo Jesús y de tu verdadera esposa, María Santísima, la gracia de emplearlos a mucha honra y gloria suya, y en bien y provecho de mi alma. Alcánzame vivas luces para conocer la gravedad de mis culpas, lágrimas de contrición para llorarlas y detestarlas, propósitos firmes para no cometerlas más, fortaleza para resistir a las tentaciones, perseverancia para seguir el camino de la virtud; particularmente lo que te pido en esta oración (hágase aquí la petición) y una cristiana disposición para morir bien. Esto es, Santo mío, lo que te suplico; y esto es lo que mediante tu poderosa intercesión, espero alcanzar de mi Dios y Señor, a quien deseo amar y servir, como tú lo amaste y serviste siempre, por siempre, y por una eternidad. Amén.

ACORDAOS

MODELO DE TRABAJADOR

Glorioso San José, modelo de cuanto deben trabajar con el sudor de su frente, conseguidme la gracia de considerar el trabajo como expiación, para satisfacer tantos pecados. Hacedme trabajar en conciencia, prefiriendo el fiel cumplimiento de mis deberes a mis inclinaciones caprichosas; haced que trabaje con agradecimiento y alegría, poniendo todo mi empeño y honor en aprovechar y desarrollar, por medio del trabajo, todos los talentos que he recibido de Dios. Mandadme trabajar con tranquilidad, moderación y paciencia sin que me atemoricen el cansancio y las dificultades. Inspiradme a menudo pensamientos en la muerte y en la cuenta que he de rendir del tiempo perdido, de los talentos malgastados, de las omisiones y de toda vana complacencia en éxitos obtenidos, tan contraria al honor de Dios. ¡Todo según vuestro ejemplo, oh Patriarca San José!

San José Custodio del Señor Jesús

San José
Custodio del Señor Jesús

Esposo de la Santisima Virgen Mar�a y padre adoptivo de Nuestro Se�or Jesucristo.

I. Vida

A. Fuentes
B. Genealog�a
C. Residencia
D. Matrimonio
E. La Encarnaci�n
F. El Nacimiento y la Huida a Egipto
G. Regreso a Nazaret
H. Muerte

II. Devoci�n a San Jos�

I. Vida

A. Fuentes

Las principales fuentes de informaci�n acerca de la vida de San Jos� son los primeros cap�tulos de nuestros primer y tercer Evangelios; estas tambi�n son pr�cticamente las �nicas fuentes confiables, ya que mientras que tanto en la vida del santo patriarca as� como en varios otros temas relacionados con la historia del Salvador que fueron dejados sin tratar por los escritos can�nicos, la literatura ap�crifa est� llena de detalles, la no admisi�n de dichos trabajos dentro del Cuerpo del Canon de las Sagradas Escrituras lanza una fuerte sospecha sobre sus contenidos, y, a�n cuando se pueda dar por acordado que varios de dichos hechos as� recopilados puedan estar fundados en tradiciones confiables, en la mayor�a de los casos es casi imposible discernir y tamizar tales part�culas de verdadera historia de entre los componentes imaginarios con los cuales est�n asociados. Entre dichas producciones ap�crifas tratando m�s o menos vastamente algunos episodios de la vida de San Jos� pueden destacarse el as� llamado “Evangelio de Santiago”, el “Pseudo-Mateo”, el “Evangelio de la Natividad de la Virgen Mar�a”, la “Historia de Jos�, el Carpintero”, y la “Vida de la Virgen y Muerte de Jos�”.

B. Genealog�a

San Mateo (1:16) llama a San Jos� como el hijo de Jacob, de acuerdo con San Lucas (3:23), El� fue su padre. Este no es el lugar apropiado para recitar los distintos y variados esfuerzos en resolver las irritantes inc�gnitas que surgen de las divergencias entre ambas genealog�as, ni tampoco es necesario puntualizar las explicaciones que mejor responden a todos los requerimientos del problema (ver Genealogía de Cristo), es suficiente con recordar al lector que, contrariamente a lo que fuese anteriormente afirmado, los escritores m�s modernos admiten prestamente que en ambos documentos poseemos la genealog�a de Jos�, y que es bastante factible conciliar ambos datos.

