Texto de la Audiencia general del miércoles 1 de mayo
02 may 2013
Texto completo de la catequesis central del Papa en
italiano, traducido al español:
Queridos hermanos y hermanas, buenos días
Queridos hermanos y hermanas, buenos días
Hoy primero de mayo, celebramos a san José obrero y comenzamos el mes dedicado
tradicionalmente a la Virgen. En este encuentro, quisiera detenerme entonces
sobre estas dos figuras tan importantes en la vida de Jesús, de la Iglesia y en
nuestra vida, con dos breves pensamientos: el primero sobre el trabajo y el
segundo sobre la contemplación de Jesús.
1. En el Evangelio de san Mateo, en uno de los momentos en que Jesús vuelve a
su país, a Nazaret, y habla en la sinagoga, se Surabaya el asombro de sus
paisanos por su sabiduría y la pregunta que se plantean: ¿No es este el hijo
del carpintero? (13,55). Jesús entra en nuestra historia, viene en medio de
nosotros, naciendo de María por obra de Dios, pero con la presencia de san
José, el padre legal que lo custodia y le enseña también su trabajo. Jesús nace
y vive en una familia, en la Santa Familia, aprendiendo de san José el oficio
de carpintero, en el taller de Nazaret, compartiendo con él el empeño, la
fatiga, la satisfacción y también las dificultades de cada día.
Ello nos recuerda la dignidad y la importancia del trabajo. El Libro del
génesis narra que Dios creó el hombre y la mujer confiándoles la tarea de
llenar la tierra y de dominarla, que no significa explotarla, sino cultivarla y
custodiarla, cuidarla con la propia obra (cfr. Gen 1,28 – 2,15). El trabajo
forma parte del plan de amor de Dios ¡nosotros estamos llamados a cultivar y
custodiar todos los bienes de la creación y de este modo participamos en la
obra de creación! El trabajo es un elemento fundamental para la dignidad de una
persona. El trabajo – para usar una imagen, nos ‘unge’ de dignidad, nos llena
de dignidad; nos hace semejantes a Dios, que ha trabajado y trabaja, actúa
siempre (cfr. Jn 5,17); da la capacidad de mantenerse a sí mismos, a la propia
familia, de contribuir al crecimiento de la propia nación.
Y aquí pienso en las dificultades que, en varios países, encuentra hoy el mundo
del trabajo y de la empresa; pienso en cuantos, y no sólo jóvenes, están
desempleados, muchas veces debido a una concepción economicista de la sociedad,
que busca el provecho egoísta, más allá de los parámetros de la justicia
social.
Deseo dirigir a todos la invitación a la solidaridad y a los responsables de la
cosa pública la exhortación a que realicen todo esfuerzo para dar nuevo impulso
a la ocupación; ello significa preocuparse por la dignidad de la persona; pero
sobre todo quisiera decir que no hay que perder la esperanza; también san José
también tuvo momentos difíciles, pero nunca perdió la confianza y supo
superarlos, en la certeza de que Dios no nos abandona
Y luego quisiera dirigirme en particular a ustedes chicos y chicas, y jóvenes:
empéñense en su deber cotidiano, en el estudio, en el trabajo, en las
relaciones de amistad, en la ayuda a los demás; el porvenir de ustedes depende
también de cómo saben vivir estos años preciosos de la vida. No tengan miedo
del compromiso, del sacrificio y no miren con miedo al futuro, mantenga viva la
esperanza: siempre una luz en el horizonte.
Añado una palabra sobre otra situación de trabajo que me preocupa: me refiero a
lo que podríamos definir como el ‘trabajo esclavo’, el trabajo que esclaviza.
Cuántas personas, en todo el mundo, son víctimas de este tipo de esclavitud, en
la que es la persona la que sirve al trabajo, mientras debe ser el trabajo el
que brinde un servicio a las personas para que tengan dignidad. Pido a los
hermanos y hermanas en la fe y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad
una opción decidida contra la trata de personas, dentro de la cual figura el
‘trabajo esclavo’.
2. Aludo al segundo pensamiento: en el silencio del quehacer cotidiano, san
José, junto con María, tienen un sólo centro común de atención: Jesús. Ellos
acompañan y custodian con empeño y ternura, el crecimiento del Hijo de Dios
hecho hombre por nosotros, reflexionando sobre todo lo que sucedía. En los
Evangelios, san Lucas subraya dos veces la actitud de María, que es también la
de san José: ‘conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón’ (2,19.51)
Para escuchar al Señor, es necesario aprender a contemplarlo, a percibir su
presencia constante en nuestra vida; es necesario detenerse a dialogar con Él,
darle espacio con la oración. Cada uno de nosotros, también ustedes chicos,
chicas y jóvenes, tan numerosos esta mañana, deberían preguntarse: ¿qué espacio
doy al Señor? Me detengo a dialogar con Él? Desde cuando éramos pequeños,
nuestros padres nos han acostumbrado a iniciar y a concluir el día con una
oración, para educarnos a sentir que la amistad y el amor de Dios nos acompañan.
¡Acordémonos más del Señor en nuestras jornadas!
En este mes de mayo, quisiera recordar la importancia y la belleza de la
oración del santo Rosario. Rezando el Ave María, somos conducidos a contemplar
los misterios de Jesús, es decir a reflexionar sobre los momentos centrales de
su vida, para que, como para María y para san José, Él sea el centro de
nuestros pensamientos, de nuestras atenciones y de nuestras acciones. ¡Sería
hermoso si, sobre todo en este mes de mayo, se rezase juntos en familia, con
los amigos, en Parroquia, el santo Rosario o alguna oración a Jesús y a la
Virgen María! La oración en conjunto es un momento precioso para hacer aún más
sólida la vida familiar, la amistad! ¡Aprendamos a rezar cada vez más en
familia y como familia!
Queridos hermanos y hermanas, pidamos a san José y a la Virgen María que nos
enseñen a ser fieles a nuestros compromisos cotidianos, a vivir nuestra fe en
las acciones de cada día y a dar más espacio al Señor en nuestra vida, a
detenernos para contemplar su rostro.