C. Residencia

En todo caso, Bethlehem, la ciudad de David y sus descendientes, aparenta haber sido el lugar de nacimiento de Jos�.� Cuando, sin embargo, la historia del Evangelio comienza, unos pocos meses antes de la Anunciaci�n, Jos� era situado en Nazaret.� Cu�ndo y por qu� �l abandon� su tierra natal para radicarse por s� mismo en Galilea no ha sido averiguado; algunos suponen – y la suposici�n no es de ning�n modo improbable – que las entonces humildes circunstancias de la familia y la necesidad de ganarse la vida pueden haber motivado el cambio. San Jos�, por cierto, fue un� tekton, como podemos aprender en Mateo 13:55, y Marcos 6:3.� La palabra significa tanto mec�nico en general como carpintero en particular; San Justino se inclina por la �ltima acepci�n (Dial. cum Tryph., lxxxviii, in P.G., VI, 688), y la tradici�n ha aceptado esta interpretaci�n, la cual es seguida por la Biblia Inglesa.

D. Matrimonio

Es probablemente en Nazaret que Jos� comprometi� y despos� a aquella que ser�a luego la Madre de Dios.�Cu�ndo el matrimonio tuvo lugar, si antes o despu�s de la Encarnaci�n, no es materia f�cil de establecer, y en este punto los maestros de la ex�gesis han disentido en todo tiempo. �La mayor�a de los int�rpretes modernos, siguiendo las huellas de Santo Tom�s, entienden que, para la �poca de la Anunciaci�n, la Sant�sima Virgen estaba solamente comprometida con Jos�; tal como Santo Tom�s informa, esta interpretaci�n se adapta mejor a todos los datos evang�licos.

No ser� poco interesante de recordar ac�, a pesar de lo poco confiable que son, las extensas historias concernientes al matrimonio de San Jos� que podemos encontrar en los escritos ap�crifos. Cuando contaba con cuarenta a�os de edad, Jos� despos� a una mujer llamada Melcha o Escha para algunos, Salom� para otros, con quien convivi� cuarenta y nueve a�os y con quien tuvo seis chicos, dos hijas y cuatro hijos, el menor de los cuales fue Santiago (el Menor, llamado “el hermano del Se�or”).�Un a�o despu�s de la muerte de su esposa, cuando los sacerdotes anunciaron por toda la Judea que ellos deseaban encontrar en la tribu de Jud� alg�n hombre respetable para desposar a Mar�a, de entonces doce a catorce a�os de edad, Jos�, quien ya ten�a en dicho momento noventa a�os, fue a Jerusal�n entre los candidatos, un milagro manifest� la elecci�n de Jos� realizada por Dios, y dos a�os despu�s la Anunciaci�n tuvo lugar.��Estos sue�os, como los caracteriza San Jer�nimo, a partir de los cuales varios artistas Cristianos han dibujado su inspiraci�n (ver, por ejemplo, “Los Esponsales de la Virgen” de Rafael), est�n viciados en su autoridad; a pesar de ello adquirieron con el correr de los a�os cierta popularidad, en ellos algunos escritores eclesi�sticos buscaban la respuesta a la bien conocida dificultad surgida a partir de la menci�n en los Evangelios de “los hermanos del Se�or”, de ellos tambi�n la credulidad popular, contrariamente a toda probabilidad as� como tambi�n a la tradici�n atestiguada por viejos trabajos art�sticos, ha retenido la creencia de que San Jos� era un hombre anciano en el momento de su matrimonio con la Madre de Dios.

E. La Encarnaci�n

Este matrimonio, verdadero y completo, estaba pensado, en la intenci�n de los esposos, para ser un matrimonio virginal (cf. St. Aug., "De cons. Evang.", II, i in P.L. XXXIV, 1071-72; "Cont. Julian.", V, xii, 45 in P.L.. XLIV, 810; St. Thomas, III:28; III:29:2).� Pero pronto, la fe de Jos� en su esposa iba a ser dolorosamente probada: ella iba a tener un hijo.� Pese a lo doloroso que el descubrimiento debi� haber sido para �l, sin conciencia de lo que significaba el misterio de la Encarnaci�n, sus delicados sentimientos le prohibieron a s� mismo difamar a su prometida, y resolvi� “abandonarla en secreto; pero mientras pensaba en dichas cosas, el �ngel del Se�or se le apareci� en sue�os, diciendo:� Jos�, hijo de David, no temas recibir a Mar�a como esposa, ya que lo que ha sido concebido en ella, es obra del Esp�ritu Santo.� Y Jos�, levant�ndose de su sue�o, hizo tal como el �ngel del Se�or le encomend� y la tom� por esposa” (Mateo 1:19, 20, 24).

F. El Nacimiento y la Huida a Egipto

Unos pocos meses m�s tarde, lleg� el tiempo para Jos� y Mar�a de ir a Bel�n (Bethlehem), para ser censados, de acuerdo con el decreto emitido por el C�sar Augusto: una nueva fuente de angustia para Jos�, puesto que “sus d�as se hab�an cumplido, ella deb�a ser asistida para el parto", y "no hab�a lugar para ellos en la posada (Lucas 2:1-7).� “Cu�les han sido los pensamientos de este santo var�n en el nacimiento del Salvador, la venida de los pastorcitos y de los sabios, y en los sucesos ocurridos durante la Presentaci�n de Jes�s en el Templo, solamente podemos adivinarlos;� San Lucas �nicamente dice que �l estaba "admirado de las cosas que se hablaban de El” (2:33).�� Nuevas pruebas seguir�an pronto.� Las noticias de que un rey de los Jud�os hab�a nacido bast� para encender en el malvado coraz�n del viejo y sangriento tirano, Herodes, el fuego de los celos. Nuevamente, “un �ngel del Se�or se apareci� en sue�os a Jos�, diciendo:� Lev�ntate, y toma al ni�o y a su madre, y huye a Egipto: y permanece all� hasta que te sea avisado” (Mateo 2:13).

G. Regreso a Nazaret

La citaci�n para regresar a Palestina lleg� reci�n despu�s de unos pocos a�os, y la Sagrada Familia se estableci� nuevamente en Nazaret.� La vida de San Jos� es, de aqu� en adelante, la simple y apacible vida de un humilde Jud�o, que se manten�a a s� mismo y a su familia con su trabajo, y observando fielmente las pr�cticas religiosas prescriptas por la Ley u observadas por los Israelitas piadosos. El �nico incidente digno de menci�n, recogido en los Evangelios, es la p�rdida y angustiosa b�squeda de Jes�s, de entonces doce a�os de edad, cuando El se extravi� durante la peregrinaci�n anual a la Ciudad Santa (Lucas 2: 42-51).

H. Muerte

Esto es lo �ltimo que escuchamos acerca de San Jos� en las Sagradas Escrituras, y bien podemos suponer que el padre adoptivo de Jes�s falleci� antes del comienzo de la vida p�blica del Salvador.� En varias circunstancias, por cierto, los Evangelios nos hablan de la madre y hermanos (Mateo 12:46; Marcos 3:31; Lucas 8:19; Juan 7:3), pero nunca hablan acerca de Su padre en conexi�n con el resto de la familia, solamente nos cuentan que Nuestro Se�or, durante Su vida p�blica fue sindicado como el hijo de Jos� (Juan 1:45; 6:42; Lucas 4:22) el carpintero (Mateo13:55).� �Es posible pensar que Jes�s, adem�s, cuando estaba a punto de morir en la Cruz, haya confiado Su madre al cuidado de Juan, estando San Jos� todav�a con vida? De acuerdo con la ap�crifa “Historia de Jos� el Carpintero”, el santo hombre hab�a alcanzado los ciento once a�os cuando muri�, el 20 de Julio (del A�o del Se�or 18 � 19).� San Epifanio le asignaba noventa a�os de edad en el tiempo de su deceso, y si vamos a creerle al Venerable Beda, �l fue enterrado en el Valle de Josafat.� A decir verdad no sabemos cu�ndo muri� San Jos�, es bastante improbable que �l haya alcanzado semejante madurez de edad de la cual nos hablan la “Historia de San Jos�” y San Epifanio.� Lo m�s probable es que haya muerto y sido enterrado en Nazaret.

II. Devoci�n a San Jos�

Jos� era un “hombre justo”.� Este elogio otorgado por Esp�ritu Santo, y el privilegio de haber sido elegido por Dios para ser el padre adoptivo de Jes�s y el Esposo de la Virgen Madre, son los fundamentos de los honores asignados a San Jos� por la Iglesia.� Tan convincentes son dichos fundamentos que no deja de ser sorprendente que el culto a San Jos� fuese tan lento en ganar reconocimiento.� La principal de las causas de esto es el hecho de que “durante los primeros siglos de existencia de la Iglesia, eran s�lo los m�rtires quienes gozaban de veneraci�n” (Kellner).� Lejos de ser ignoradas o pasadas por alto durante los primeros a�os de Cristianismo, las prerrogativas de San Jos� fueron ocasionalmente confrontadas entre los Padres; incluso tales elogios, que no pueden ser atribuidos a los escritores entre cuyos trabajos ellos encuentran cabida, atestiguan que las ideas y la devoci�n all� expresadas eran familiares, no s�lo para los te�logos y predicadores, y deber�an haber sido prestamente bienvenidas por la gente.� Las huellas m�s tempranas de reconocimiento p�blico acerca de la santidad de San Jos� son halladas en Oriente.� Su fiesta, si es que podemos confiarnos de las afirmaciones de Papebroch, era tenida en cuenta por los Coptos ya en los tempranos inicios del siglo cuarto.� Nic�foro Calixto dice asimismo – cuya autoridad desconocemos – que en la gran bas�lica erigida en Bel�n (Bethlehem) por Santa Elena, hab�a un magn�fico oratorio dedicado en honor de nuestro santo.� Lo cierto es, sea como sea, que la fiesta de “Jos� el Carpintero” se encuentra registrada, el 20 de Julio, en uno de los antiguos Calendarios Coptos que ha llegado a nuestras manos, as� como tambi�n en un Synazarium de los siglos octavo y noveno publicado por el Cardenal Mai (Script. Vet. Nova Coll., IV, 15 sqq.). Menologios griegos de una fecha posterior al menos mencionan a San Jos� en el 25 � 26 de Diciembre, y otra conmemoraci�n suya conjuntamente con otros santos fue realizada en los dos Domingos inmediatamente anterior y posterior a Navidad.

En Occidente el nombre del padre adoptivo de Nuestro Se�or (Nutritor Domini) aparece en algunos martirologios locales de los siglos noveno y d�cimo, y encontramos en 1129, por primera vez, una iglesia dedicada en su honor en Bologna.� Su devoci�n, por entonces solamente privada, como aparentaba ser, cobr� un gran �mpetu debido a la influencia y al celo de santos de la talla de San Bernardo, Santo Tom�s de Aquino, Santa Gertrudis (muerta en 1310), y Santa Br�gida de Suecia (muerta en 1373).� De acuerdo con Benedicto XIV (De Serv. Dei beatif., I, iv, n. 11; xx, n. 17), "la opini�n generalizada de lo aprendido es que los Padres Carmelitas fueron los primeros en importar desde Oriente hacia Occidente la loable pr�ctica de tributarle un completo culto a San Jos�”� Su fiesta, introducida hasta el fin poco tiempo despu�s, en el Calendario Dominico, fue ganando paulatinamente una posici�n segura en numerosas di�cesis de Europa Occidental.� Entre los m�s celosos promotores de la devoci�n en dicha �poca, San Vicente Ferrer (muerto en 1419), Pedro d'Ailly (m. en 1420), San Bernardino de Siena (m. en 1444), y Jehan Charlier Gerson (m. en 1429), merece una especial menci�n Gerson, quien, en 1400, compuso un Oficio de los Esponsales de Jos� particularmente en el Concilio de Constanza (1414), como medio de promocionar el reconocimiento p�blico del culto de San Jos�. Reci�n bajo el pontificado de Sixto IV (1471-84), los esfuerzos de dichos benditos hombres fueron recompensados por el Calendario Romano (19 de Marzo).� Desde aquel entonces la devoci�n adquiri� cada vez mayor popularidad, y la dignidad de la fiesta fue guardando relaci�n con su firme crecimiento.� Primeramente s�lo fue una festum simplex, y fue prontamente elevada a un doble rito por Inocencio VIII (1484-92), declarada por Gregorio XV, en 1621, como una fiesta obligatoria, a instancias de los Emperadores Fernando III y Leopoldo I y del Rey Carlos II de Espa�a, y fue elevada al rango de fiesta doble de la segunda clase por Clemente XI (1700-21).� Adem�s, Benedicto XIII, en 1726, agreg� el nombre en la Letan�a de los Santos.

Una festividad en el a�o, sin embargo, no fue considerada suficiente para satisfacer la piedad popular.� La Fiesta de los Esponsales de la Sant�sima Virgen y San Jos�, tan vigorosamente propugnada por Gerson, y concedida por Paulo III a los Franciscanos, despu�s a otras �rdenes religiosas y di�cesis individuales, fue, en 1725, concedida a todos los pa�ses que la solicitasen, un apropiado Oficio, compilado por el Dominico Pierto Aurato, fue asignado, y el d�a fijado en el 23 de Enero.� Esto no fue todo, la reformada Orden Carmelita Descalza, en la cual Santa Teresa infundi� su gran devoci�n hacia el padre adoptivo de Jes�s, lo eligi�, en 1621, como su patrono, y en 1689, les fue permitido celebrar la fiesta de su Patrocinio en el tercer Domingo despu�s de Pascua.� Esta fiesta, pronto, adoptada a lo largo de todo el Reino de Espa�a, fue posteriormente extendida a todos los estados y di�cesis que solicitasen el privilegio.� Ninguna otra devoci�n, tal vez, haya crecido tan universalmente como esta, as� como tampoco ninguna otra pareci� haber atra�do con tanta fuerza a los corazones de los cristianos, y particularmente de las clases obreras, durante el siglo diecinueve, como �sta de San Jos�.

Este maravilloso, y sin precedentes, incremento de la popularidad ha sido otro nuevo galard�n para ser adosado al culto del santo.� Complementariamente, uno de los primeros actos del pontificado de P�o IX, siendo �l mismo particularmente devoto de San Jos�, fue hacer extensiva a toda la Iglesia la fiesta del Patrocinio (1847), y en Diciembre, 1870, de acuerdo con los deseos de los obispos y de toda la feligres�a, �l declar� solemnemente al Santo Patriarca Jos�, como patrono de la Iglesia Cat�lica, y resolvi� que su fiesta (19 de Marzo) deber�a de all� en adelante ser celebrada como una doble de la primera clase (pero sin octava, a causa de la Cuaresma).� Siguiendo los pasos de sus predecesores, Leon XIII y P�o X han exhibido un similar deseo de agregar sus propias joyas a la corona de San Jos�: el primero, permitiendo en ciertos d�as la lectura del Oficio Votivo del santo, y el restante aprobando, el 18 de Marzo de 1909, una letan�a en honor de aquel cuyo nombre �l recibi� en su bautismo.

http://www.aciprensa.com/sanjose/
http://www.aciprensa.com/noticia.php?n=20332

CHARLES L. SOUVAY
Transcrito por Joseph P. Thomas
En memoria del Padre Jos� Paredom
Traducido por Christian Longarini